Algunos políticos y opinadores despistados, han tratado de confundir o equiparar a México con Venezuela, y lo cierto es que no hay punto de comparación.
Si bien el proceso de democratización en México ha sido lento y gradual, lo cierto es que ya contamos con un sistema electoral consolidado, resultado de luchas sociales y políticas históricas, además de miles de millones de pesos.
Actualmente se vive una etapa de normalización electoral, en la cual, los contendientes aceptan los resultados (no sin antes impugnar), pero las alternancias al poder se convierten en una realidad, como resultado de un sistema democrático competitivo, donde hay dos o más opciones para ganar.
Quienes creemos en la democracia, pugnamos por una abierta competencia por el poder entre fuerzas sociales y agrupaciones políticas, para que de manera pacífica se diriman las controversias sociales, como ocurrió en México, donde no fue fácil y a pesar de lo acontecido en las elecciones de 1988 y 2006, la izquierda electoral llego al poder.
En concreto, un gobierno (o candidatura) para ser reconocido como legítima y democrática debe de estar respaldada por elecciones libres, universales y competitivas, solo así, las elecciones servirán para legitimar al sistema político. En el caso de Venezuela debemos mencionar que no cuentan con un sistema electoral democrático, con elecciones libres, abiertas y competitivas.
Desde una mirada democrática, en este momento ni Maduro, ni Guaidó cuentan con la legitimidad necesaria, por ello, la postura de México debe seguir siendo, el llamado para una solución pacífica y política, NO a los golpes de estado, NO a los autoritarismos y sobre todo NO a la ausencia de elecciones libres y democráticas.
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