Eso fue lo que pasó durante una semana con la sonda Voyager 2 de la NASA, ubicada a más 19 mil 900 millones de kilómetros de la tierra. Los controladores perdieron todo contacto con la sonda. Esto se debió al envío de un comando defectuoso, lo que provocó que su antena se inclinara “un poquito”, tan solo dos grados; lo que bastó para que una trasmisión que se mantenía vigente desde 1977, -año de su lanzamiento-, se viera totalmente interrumpida.
Las alarmas se encendieron y los especialistas se pusieron a trabajar para tratar de remediar el problema. Voyager 2 estaba sola y a la deriva en el espacio interestelar. Pero surgió una buena noticia: La sonda envió “un latido” a la tierra, lo que abre la posibilidad de que se reanude la comunicación en el mes de octubre cuando Voyager 2 se reinicie.
Algo similar, pero con peores consecuencias nos ha ocurrido a los seres humanos. Dios nos dejó “comandos”, pero cada uno en lo individual hemos pasado por alto esas instrucciones.
Quizá algunos se han desviado “solo dos grados”. Ya sabes, “mentiras piadosas”, (por supuesto que nunca oiremos hablar de “homicidios piadosos”); palabras hirientes; un poco de orgullo; algo de vanidad; pinceladas de soberbia, etcétera. Otros hemos caído en todo lo anterior y cosas aún peores, y el desvió es de 180 grados.
Sin importar “el grado de desviación”, el resultado es el mismo: Hemos perdido contacto con nuestro Creador: “Porque no hay diferencia, por cuanto todos pecaron y estás destituidos de la gloria de Dios”, Romanos 3.22b-23. “Porque cualquiera que guardare toda la ley, pero ofendiere en un punto, se hace culpable de todos”, Santiago 2.10.
Por supuesto que hay pecados más destructivos; pero el punto es que un solo pecado, ¡uno solo!, nos destituye de la relación con Dios. Ya sea “por dos o por 180 grados de desviación”, necesitamos volvernos a Dios.
La buena noticia es que desde el cielo se “emitió un latido”. Dios envió a su único y amado hijo Jesucristo a rescatarnos. “Pero Cristo, habiendo ofrecido una vez para siempre un solo sacrificio por los pecados se ha sentado a la diestra de Dios”, Hebreos 10.12.
Ven a Jesús; cree en él y apropia el perdón que logró para ti en la cruz. Él vive; te ama, y si se lo pides entrará a tu corazón y transformará tu vida.