
La semana pasada tuve el honor de participar en el Congreso Internacional de la Sociedad de Gastroenterología con una ponencia sobre la modulación de la microbiota mediante la nutrición. Fue un placer compartir este espacio con especialistas en temas de nutrición como las especialistas clínicas Karen Kruger y Luz Pérez, quienes hablaron sobre nutrición en paciente con cáncer y pancreatitis, respectivamente; así como con la maestra en Ciencias Ana Sofía Guerra, quien expuso sobre el tratamiento nutricional en paciente con enfermedad inflamatoria.
Si bien cada experta habló con base científica sobre el enfoque y acercamiento que se debe llevar en la nutrición para las diferentes condiciones expuestas, hubo un común denominador que mencionamos y está fuertemente evidenciado en la literatura: el miedo a comer que desarrollan los pacientes aún y cuando estén libres de la enfermedad.
Cuando una persona pasa por un diagnóstico como los ya mencionados suele requerir, desde su inicio, un acompañamiento nutricional para que el tratamiento médico sea más eficaz y la recuperación más rápida. Lamentablemente, no todos los médicos guían a sus pacientes hacia este tratamiento nutricional con un experto en el tema y suelen otorgar extensas listas de alimentos “prohibidos” sin dar mayor explicación al respecto. Esto es peligroso.
Sin entrar en detalle de cada enfermedad, digamos que por una cuestión digestiva a un paciente le recomiendan dejar de consumir lácteos y, con todo lo que implica su tratamiento, llega a sentirse mejor. ¿Debería de incluirlos de nuevo en su dieta? Lo mismo para aquellos quienes dicen que el gluten los hace sentir mal y dejan de consumirlo, pero a la vez cocinan más en casa y son cuidadosos con sus horarios, ¿fue la eliminación de gluten o el cambio en su estilo de vida lo que causó mejoría? Es común ver pacientes con miedo a comer aun cuando su enfermedad fue resuelta. Tienden a pensar que sólo mejoraron por eliminar alimentos y dejan a un lado todos los otros elementos importantes, lo que los lleva a desarrollar trastornos de conductas alimentarias después de haber recibido indicaciones dietéticas indefinidas.
Como expertos en salud, tenemos la responsabilidad de limitar las recomendaciones sobre alimentos, así como se hace con los fármacos. Evitar decir: “elimina de tu dieta las leguminosas porque inflaman” y mejor especificar “descansa x número de días de estos alimentos y después introdúcelos en pequeñas cantidades con otro método de cocción”. El miedo a comer suele ser fatal en pacientes vulnerables (como los de cáncer) pues se carga el resto de la vida en cada decisión de lo que se va a comer, ocasionando estrés y riesgo a malnutrición, que aumentan la probabilidad de que la enfermedad regrese.
La nutrición terapéutica, es decir, la que se da para el tratamiento de enfermedades es diferente a la utilizada para la longevidad. Aun y que puedan compartir una base similar como aumentar la ingesta de alimentos frescos y evitar procesados, existen dentro de cada padecimiento restricciones que solo se deben seguir mientras el paciente está enfermo y, una vez que mejore, se eliminan. Si queremos que nuestros pacientes después de su tratamiento logren vivir más y mejor, debemos buscar siempre sumar mejores alimentos a su dieta, en lugar de restarlos sembrando temor en ellos. A ti, lector, te invito a replantearte tus miedos a diferentes alimentos y buscar a un experto de nutrición que pueda asesorarte.