
Dos estudiantes Zen conversaban sobre sus maestros.
—Mi maestro es increíble —dijo el primero—. Puede cortar una manzana del árbol con su
espada y partirla en cuatro antes de que toque el suelo. Puede disparar una flecha al centro de un blanco… y luego partirla con otra flecha.
El segundo sonrió.
—El mío también es asombroso —respondió—. Cuando camina, solo camina. Cuando se sienta, solo se sienta. Cuando come, solo come.
Hoy, esa simpleza parece un superpoder.
Vivimos en una era donde hacer una sola cosa a la vez es casi imposible. Donde el enfoque se ha vuelto un lujo. Nuestra atención está fracturada por notificaciones, correos, redes y un sinfín de distractores que llevamos en el bolsillo. Y lo preocupante es que hemos normalizado esa puerta entreabierta en nuestra mente, esa sensación constante de que algo podría estar ocurriendo… en otro lado. Como si una parte de nosotros estuviera siempre en pausa, lista para abandonar lo que estamos haciendo por si algo mejor aparece en la pantalla.
Pero basta una pequeña rendija para que la concentración se fugue.
En un reciente discurso, la psicóloga Angela Duckworth afirmó: “La ubicación física de tu celular puede ser una de las decisiones más importantes que tomas cada día.”
Y no se refería al uso del celular, sino a tenerlo cerca: el simple hecho de verlo, aunque esté boca abajo, disminuye nuestra capacidad mental. ¿Por qué? Porque parte de nuestra energía cognitiva se consume en resistir la tentación de usarlo. Y eso va drenando nuestra claridad y concentración.
Duckworth propone que modificar el entorno es más efectivo que depender de la fuerza de voluntad. En vez de intentar resistir, aleja el objeto que te tienta. Si quieres enfocarte, pon tu celular en otra habitación. Si quieres estar presente en una conversación, sácalo de la mesa.
Y es que los días no duran menos como muchos dicen, sino que vamos desperdiciándolos en minutos dispersos a lo largo del día, atrapados en interacciones digitales automáticas que suman horas. Horas que podríamos haber invertido en cocinar, leer, mover el cuerpo, crear algo o disfrutar con quienes sí forman parte de nuestra vida real.
Uno de los momentos más poderosos del discurso fue cuando Duckworth compartió que su madre, artista de 87 años, le pintó un retrato en el que aparece en una galería… mirando su celular, no el arte. Cuando le preguntó por qué, su madre respondió: “Así es como te veo casi siempre.”
Esa imagen resume lo que muchos vivimos: brillantes y ocupados, pero ausentes. Y aunque digamos que es “solo un momento”, lo cierto es que perdemos la vida que está sucediendo frente a nosotros. Es por eso que, si te cuesta enfocarte, aquí te dejo los seis consejos que Duckworth compartió para entrenar tu atención:
1. Cuando necesites concentrarte, pon tu celular en otra habitación.
2. Mejora tu proporción cielo-pantalla: sal a caminar, mira al cielo, respira. No todo lo que vale la pena está en una pantalla.
3. Durante las comidas, mantén el celular fuera de la mesa.
4. Cuando manejes, guarda el celular donde no lo puedas alcanzar.
5. No duermas con tu celular en la habitación. La primera y la última mirada del día deberían ser hacia ti o hacia alguien que amas.
6. Usa el celular con intención. No por impulso. Elige tú cómo y cuándo, no al revés.
Convirtámonos en ese maestro asombroso que hace una sola cosa a la vez. Enseñémosles a nuestros hijos que la verdadera atención es el nuevo lujo y que está en nuestras manos recuperarla.
Sígueme en Instagram como @aleponce.healthyagingmx para más consejos si quieres vivir más y mejor.