
La contaminación ambiental, un problema global que ha evolucionado a lo largo de la historia, ha adquirido una nueva dimensión al explorar sus impactos en la salud humana. Desde los inicios de la Revolución Industrial, la expansión de las fábricas y la quema de combustibles fósiles han provocado un aumento constante de contaminantes en el aire que respiramos, marcando así el inicio de una conexión preocupante entre la contaminación y nuestra salud.
En México, las enfermedades crónicas no transmisibles, como las cardiovasculares, cerebrovasculares, el síndrome metabólico y la diabetes, están cobrando vidas prematuramente. La contaminación ambiental ha sido identificada como un factor crucial en este escenario, desencadenando procesos inflamatorios que afectan nuestro cuerpo a nivel epigenético incluyendo las proteínas NF-kB relacionadas con cáncer. Esta inflamación no solo promueve estas enfermedades, sino que también elimina cualquier protección genética contra ellas, acelerando su aparición.
Además de la contaminación, nuestro estilo de vida actual actúa como un catalizador para estos procesos inflamatorios. La nutrición, por ejemplo, puede modular tanto positiva como negativamente los efectos tóxicos de la exposición a contaminantes. Existe gran evidencia de que consumir en exceso carne roja y grasas saturadas, presentes en alimentos empaquetados y embutidos, así como prácticas poco saludables como fumar, beber alcohol y el desvelo, potencian los efectos internos de la contaminación, contribuyendo así al surgimiento de enfermedades.
Por otro lado, las dietas ricas en componentes bioactivos y antiinflamatorios pueden atenuar la inflamación asociada a los tóxicos. Adoptar decisiones conscientes en nuestra dieta puede marcar la diferencia (aunque sea de forma momentánea). Se ha demostrado que una dieta basada en plantas, no necesariamente vegana, puede brindar protección contra los efectos nocivos de la contaminación. Incluir verduras en la mitad de nuestro plato, consumir bebidas con antioxidantes como té verde o agua de jamaica sin endulzar, y garantizar la ingesta diaria de frutas, especialmente aquellas ricas en vitamina C (como guayaba, kiwis, fresas, naranjas y papaya), puede fortalecer nuestras defensas contra los contaminantes ambientales.
Aunque cambiar las políticas actuales puede parecer una tarea monumental, debemos reconocer que nuestras elecciones individuales tienen un impacto significativo.
Mi hijo me dijo por la mañana “mamá, el aire está gris otra vez” y se me parte el corazón de saber que, dentro de su pequeño cuerpo, hay una lucha intensa entre sus defensas y la basura que está respirando.
Alcaldes, gobernador, presidente: si aspiran a un México saludable, próspero y trabajador, deben salvaguardar la salud de los ciudadanos. Cuiden también a los más pequeños, busquen brindar aire limpio, nos están negando nuestro derecho a la salud. No podemos ignorar más el daño ocasionado ¿cuántos niños deben tener un diagnóstico de cáncer inexplicable para que comiencen a actuar? ¿Cuántos infartos prematuros e inesperados debe haber? Nosotros ya estamos poniendo de nuestra parte para vivir más y mejor, ahora les toca a ustedes.