El autodestape de Eduardo Rivera, en el marco de su segundo informe de gobierno, vaticina una contienda que no será sencilla, ni para un bando ni para el otro.
De inicio se confirma la figura del edil capitalino como el tomador de decisiones del Frente Amplio por Puebla, que tendrá control de las diversas etapas que conlleva el proceso hasta el 2 de julio, con la conclusión de la jornada electoral.
Para el bloque de Morena, independientemente de quien logre hacerse de la coordinación de los Comités de Defensa de la 4T, no debe dejarse llevar por el canto de las sirenas y confiarse en la narrativa de que Morena gana, así le pongan un cacahuate como candidato. La marca pesa, es cierto, pero en una campaña todo puede pasar, tomando en cuenta que Lalo Rivera ha transitado por cinco campañas: una para ser diputado local, otra para diputado federal y tres más por la alcaldía; de las cuales ha ganado cuatro y perdido una, la del 2018 con el monstruo que implico la figura de López Obrador en la boleta.
El perfil de Eduardo Rivera es el que mejor se identifica entre la sociedad poblana que pertenece a la clase media, la del esfuerzo, la de la meritocracia que ve en el panista un perfil exitoso, alejado del escándalo, con una familia tradicional y con más positivos que negativos.
Rivera Pérez ha logrado superar la persecución política y como bien lo recordó en su discurso del domingo, en 2021 las encuestas lo colocaban 15 puntos abajo y al final remontó para quedar 21 arriba.
Uno de los factores a tomar en cuenta tiene que ver con quien se deje acompañar en la boleta. Depende si el efecto Xóchitl Gálvez logre recuperar el crecimiento del que gozó en la primera etapa; de regresar la Xochitlmania, le abre mayores posibilidades de éxito.
Si además de lo anterior, decide por repartir posiciones en las alcaldías, así como en los distritos locales y federales para el congreso local y la cámara de diputados, las probabilidades crecen.
Depende también de que no le traicionen y no lo abandonen en el camino. Su carrera por la gubernatura deberá tener dos condimentos necesarios: constancia y paciencia.
A Eduardo Rivera, por primera vez en mucho tiempo, se le vio convencido, confiado, seguro de lo que quiere y con la esperanza de que la ciudadanía salga a votar el próximo año. Su peor enemigo no es Morena, sino el abstencionismo.