Política

La clínica del dolor

  • Columna de Alberto Isaac Mendoza Torres
  • La clínica del dolor
  • Alberto Isaac Mendoza Torres

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Algunos estudios intentan mostrar que la polarización reinante en las redes sociales dista de la realidad cotidiana fuera de ellas. De ser cierto este postulado podríamos pensar que lo ocurrido en ese ecosistema es una mera eventualidad, sin consecuencias en el corto o mediano plazo en la psique de las personas y su inevitable interacción grupal.

No puedo estar menos de acuerdo con algo así. La gente sufre por lo que pasa en sus redes sociales. Se angustia porque tardan minutos, horas o días en contestar sus mensajes. Se enfada si su objeto de deseo pone un corazón a las publicaciones de otros.

En fin, por todo lo que ustedes ya saben y padecen a diario. Esto es fácilmente entendible si comprendemos que hoy los vínculos amorosos se tejen desde internet.

Pero no solo eso, esta gigante y pegajosa red algorítmica decide lo que creemos saber, lo que debemos hacer y hasta lo que debemos sentir. Por eso es muy peligroso tomarse a la ligera los trinos que ahí se leen. Desde luego que cualquier video, fotografía o mensaje, habrá de moldearnos.

Con esta inquietud escribí hace no mucho tiempo en este mismo espacio, sobre una fauna que se extiende como la humedad, los conocidos como telepredicadores o gurús de las redes sociales, que con tal de hacer virales sus comentarios son capaces de escribir cualquier barbaridad que sea atractiva al bot que dará visibilidad a su post.

Una de las tendencias, sostenida por largo tiempo, es la de patologizar todos los rasgos conductuales. Tomar café al despertar, no responder un mensaje, subir demasiadas fotos de los hijos a las redes sociales, hacer mucho ejercicio, trabajar desordenadamente o trabajar mucho, todo lo que se le pueda a usted ocurrir es un trastorno. Es decir, una enfermedad de la psique.

Ante el relajamiento o el descrédito de las instituciones que imponían y dictaban las reglas de la moralidad, (religión, escuela, gobierno, familia) cada día más personas recurren a las disciplinas psi en busca de la brújula perdida. Y lo hacen con la demanda de enmarcar su comportamiento dentro de ciertas patologías que podrían ser curables o no pero que los exime de una responsabilidad subjetiva. Así, van por el pecado a sabiendas que la penitencia se ha condonado.

Pero los obreros de la cura psi no tienen empacho en ampliar cada día su catálogo de trastornos y síndromes, y desde ahí atender a los pacientes. Como lo dije en el escrito al que hice alusión líneas arriba, hoy lo reafirmo, seguramente habrá muchos de estos predicadores que estén por la labor de monetizar y otros tantos que solo sean ingenuos repetidores y crean fielmente que esta es la clínica que deben seguir por el bien de sus consultantes.

Curiosamente las terapias psi están cayendo en el error que mantiene a la medicina en su encrucijada que le está a punto de llevar a la gran crisis. La búsqueda frenética de síntomas y el olvido de las dolencias. Hace mucho tiempo que a la medicina le dejó de importar el dolor de las personas, hoy como cazadores de huracanes de Reality Shows, miden, pesan, tumores, órganos dañados o rotos. La queja del paciente no la escuchan.

Para quienes nos dedicamos a la clínica psi sería importante jamás olvidar que el dolor no solo tiene su dimensión biológica (y tampoco hay que negar esta). Sobre todo, se trata del relato de vida. La queja está tejida de historias personales. Así que habría que estar dispuestos y disponibles para escuchar más dolor y menos estructuras o síndromes.


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Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de Notivox DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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