Política

Lotería Tapatía (Parte diecinueve)

  • Doble P: Periodismo y Política
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  • Alan Ruíz Galicia

LUIS MORENO
LUIS MORENO

¡El Rancho!

A primera vista es un rancho como cualquier otro. Hace calor durante el día y frío en la noche. En este caso los hornos funcionan. La mayoría tiene hambre. Muchos llegan en busca de trabajo, siguiendo ofertas de guardias de seguridad, de choferes, de ayudantes, con buenos sueldos, de cinco mil pesos a la semana. Hay gente de otros estados del país. Todos tienen apodo. Por ejemplo, el Palmas, Gary, Chango, Cobra, Tachuela, Mojonero, Concha y Bicho. Hay libretas en donde cada uno está anotado. Los organizan en grupos de diez personas para tener un control administrativo. Puede resultar útil, porque es mucha gente la que va y viene.

El rancho está ubicado en un municipio con nombre náhuatl, que significa “Lugar dedicado a la Divinidad”. No creo que sea por eso, pero hay un altar dedicado a la Santa Muerte, compuesto por cerca de veinte figuras de distintos tamaños y materiales. Aunque cada una tiene su estilo propio, lo más común es que la Santa aparezca con su guadaña, el globo terráqueo en su mano y una túnica que la cubre por completo. Para honrarla también hay cirios, así como un collar rojo con negro, otro amarillo, y otro totalmente rojo. Supongo que en el rancho se reza mucho, aunque los rezos no son como los que estamos acostumbrados a escuchar en una misa.

En la entrada hay un portón negro, con el nombre del predio y dos caballos rampantes como símbolo. El área forma un rectángulo protegido por bardas. Hay un domo de lámina que sirve como techo para los huéspedes. Alrededor del lugar no hay casas, ni caminos, ni tiendas, solo un largo y plano terreno baldío. A pesar de ser una finca alejada, se hacen muchos viajes desde la Nueva Central de Guadalajara para este lugar. Todo el tiempo llega gente; otros se van. Es duro. Una persona que asegura haber estado en el rancho durante tres años calcula que le tocó ver cómo cerca de mil quinientas personas no lograron pasar ni siquiera el primer nivel para ser contratados. Tiene sentido, porque el entrenamiento es muy difícil.

Para empezar, el primer día es extenuante. Es una manera de filtrar desde el principio a quienes no soportarán el proceso. Hay una parte del rancho destinada a numerosas pruebas físicas. Hay que pasar pecho tierra por debajo de alambre de púas. Hay que brincar por una hilera de llantas sin caer. Dicen que, si no pones atención o te equivocas, esa es razón suficiente para que te den de baja del entrenamiento. Muy pocos consiguen completarlo. Pero se sabe que quienes lo logran van a formarse a otros lados, para especializarse, en una escuela donde tienen maestros muy exigentes, gente con experiencia que incluso proviene de otros países, quienes les enseñan lo que necesitan para hacer su trabajo como profesionales. A quienes llegan hasta este punto les toca demostrar en el terreno de qué están hechos. Tienen que ir a otros estados para apoyar a la empresa, sobre todo en los lugares donde es más dura la competencia. Aquellos que logran superar todos estos retos, pueden ascender en el organigrama e incluso conocer a los jefes y colaborar de cerca con ellos. Además, para este punto ya ganan como si fueran ricos. Entonces pueden tener una vida sin preocupaciones económicas, que es la ilusión de la mayoría de los que llegaron al rancho buscando trabajo.

Una cosa importante del rancho son los hornos, pues son diferentes a los que se utilizan en otras partes. El proceso comienza con cavar un hoyo en la tierra. Después, se pone una cama de ladrillo y piedra como base. A continuación, se utiliza combustible para que prenda, y entonces se coloca la carne, que se trae cercenada de “La carnicería” para que pueda entrar en el horno. Entonces se procede a ingresarla. Algo insólito es que, tras su uso, el horno se tapa con tierra nuevamente. Después, el proceso se repite: se abre un nuevo horno, se introduce otra tanda de carne y se vuelve a cubrir el hueco.

En el rancho, la ropa de los huéspedes se apila. También los zapatos, los pantalones y las camisas. Hay muchas maletas y mochilas. Además, hay cartas. Una de ellas dice: “Mi amor, si algún día ya no regreso, solo te pido que recuerdes lo mucho que te amo, y que digas: se me fue mi enojón, berrinchón y celoso”.

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Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de Notivox DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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