La petición del presidente Andrés Manuel López Obrador a Joe Biden de ampliar en Centroamérica el programa mexicano de sembrar árboles, en una cumbre mundial sobre cambio climático, estaba condenada al fracaso.
Un alto funcionario de Estados Unidos rechazó la idea de antemano: “Esta no es para nosotros una conversación sobre migración. Es una conversación sobre cambio climático”.
En efecto, el presidente Biden invitó a mandatarios de 40 países a participar en una cumbre virtual sobre cambio climático para subrayar la urgencia y los beneficios económicos a favor del ambiente.
El desaire diplomático se pudo haber evitado si alguien en la Secretaría de Relaciones Exteriores le hubiera explicado a López Obrador que el programa Sembrando Vida para frenar la migración centroamericana no era el foro adecuado ni el tema de la agenda.
Se pudo haber evitado exponer al presidente de México al error diplomático, pero qué se puede esperar cuando el llamado canciller, Marcelo Ebrard, no se atreve a contradecirlo, para no entorpecer su eventual apoyo como candidato presidencial de Morena.
La posición de México de no intervención se contradice cuando solicita al gobierno de Biden visas de trabajo y establece plazos de regularización, sin tomar en cuenta que la política migratoria es competencia soberana de Estados Unidos y es decidida exclusivamente por el Congreso en una negociación entre demócratas y republicanos, sin interferencias de gobiernos extranjeros.
La responsabilidad del país debe ser acorde con el peso de la décima cuarta economía
Mientras México se preocupa por sembrar árboles en el sur del país, en el norte arrojamos aguas negras a Estados Unidos.
Las aguas residuales de Tijuana desde hace años se encuentran sin tratamiento, como ocurre en la descompuesta planta Punta Bandera, y arrojadas al Océano Pacífico, porque no hay dinero.
Quizá a la administración de Biden le gustaría saber qué hará el gobierno mexicano para resolver este problema de contaminación marítima que afecta a los vecinos de San Diego, antes de hablar de reforestar Centroamérica.
Estados Unidos presupuestó 300 millones de dólares para reducir los flujos de aguas residuales en el lado estadunidense, mientras que en Tijuana no hemos destinado un solo peso.
La responsabilidad internacional de México debe ser acorde con el peso mundial de la décima cuarta economía, y por lo tanto, asumir sus obligaciones nacionales antes de pedir ayuda a otros países, nos generaría un mayor respeto.
Sobre el Acuerdo de París, es difícil que México cumpla con los compromisos internacionales en materia de cambio climático, debido a la política energética del gobierno mexicano, que favorece a los combustibles fósiles, incluyendo al carbón.
México se comprometió a que el 35 por ciento de la energía generada para 2024, y el 43 por ciento para 2030, sería limpia. Tal parece que no vamos por el buen camino.
La temperatura en México se incrementó en 1.4 grados en 2020, en comparación con los 0.98 grados que reporta el resto del planeta, según la Comisión Nacional del Agua (Conagua).
Por su parte, la Comisión Nacional Forestal (Conafor) informó que 2,429 incendios arrasaron, entre enero y marzo de 2021, casi 47 mil hectáreas, más lo que se acumule, lo cual casi triplicó las afectaciones del año pasado, que en el mismo periodo registró una pérdida de 17 mil hectáreas.
Y así, mientras México arde, pedimos a Estados Unidos sembrar árboles en Centroamérica.
Agustín Gutiérrez Canet
@AGutierrezCanet