Granada. Caminando por la plaza del ayuntamiento escuchamos las campanas del reloj sonando el acorde del verso: “Mi cantar se vuelve gitano cuando es para ti”.
Así, desde 1997, se escuchan cada hora notas de “Granada”, declarada himno oficial de esta ciudad.
Si una granada roja forma parte del escudo nacional en conmemoración por la caída del último enclave musulmán en la Europa cristiana, Agustín Lara le dio a Granada su símbolo musical y a España la canción española más famosa del mundo.
En agradecimiento por la aportación cultural, Francisco Franco condecoró en 1965 a Agustín Lara, cuando no teníamos relaciones diplomáticas, y le obsequió una casa en Granada.
Al pasear por la calle de Agustín Lara se encuentra al final el monumento que lleva su nombre, donado por el benefactor regiomontano Jaime Benavides Pompa. En el zócalo está inscrito el poema “Granada mexicana” de Manuel Benítez Carrasco, poeta conocido por el público mexicano, quien en los setenta recitaba poesías en un programa de la televisión mexicana patrocinado por la Casa Domecq.
El veracruzano compuso “Granada” sin conocer la ciudad gracias, según dicen, a un granadino que le contó las bellezas de la ciudad cuando ambos convalecieron en un hospital en México.
El manuscrito original, que hace años observé en una vitrina, fue donado por el compositor al Casino Español de México.
Otro ilustre mexicano, el escritor y diplomático Francisco de Icaza y Beña, escribió el poema más célebre dedicado a Granada, donde creció su esposa:
“Dale limosna, mujer, que no hay en la vida nada como la pena de ser ciego en Granada”.
Los populares versos se reproducen en calles y cerámicas, tiendas y restaurantes, sin dar crédito al autor, y pocos granadinos saben que el autor es mexicano.
Después de dos años sin procesiones de Semana Santa, debido a la pandemia, los granadinos se volcaron a las calles. El fervor y la alegría imperaron durante el recorrido de varios pasos. Vimos de noche el de la Virgen de la Victoria, espléndida escultura realizada en 1938, de radiante corona y manto bordado en oro, sostenida por 45 costaleros, bajo la guía del capataz marcando el paso, con una banda de cornetas y tambores.
Una estrecha calle del barrio moro del Albaicín se llama Guatimocín, nombre con que los antiguos cronistas españoles identificaron a Cuauhtémoc. Así como Abu Abdallah, llamado Boabdil por los cristianos, fue el último sultán de Granada.
Cuauhtémoc y Boabdil compartieron la tragedia de la derrota que condujo al fin de sus reinos por el mismo poder emergente de los reyes de Castilla y León y de Aragón en ambos mundos.
Agustín Gutiérrez Canet
@AGutierrezCanet