Cultura

Reflexiones navideñas

Mañana es Navidad. Me tiene sin cuidado. No porque sea ateo –la Navidad es un evento arraigado en nuestra cultura, no una confirmación de fe–, sino porque le tengo una aversión a los festejos oficiales, a los supuestos, a todo aquello que debemos festejar, de asumir, de asimilar. Que si es una mezcla de recuerdos donde intervienen la familia, los regalos, la comida, la mamada esa de Santa Claus y otras cosas, qué bueno. No soy de esos que se aferra melancólicamente a los recuerdos; entiendo que las cosas van cambiando y que mucho de eso se va quedando atrás, se va disolviendo. Sí: de pronto nos asalta y suscita una serie de emociones, pero hay que ser parcos y vernos como veíamos a nuestros padres, tíos y abuelos: envejeciendo, consumiéndonos. Yo soy toda esa gente que, a la edad que tengo, celebraba jubilosa la Navidad y el Año Nuevo. Ya soy esa persona que mis hijos y mis sobrinos ven como yo veía a mis parientes muertos.

Por otro lado, soy cocinero profesional. ¿Le he comentado que soy muy bueno? Tal vez ya lo sepa. El caso es que veo la Navidad y cualquier otro festejo oficial como un buen pretexto para cocinar, para armar un buen menú. Eso es lo que me gusta hacer. Me da igual si se festeja el nacimiento de un personaje ficticio, si aplaudimos un movimiento revolucionario caótico y sin sentido, si celebramos días netamente absurdos u onomásticos de celebridades de moral y proceder cuestionables: yo aprovecho y cocino. Este año, por ejemplo, voy a servir unas costillas de puerco ahumadas y glaseadas con salsa agridulce al curry y naranja, un puré de papa rústico con gravy de hongos, cebolla caramelizada, cerveza y especias y una crema de pimiento morrón verde tatemado con tomillo, laurel, romero y hoja santa. Cuántas familias quisieran tener a un cocinero como yo en sus casas en estas fechas. Ni modo, no se puede estar en todas partes.

Lo único que mi familia no aplaude es el tema religioso; casi siempre se dan esas dinámicas católicas en las cuales yo me alejo, me suprimo deliberadamente y siempre hay un familiar que sufre un emputecimiento por mi actitud. No me opongo ni critico, sencillamente me hago a un lado. O sea que no estorbo. Pero ya sabe que siempre hay en la familia fanáticos que están convencidos de que todos debemos seguir sus rituales y creencias. Ni modo, después de tantos años en esto, he descubierto que tal actitud no tiene arreglo. Hay que llevarla lo mejor posible. El punto es que no me gusta cantar posada, darle besos a una figurita de yeso del Niñito Jesús, tomarse de las manos y rezar o leer pasajes bíblicos sobre la Natividad. Contemplo todo eso desde la comodidad de un sillón mientras me bebo una coca con ron y que Dios los bendiga. Ah, y que al momento de sentarse a cenar, que primero den gracias al cocinero, o sea yo, antes que a Dios o a Jesucristo. Lo digo porque ni Dios ni su Hijo pagaron por la cena ni me ayudaron a prepararla. Faltaba más. Pienso que a veces las personas están más para allá que para acá.

Bueno, y a todo esto, ¿para qué sirve la Navidad? Supongo que para juntarse en familia. Ah, pues si ese es el argumento central, le informo que la familia se puede juntar cualquier día del año y sin pretexto. Pero también entiendo que todas estas fiestas son parte de una agenda con connotaciones religiosas, culturales, ideológicas: no se les puede ni extirpar del calendario ni puede uno pretender ignorarlas. Y también habrán siempre amargados como yo, así que ya no me siento tan mal.

En todo caso, las fiestas son una locura, una histeria colectiva; todo mundo anda con prisa, estresado por comprar regalos, preparar la cena –o comida– y tener todo listo. Los supermercados y comercios a reventar, el tráfico desquiciado y, en general, todos acelerados. Yo digo que hay que llevar las cosas con más tranquilidad. Ah, y hay muchas familias que van a pasar una Navidad negra: a los que les mataron familiares, los que los perdieron por un accidente o enfermedad, los que tienen gente secuestrada, los que están en el hospital... para casi todos ellos, no hay Navidad, solo pesadilla.

Bueno, pues yo, como ya indiqué, me meto a la cocina a terminar mis recetas y a preparar mis licores para la cena de mañana. Ya veremos el 25 cómo amanezco. Espero que con ánimos de repetir la agenda para la próxima semana. Pásela bien y nos leemos la próxima –y última– semana del año. Jo, jo, jo.


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Adrián Herrera
  • Adrián Herrera
Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de Notivox DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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