Cultura

Pesadilla

Aquel día llegué muy cansado a casa y como encima me había desvelado la noche anterior, me entró un sopor tremendo. Así, fui a la recámara y me eché sobre la cama y me dormí una siesta. Yo creo que me dormí 30 o 40 minutos nada más, pero fue suficiente para que mi cerebro me dosificara tremenda pesadilla.

Estoy en la planta alta de la casa de mis papás, a finales de los años 70. Todo está igual que como era en aquel entonces. Es un espacio rectangular dividido en dos: una salita para ver tele y consola para escuchar música y un área más grande donde hay una sala y un pequeño bar. Ambos espacios tienen un balcón con una terracita y ven al jardín. Estoy en la terraza del balcón de la sala de tele, viendo el jardín. Me volteo y camino hacia la escalera que lleva hacia abajo. Ya estoy parado ahí y comienzo a prender y a apagar las luces de aquel espacio, pues algo no funciona bien. La luz aparece a ratos mortecina y luego errática e intermitente y difusa. Sigo accionando los apagadores; afuera se ha hecho de noche y me envuelven los reflejos irregulares de los focos. Sigo intentando corregir el problema cuando de pronto volteo de reojo hacia la sala y veo una figura extraña sentada en el sofá; no tiene pelo, es de complexión pequeña y delgada. Comienza a moverse, como en espasmos. Me asusto muchísimo y despierto. En el sueño, aquella figura ya estaba en el sofá, inmóvil y como la luz no era la adecuada no pude notarla. Fue muy inquietante. No pude reconocer a nadie en esa figura o qué era exactamente. Tampoco sé qué pueda significar. Quizá sea solo un mal sueño, sin más.

Para mí, sueños y pesadillas son tan reales como las cosas que vivo en vigilia. Persisten en mi memoria y tanto lugares, personas y objetos poseen características tan sensibles como aquellas que se viven en lo que se denomina realidad. La realidad imaginativa, la onírica y aquella que ocurre en estados alterados y patológicos, es tan contundente como la realidad de estar despierto. Nos han enseñado que todo aquello que no es materialmente real corresponde a un mundo de ilusión y fantasía, pero no lo es. A veces nos replegamos a estos mundos para huir de la cotidianidad o para explorar nuestra mente o simplemente para divagar plácidamente por estas realidades. Pero pueden ser tan placenteras como aterradoras.

Alguien me decía que siempre despertamos al momento de ocurrir algo crucial, álgido o comprometedor. Tal vez nuestro cerebro no distingue la diferencia entre cuál estado es imaginado y cuál es real y como el cuerpo no quiere sufrir ni morir se protege creando una disrupción violenta que concluye el sueño.

La sensación de horror y angustia creados durante el sueño persisten y esos personajes siniestros y seres extraños viven en mi cabeza, ya no como seres oníricos sino como parásitos perversos que se encuentran constantemente al acecho y solo esperan el momento para asaltarme. Tal vez permutan y no aparezcan ya de la misma forma; quizá aprendieron a mimetizarse, a cambiar, a adaptarse, y así vagan por mi cerebro, acechantes, espectrales. Serán acaso deformaciones de mi memoria, de mi experiencia, de mis sensaciones, no lo sé, pero son mis monstruos, mis presencias. Una fuerza oculta y misteriosa les da vida y las mantiene ahí, en los recovecos no visitados de mi mente. ¿Tendrán su propia memoria? Quizá recuerden todas las transmutaciones que han sobrellevado, quizá aprendan de ellas y en cada cambio mejoren y evolucionen hacia objetos, seres o entidades cada vez mejor adaptadas al universo de mi mente.

Por lo pronto siguen ahí, escabulléndose, permutando, apareciendo entre sombras y destellos: esperándome. Y un día me van a jalar para siempre a su terrorífico mundo de tinieblas y así, entre gritos ahogados y una sensación de asfixia finalmente veré ese mundo del cual nunca jamás regresaré y que mi mente me oculta, despertándome, cada vez que tengo una pesadilla.

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Adrián Herrera
  • Adrián Herrera
Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de Notivox DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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