Cultura

Otros mundos

Siempre me han asaltado dos preguntas: de si la vida tal y como la conocemos en nuestro planeta representa una tendencia universal de la materia orgánica y de si la inteligencia es producto de un accidente o si se trata de una tendencia innata en la evolución de la vida.

Desde hace mucho hemos especulado sobre si hay vida en otros planetas. La fantasía de los ovnis trajo la pregunta de si coexistimos con otras especies inteligentes, y en programas como Star Trek se elaboró una variada demografía de especies de humanoides extraterrestres.

El telescopio espacial Kepler, fallecido en 2018, estuvo 9 años observando más de medio millón de estrellas, y en ese tiempo encontró 2 mil 662 sistemas planetarios en nuestra galaxia. Y son pocos. Esperemos que tanto el telescopio Webb como el Satélite de Reconocimiento de Tránsito de Exoplanetas encuentren más. Esto tiene consecuencias importantes: quiere decir que la formación de planetas es un proceso normal en la evolución de las estrellas y que la inmensa variedad de los mismos podría albergar medios favorables para el desarrollo de algún tipo de vida.

El telescopio espacial Kepler confirma que existen más planetas en nuestra galaxia que estrellas. Esta cantidad es apabullante. Con esta estadística es seguro especular sobre el desarrollo de algún tipo de vida en muchos de ellos.

Vuelvo a la pregunta original; la mecánica de las interacciones entre moléculas orgánicas complejas, bajo ciertas condiciones físico-químicas posee una tendencia a asimilar las presiones y condiciones circundantes, y reaccionar de tal manera que generen estructuras cada vez más complejas hasta alcanzar la unidad clave de la vida: la célula. Estos mecanismos trabajan de manera más o menos automática y obedecen a ciegos impulsos dictados por su propia naturaleza. Entonces, este ímpetu ciego y tempestuoso, ¿representa una tendencia universal o se trata de un mero accidente local? Hasta no encontrar otros mundos y analizar sus superficies, mares y atmósferas no podremos establecer una comparación y solo nos queda especular y ensayar modelos. Porque aunque muchos de estos elementos químicos y compuestos existan en otros planetas, no debemos suponer que han evolucionado de la misma manera que en el nuestro. Por otro lado, si logramos descubrir moléculas autorreplicantes fuera de nuestro sistema solar, ello prácticamente confirmaría esta hipótesis sobre la universalidad de la vida.

El padre Benito Jerónimo Feijoó, ensayista ejemplar de la Ilustración española, escribió en una de sus notables Cartas eruditas y curiosas (1745) un ensayo titulado “Otros mundos”.

“… hay señas claras de que todos los cuerpos planetarios son de distintísima constitución y temperie que el globo terráqueo, por consiguiente, en ninguno de ellos podría vivir cuerpo animado alguno de la misma especie que los que sustenta nuestro globo”.

Pasa a enfatizar el punto:

“Pero lo que se puede asegurar es que si en los astros hubiese brutos y plantas, serían de otra clase diversísima de los brutos y plantas que hay por acá, por la razón que he dicho de la diversísima constitución, naturaleza y temperie de estos globos”.

He ahí un primer paso para el desarrollo de una auténtica exobiología, de hace 277 años. Apunta después que:

“¡Qué discurso tan inepto de que los globos celestes estén desiertos, inferir que Dios solo los hizo para objeto delicioso de nuestra vista!”.

Cada día nos acercamos más a descubrir algún tipo de vida fuera de nuestro sistema solar. Y cada día nos va quedando más claro que ni estamos solos ni somos los más importantes.

Adrián Herrera

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