Cultura

Muñeco

En una calle del centro un tipo está parado sobre un cajón de madera. Dice pura pendejada, una teoría conspiratoria distópica, algo así. La gente se reúne a su alrededor y escucha. Unos ríen, otros parecen tomarlo en serio y otros más como que no les importa lo que está diciendo, pero todos están mesmerizados, arrebatados por aquel discurso y lo miran, atentos.

Sigo caminando. Me detengo en una vitrina; un maniquí sin ojos luce una bonita chamarra de cuero. Su rostro inexpresivo parece estar mirando a una de las ventanas del edificio de enfrente. Me le quedo viendo un rato e imagino en qué podría estar pensando.

Nuestro presidente sale todas las mañanas a decir cosas. Casi siempre sale con algo que capta la atención de todos. Le preocupa mucho que lo ataquen y critiquen. Exhibe a quienes lo hacen como si se tratara de criminales. Se comporta de manera poco convencional para tratarse de un presidente. Me preocupa.

Pienso que debe comportarse a la altura de su puesto. Primero porque es una imagen importante, una especie de modelo, si así se quiere ver. Ese muñeco que tenemos en la presidencia nos representa a todos, especialmente cuando se trata de dar la cara a otros países.

Yo francamente estoy atolondrado por el hecho de que esa figura le invierta más tiempo a exhibir a sus detractores que a atender los problemas del país. Creo que ya hemos visto y escuchado suficiente como darnos cuenta que estamos frente a una persona desequilibrada, que no entiende el puesto que tiene y que parece parcialmente desligado de la realidad.

El problema es la percepción de la figura; al final, no es tan importante lo que el muñeco del podio diga. Puede estar defendiendo un equipo de futbol, una patraña, una verdad revelada o un principio político; reaccionamos orgánicamente a la figura del orador y a lo que representa, no al mensaje. En este caso, el orador es un mimo que entretiene con disparates, efluvios imaginarios, resentimientos prehispánicos, erupciones paranoicas, mentiras, ímpetus vengativos y fantasías onanísticas. Pareciera que estamos frente a un actor, no un político.

El asunto aquí es que no se pase de la raya. Confío en que tenemos una estructura social y legal que, al final, impedirá que el chiflado obtenga más poder y logre establecer sus desajustes mentales como verdades políticas, históricas o legales. Se ha sugerido que, de acuerdo a lo que dice y hace, estaríamos cerca de entrar en un modelo fascista en donde las libertades civiles comiencen cada vez a limitarse de manera peligrosa y que, de acuerdo con su actitud de reverenciar tiranos y modelos comunistas obsoletos, terminemos viviendo uno de esos experimentos fallidos.

A ese respecto dice Charles Simic: “La primera persona que me habló acerca del mal en el mundo fue mi abuela. La pobre mujer era mucho más sensata que la mayoría de la gente. Escuchaba a Mussolini, a Hitler, a Stalin y a otros lunáticos en la radio y, como sabía varios idiomas, comprendía las imbecilidades que decían. Lo que le irritaba más aún que sus viles palabras era su entusiasta corte de seguidores. No lo comprendí entonces, pero ella me enseñó una lección que ha perdurado. Hay que cuidarse de los supuestos grandes líderes y las euforias colectivas que despiertan”.

Pues sí. Espero que en tres años se vaya y llegue un presidente que se comporte como tal y que no nos traiga con el Jesús en la boca. Por lo pronto prefiero al muñeco de escaparate que no haga ni diga nada que al otro, al parlanchín alienado que nos pone de cabeza cada que toma el micrófono.

Adrián Herrera


Google news logo
Síguenos en
Adrián Herrera
  • Adrián Herrera
Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de Notivox DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de Notivox DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.