Cultura

Monstruos ambulantes

Hay días que ignoran este irrefrenable proceso y se distraen haciendo cosas tontísimas e inconsecuentes, como viendo tiktoks, videos de gatos...


En la mesa de al lado un tipo está comiendo solo. Lo conozco, pero él no me reconoce. Tiene mi edad; es amigo de un amigo. Se ve tan cambiado; la última vez que lo vi fue en una carne asada, allá por el 2005. No parece ser el mismo, su rostro ha cambiado de tal manera que con un poco de maquillaje y algunas prendas bien seleccionadas podría pasar por otro. Le doy un sorbo a mi limonada y me pregunto qué le pudo haber ocurrido.

Entonces pienso que las personas envejecen y no pueden evitarlo, pero que ese no es el problema, sino la manera de abordar este hecho. Hay días que ignoran este irrefrenable proceso y se distraen haciendo cosas tontísimas e inconsecuentes, como viendo tiktoks, videos de gatos haciendo travesuras o durmiendo, peleando con gente que no conocen en internet por temas que ignoran, y viendo programas de extraterrestres y de teorías conspiratorias. Pronto descubren que esa no es la manera de afrontar la ansiedad profunda que los aqueja, y entonces visitan la boutique de belleza, donde se hacen de todo tipo de cremitas, ungüentos maravillosos, shampoos alquímicos, polvos mágicos y mascarillas ecovegánicas. Pero después de un tiempo el espejo les revela de manera irrefutable que ese no ha sido el camino adecuado para resolver el problema y así se van directo al bótox. Esta mágica sustancia les devuelve temporalmente la dicha, la risa perdida y las glorias de otros tiempos. De esta manera van proyectando su despreocupada fantasía por fiestas y reuniones, y la gente, asombrada, les pregunta: –Oh, ¿pero qué te has hecho, querida? ¡Te ves increíble! Ah, pero el efecto pasa y al cabo de unos meses de intenso y fugaz júbilo notan que la ansiedad ha vuelto y los asalta de manera brutal. Y así, sin máscaras con las cuales ocultarse del mundo y de sí mismos se encuentran al borde de ese profundo e insondable abismo donde se dan cuenta de que algo ominoso ocurre dentro de ellos, y es en ese preciso momento cuando se dan al mayor de los despropósitos: entregarse ciegamente al tenebroso y engañoso mundo de la cirugía plástica. Y allí, queridos lectores, es donde vemos el nacimiento de verdaderos monstruos, abominables engendros, temibles esperpentos que deambulan con seudosonrisas y muecas macabras pretendiendo haber conquistado y vencido al auténtico monstruo que habita dentro de ellos, y que los consume lenta y persistentemente.

En cuanto al amigo del restaurante, me quedó claro que se trataba de un adefesio irreconocible –especialmente para él mismo–, un bodrio horripilante que recuerda a esos actores freaks exhibidos en shows callejeros, en carpas y en antiguos circos de lo bizarro, y cuyas cabezas y miembros flotan en grandes frascos con formol en las universidades y en los museos de lo extraño.

Entiendo la renuencia en aceptar que nos vamos progresivamente desbaratando, transformándonos en cosas inimaginables en tiempos donde éramos jóvenes y pensábamos que así seríamos siempre, en aquellas épocas cuando veíamos a los viejos como un montón de momias que siempre habían estado allí, mezcla de una fría e inmutable estatua y una inquietante naturaleza muerta. Pero no comprendo el ímpetu ciego y absurdo por ignorar este hecho tan evidente y por intentar detenerlo, o peor: ¡revertirlo!

Pero los intentos dermatológicos y quirúrgicos no son los únicos artilugios que usamos.

Hay quienes se ponen a hacer ejercicio y se someten a dietas propias de un astronauta, y así desarrollan grandes masas musculares, pero que a su edad develan angustia, estulticia y finalmente los hace verse patéticos y resueltamente derrotados por su falta de capacidad para envejecer con dignidad y aceptar los cambios metabólicos y físicos que les corresponden.

Ah, no olvidemos las empresas que se benefician vendiendo todos estos remedios, desde las mágicas pociones dermatológicas hasta las invasivas intervenciones quirúrgicas. Ellos son quienes se llevan la mejor parte de esta gran farsa, de este gran fracaso de nuestra civilización. Dejan tras de sí una serie de reductos, de despojos ambulantes que persiguen sueños imposibles, quimeras y falsos destellos mientras se van pudriendo en vida.

Google news logo
Síguenos en
Adrián Herrera
  • Adrián Herrera
Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de Notivox DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de Notivox DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.