Cultura

El que sabe

Diga usted algo en redes sociales, lo que sea. Pronto verá que una armada de gente comienza a publicar su opinión al respecto. Y todos estos aficionados y gente espontánea, improvisada y feliz considera que usted se equivoca y que ellos tienen una mejor opinión. Pues fíjese que no; lo que vale es la opinión de cada quien en el rubro que le corresponde. Con esto quiero decir que si yo, como cocinero, le recomiendo esta y aquella lectura o técnica, mi experiencia y sabiduría en esta área pesa lo suficiente como para que me hagan caso. Pero si soy un pendejo que de cocina no sabe nada (y de comer menos) entonces no entiendo para qué opinar ni por qué hacerle caso a esos ignorantes alterados. La gente cree saber más de lo que sabe por virtud del proceso de emocionarse y de tener demasiada confianza en sí mismo. Es común. Lo cierto es que para saber de algo hay que estudiar, corresponderse con alguien letrado en el tema y acumular experiencia. De otro modo el conocimiento no ocurre, no es magia.

Supongo que opinar, para muchos, es un acto de pertenecer, de integrarse. Un acto social, pues. Puede ser, pero el tema no es social, es de contenido. Si usted quiere ponerse a decir mamadas en un cafecito con los compas, pues eso está muy bien, pero en redes sociales no le veo la mayor utilidad: es ruido. Y lo único que se puede destilar de tales opiniones es una estadística y un modelo de comportamiento. Pero en cuanto al tema de la información, aquí no hay nada que rescatar. Por eso es tan difícil confiar en la información que se publica en redes, y de ahí que un proceso de verificación, de sentido común y de invertir tiempo sagrado intentando validar toda esa información.

Hay que ser sensatos y precavidos. Ya lo he dicho: el que una persona tenga millones de followers y likes no implica que lo que diga o haga sea verdadero, bueno o útil. Esos likes son solo una reacción que amplifican el mensaje, no lo validan.

Entonces, hay que preguntarnos qué hace que nuestras opiniones sean válidas o que por lo menos estén por encima de toda esa manga de cavernarios y gente mentalmente rústica. Comience por revisar sus credenciales; si estudió algo (con o sin diploma, el papelito es otra discusión), si se la pasa investigando sobre un tema en particular, si tiene claridad mental, si a eso le acompaña un gran sentido común. Mi caso: soy cocinero profesional y tengo restaurantes. Soy escritor: escribo una columna semanal en un periódico desde hace más de 18 años, tengo mi propia editorial y he escrito cuatro libros (y voy por otros dos este año). Además, me he educado en la fotografía y la practico constantemente. Entonces, me siento capacitado para opinar sobre esos temas con la seguridad de que voy a decir algo congruente y provechoso. No estoy diciendo ni que todas las personas que tengan credenciales vayan a opinar de manera correcta ni que quienes no las tienen no deban emitir su punto de vista, solo que es cuestión de peso y estadística: entre más conocimiento y experiencia se tenga sobre algo, más confianza se tiene de la opinión o discurso emitido.

Ah, otra cosa: en casi todas las opiniones que he leído sobre cualquier tema, casi no hay argumentos. Porque, lo he dicho mil veces, las redes sociales nos transformaron en seres reactivos, no reflexivos. Ya quedaron atrás esos notables días en que podíamos tener grandes debates y conversaciones sostenidas con buenos y sólidos argumentos y citas. Hoy todo se ha transformado en un puto circo de vituperios, escupitajos, falacias y golpes bajos. Es más fácil actuar así. Es inmediato y hasta catártico.

Conclusión: el que sabe, sabe. El resto son vocecillas nerviosas, ruidosas, ininteligibles y erráticas. Vibraciones temblorosas que parecen decir algo, pero que en dedicada atención dicen nada y pura chingada. Son como una nubecilla de molestos moscos zumbando a nuestro alrededor.

No les ponga atención. Ah, ¡y no les conteste!


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Adrián Herrera
  • Adrián Herrera
Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de Notivox DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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