Cultura

El faro

Al ver The Witch (2015) de Robert Eggers me quedó claro que estábamos frente a un cineasta serio y con intenciones de presentar un filme artístico. Su investigación de los diálogos de la época avisa que no se trata de un artilugio para entretener sino para despertar emociones profundas y para cautivar. En 2019 estrenó The Lighthouse. Sigue la misma línea que la película anterior en cuanto a los diálogos, la fotografía y la ambientación. Pero creo que esta nueva entrega va más lejos. Lo primero es reconocer en El Faro una reinterpretación del mito clásico de Prometeo. Repasémoslo de manera sucinta: Zeus prohibió a los hombres el fuego y Prometeo lo robó y entregó a la humanidad. Zeus, seriamente emputado, castigó a Prometeo enviando un ave de rapiña para comer su hígado estando él vivo, y esto ocurriría para siempre, pues el hígado volvía a crecer una y otra vez. Pausa: importante reconocer el valor nutricional de esta víscera desde la antigüedad. Por cierto, en el Hospicio Cabañas en Guadalajara puede apreciarse un fresco extraordinario, “el hombre en llamas”, pintado por José Clemente Orozco, y en el Pomona College hay algo parecido.

En el filme, un personaje básicamente se apodera del fuego, representado por el faro propiamente, y al final es castigado. Pero la película está cargada de señalamientos y alusiones que han captado mí atención. Por ejemplo, la presencia de las gaviotas que aparecen de manera constante en todo el largometraje y que, con gran sensibilidad, representan pequeños pero concisos homenajes. En una escena, una gaviota molesta a uno de los personajes y este le arroja una roca para ahuyentarla. Más tarde, su superior le reprende:

Bad luck to kill a seabird!

Claramente hace alusión al poema épico de Coleridge, The Rime of the Ancient Mariner, que trata sobre la tripulación de un barco que termina en tragedia luego de que uno de los marineros matara a un albatros. Pero la presencia de la gaviota, que seguirá durante todo el filme, y que tendrá una importancia crucial en su desenlace, sigue con algunas escenas que recuerdan a todas luces a The Birds (1963). También hay un breve recordatorio a Vertigo (1958) en la escena que muestra la escalera en espiral del faro.

Hay otra escena que cuando la vi de inmediato sentí una electrificación que me emocionó; Pattinson se encuentra en su cama leyendo. De pronto una gaviota (¿ o quizá la gaviota?) se posa sobre la ventana y pica un par de veces el vidrio. Clarísima la presencia de The Raven, de Edgar Allan Poe:

Once upon a midnight dreary, while I pondered, weak and weary, Over many a quaint and curious volume of forgotten lore— While I nodded, nearly napping, suddenly there came a tapping, As of some one gently rapping—rapping at my chamber door. “’Tis some visitor,” I muttered, “tapping at my chamber door— Only this and nothing more”.

Aves malditas; la una trae tragedia a un barco y la otra avisa que la muerte llama.

También se vislumbra un tributo a H.P. Lovecraft; escenas donde se presenta un monstruo tentaculado recuerdan la mitología de Cthulhu. Tan potente es esta que su efecto e influencia se sigue sientiendo después de cien años. Recuerdo un cuento de Ray Bradbury, The Fog Horn (1953). Relata la historia de dos cuidadores de un faro en Nueva Inglaterra (igual que en la película). El encargado le cuenta al joven que allá fuera, en el mar, existe una bestia primitiva y solitaria que responde al tono de la sirena, la cual interpreta como un llamado sexual. Una noche ven al monstruo y deciden apagar la sirena, a ver qué pasa. La bestia enloquece y destruye el faro.

Por supuesto que The Lighthouse se centra en el tema del fuego. Y el fuego es mesmerizante, cautivador, poderoso. Pero también habla sobre la tensión sexual de dos varones que se encuentran aislados en una roca a mitad del océano, y a medida en que esta tensión crece también lo hacen los niveles de violencia y locura. Si a esta fórmula añadimos alcohol, las cosas ciertamente no pueden terminar bien. Hay una escena que puede interpretarse como un intento de acercamiento homosexual que termina resolviéndose a puñetazos.

Había dicho que la trama gira sobre el mito de Prometeo y la disputa por el fuego, pero también quiero proponer algo más sencillo en términos psicológicos: se trata de una mezcla entre la lucha por el poder entre un viejo sabio y abusivo y un joven harto y ambicioso. Siempre he preferido usar la Navaja de Ockham para ciertos casos.

Fotografía: formidable. En mí nunca humilde opinión, de lo mejor que se ha filmado en décadas. Hay indicaciones claras de Film Noir; el cineasta también presume su conocimiento de luz y sombra en la historia del cine. Este filme es una amalgama tremenda de diálogos (literatura y poesía), iluminación (fotografía), teatro (actuación) y un extraño destilado entre filosofía, psicología y una borrachera épica. Todo termina envuelto en un extraño halo de sangre, ecos, abandono y niebla y, en última instancia, locura. Un filme americano superlativo, perturbador, imprescindible.

No le platico el final, pero, si conoce el mito de Prometeo, ya sabe cómo terminan las cosas. Basta con ver la pintura de Rubens: Prometeo encadenado.

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Adrián Herrera
  • Adrián Herrera
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