Cultura

'Crímenes reales'

Vi en la librería este título y lo compré. Es un tema que siempre me ha llamado la atención –por morbo quizá–, pero me entretiene. Lo terminé en dos días, pues estaba intenso, mire: se describen crímenes “jorrendos”, como decía mi tía, como el de un hombre que drogó a toda su familia –y al perro–, los ató de pies y manos, metió en una zanja, les echó gasolina y les prendió fuego. ¿La razón? Nada fuera de lo común: estaba harto de todos y en vez de marcharse, los incineró. Viene también el caso de un tipo que luego de divorciarse, se entera que su único hijo no era de él: habiéndose hecho exámenes para ver por qué no podía concebir, se entera que es estéril. La ex mujer le confiesa que su hijo es de un amante. El sujeto, envuelto en un frenesí de rabia descontrolada, busca al muchacho adolescente, aquel que había criado como su hijo, y le corta el cuello. Yo hubiera matado a la señora, pero bueno, cada quien sus decisiones.

El libro presenta otro caso interesante. El de un carnicero en Europa que mataba gente y procesaba los cadáveres en suculentas salchichas. Decían los del pueblo que nunca habían comido algo tan delicioso en sus vidas. De hecho, cuando se enteraron de que eran de carne humana, nadie se quejó, antes echaron de menos aquellas delicadas preparaciones. Eso me recuerda a un episodio de uno de los viajes del capitán Cook por el Pacífico Sur: desembarcaron en una isla que sabían estaba habitada por caníbales. El capitán se entrevistó con el jefe de la tribu y al preguntarle si se los iban a comer, éste respondió: –Oh, no lo creo, la carne de los europeos es muy salada–, dijo rascándose la cabeza.

El libro exhibe muchos otros ejemplos de crímenes ejemplares, entre los cuales se cuentan las abominaciones cometidas por asesinos seriales como Dahmer, Ted Bundy, John Wayne Gacy, Andrés Chikatilo y Ed Gein, entre otras celebridades. El libro incluye un apartado con las peores atrocidades perpetuadas por los nazis en la Segunda Guerra e incluye menciones históricas relevantes como la condesa Bathory, el conde Vlad el Empalador (el tipo que inspiró a Drácula) y Lizzie Borden.

A todo lo anterior debemos incluir las maldades cometidas en nombre de un dios, una religión, una creencia, ideología o credo político o nacionalista. No hay espacio suficiente para describir los actos horrendos que hemos hecho bajo estas alucinaciones. Pienso que la Inquisición es un juego de niños comparado con otras formas de tortura y que el nivel de crueldad de estos procesos sobrepasa la imaginación.

Y a eso voy: el balance de las abominaciones que hemos hecho contra nosotros mismos es interminable, insondable y apabullante. Estoy plenamente convencido de que tal actitud siempre ha estado en nosotros y, peor: nunca va a terminar. Se trata de una conducta perniciosa que es parte esencial de nuestra naturaleza. Esto quiere decir que no tiene nada que ver con cuestiones sociales, históricas, ideológicas o por simple moda: es lo que somos. Ve usted los crímenes cometidos hace milenios y compárelos con los de hoy. Lo reto a que encuentre sólidas diferencias esenciales. Somos muy creativos en todos los aspectos. La crueldad aplicada a esto de nuestra autodestrucción es notable.

Al final, los crímenes reales son mucho más escalofriantes que los ficticios. Y eso porque la imaginación no puede con la realidad. Cuando veo series y películas sobre crímenes ficticios no puedo más que notar que les falta algo. Mire, la crónica de un crimen o una atrocidad –como un genocidio– implica una mezcla de objetividad, capacidad narrativa, algo de psicología y evidencia. A los crímenes de ficción les falta un ímpetu, una maldad, una oscuridad que solo se da en la realidad.

Somos unos lunáticos irrefrenables e incontrolables; no solo gozamos cometiendo toda suerte de maldades, sino que además nos regocijamos enormemente viendo y leyendo series y crónicas sobre tales horrores.

Como ya dije: eso no va a cambiar nunca. Eso es lo que somos, unos auténticos monstruos, portadores de esa fuerza ciega e implacable que solo busca expresar su fuerza destructiva e irracional.


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Adrián Herrera
  • Adrián Herrera
Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de Notivox DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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