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  • Editorial Milenio

La mujer está sentada con la pierna cruzada. La pajilla sale del coctel y se tuerce apuntando hacia el dueto de piano y saxofón que toca estándares de jazz. Chatea en el celular y me observa de reojo. Las mujeres pueden hacer eso: estar en dos realidades simultáneamente. Cómo lo hacen, no lo sé. Ella espera que nuestras miradas coincidan, se alineen y después que le invite un trago. Pero eso no va a ocurrir, porque yo vengo aquí a escuchar jazz, a beber, a observar y, más importante, a escribir. Ella no espera a nadie en particular, le gusta probar suerte así, al igual que yo. Monitorea el ambiente y espera a que llegue alguien que le parezca interesante. Entonces decide con quién interactuar. Los llama con su presencia y ellos acuden. Los analiza, los ensaya mentalmente. Estudia alternativas, escenarios, posibilidades. "All the things you are" se esparce como un néctar por el ambiente. Doy un sorbo al Martini; yerbas y especias resaltan las notas del saxofón.

La mujer, espectacular; cuarentona, pelirroja, cara alargada y nariz fina, chamarra de cuero, jeans blancos y botines altos. Un monumento. Y se te queda viendo de manera irresistible, mesmerizante. Ella sabe lo que hace y hay que ser muy despistado para no darse cuenta y muy pendejo para no caer en la tentación. De pronto me asalta la imagen de una Gorgona. Sigue la música. Regreso al Martini. Yo creo que ya se dio cuenta que no estoy interesado, por lo menos no como ella piensa; me da la impresión de que sospecha que escribo sobre ella. No; ni es musa ni demonio, sencillamente se trata de la persona correcta en el lugar adecuado.

Ella me observa, yo la observo y cada quien hace lo que mejor sabe hacer con esa información. De la nada sale el mesero y ofrece otra bebida, botana y una promoción, interrumpiendo mi diálogo imposible con la pelirroja. Sí, trae otro Martini y más botana por favor, pero ya vete, coño. Ahora ella parece interesarse por la música; ha dejado el celular sobre la mesita y aunque el aparato procura destellos, ruiditos, vibraciones y anuncios, ella lo ignora y se concentra en el piano. No termino de entender qué clase de pareja puede sacar una mujer de un bar así. ¿Sofisticados? ¿Sensibles? ¿O simplemente borrachos solitarios? Igual y solo quiere un simple y dichoso acostón. Cómo voy a saber lo que estas mujeres buscan. Pero con ese físico y esos movimientos atrae a cualquiera, donde sea.

Es tarde. Llevo muchos Martinis y ya me hartó la música, el ambiente y la pelirroja. Pido la cuenta. En eso veo algo que me desconcierta; aquella mujer no busca ninguna aventura: es la esposa del capitán de meseros y espera a que termine su turno para llevarlo a casa. Llega el mesero con la cuenta; pago y dejo el 10% de propina. –Señor –dice molesto–, aquí se acostumbra dejar entre el 15 y el 20%. –Ah –exclamo–, el problema es que no tengo más para dejarle, y como veo que mi propina no es suficiente, mejor retiro lo que dejé –para no ofenderlo– y espero tener suficiente en mi próxima visita, la cual, tenga por seguro, no será pronto. El grado de emputecimiento de ambos es patente. Los músicos también han concluido su jornada y preparan su salida.

Salí de ahí tambaleándome, entré al elevador y ya en la puerta del cuarto estuve intentando abrir con la llave electrónica sin reportar resultado positivo; hice tal escándalo que al tiempo abrió un tipo mal encarado, modorro y musculoso gritando que lo había despertado. Pues no era mi cuarto. De hecho, tampoco era el piso correcto.

Para cerrar con broche de oro, cuando llegué a mi habitación, la llave se había desprogramado; tuve que bajar a recepción a que la reactivaran, y grande fue mi sorpresa cuando me encontré al mesero del bar conversando con el encargado. Intercambiamos miradas de odio y cada quien se fue por su lado.

Me queda claro que lo mío no es la psicología. Y como detective privado me muero de hambre.

Pero lo que definitivamente debo evitar es andar imaginando mamadas.

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Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de Notivox DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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