Esta es una historia verdadera. En una transitada avenida apareció un bache. Pequeño, tímido, pero con ganas de crecer. Y así ocurrió. Día tras día vehículos, camiones de volteo, camiones urbanos y hasta motocicletas pasaban por encima y poco a poco se iban deshaciendo los bordes y con cada llantazo se hacía cada vez más profundo. Por supuesto que llegó un día donde el bache ya no era aquel pequeñín travieso y despreocupado que soñaba con ser grande, no: se había transformado en un apuesto y musculoso hundimiento. Y con ello vinieron algunos problemas; una mañana un motociclista distraído pasó por encima y rodó por el pavimento. Otra noche un auto compacto cayó en el agujero y destrozó su llanta.
Los vecinos protestaron. Primero llamaron a servicios primarios, los cuales ignoraron la denuncia, pues consideraron que un simple bache no representaba un verdadero peligro. Luego de unas semanas y más accidentes, la junta de vecinos decidió poner una queja formal en el municipio, pero no ocurrió nada. Por último, se plantaron afuera de la oficina del alcalde, pero fueron desalojados por la policía.
Se cumplió un año de la aparición del bache. Entonces los vecinos decidieron celebrarlo. Sí, llegaron a la calle con hieleras, mesas, botanas, asadores y claro: un pastel con una velita pirotécnica.
El bache siguió creciendo. Alimentado por las lluvias, los vehículos y la negligencia de las autoridades llegó a los dos años. Y así lo festejaron los vecinos.
Pasaron tres, cuatro y cinco años. ¡Cinco años, coño! Para celebrar este primer lustro, los vecinos contrataron trío norteño, mariachi, cazuelas de guisos y payaso para los niños. Fue una gran fiesta. Subieron fotos, selfies, videos y TikTok. Meses después una pareja se declaró su amor en el fondo del bache. Otro vecino celebró su cumpleaños allí. Un fotógrafo profesional sacó una serie de fotografías sobre el bache, en blanco y negro, y ganó un premio.
La gente arrojaba monedas al foso y pedía deseos. Otros encendieron veladoras y rezaban. Y hubo quien popularizó la idea de que ahí se encontraba un tesoro. En otra ocasión alguien reportó haber visto el fantasma de una mujer emergiendo de la hondonada y pronto hubo un avistamiento de ovnis en la zona. Por las noches ocurrían fuego fatuos y un médico de la comunidad aseguró haber visto a un teporocho entrar en el bache y desaparecer.
En el sexto aniversario del bache se dieron los festejos a gran escala: fuegos artificiales, denominación de un santo protector, bendición por parte del párroco de la colonia y gran kermés. Candidatos de la oposición se unieron a los festejos y los financiaron. Ya se había establecido un comité para las celebraciones del aniversario. Se vendían estampitas y folletos con las historias de aquel agujero increíble.
Entonces un borracho impactó una madrugada el bache con su auto y murió. Salió en primera plana. Días después llegó una cuadrilla del municipio y comenzó a tapar el bache.
Los vecinos comenzaron a salir. Protestaron. No puede ser, deténganse ya. Quien se creen, con qué autoridad hacen esto. Se plantaron en el palacio de gobierno y gritaron consignas. Interpusieron demandas. Se abrió una página en internet para denunciar el hecho. Pero fueron desalojados por la policía.
Entonces una noche un comando de vecinos armados con palas y picos destaparon el bache. Por la mañana llegó un equipo de arquitectos, restauradores y arqueólogos para elaborar un plan de restauración. El municipio, viendo que aquello ya había sobrepasado sus capacidades, decidió acordonar el bache y lo circundó con una cerca de seguridad.
El Bache se transformó así en una curiosa atracción popular y fue creciendo, haciéndose cada vez más profundo.
Con la temporada de lluvias se fue llenando de agua y, de esta manera, se convirtió en un balneario. Se cerró la avenida y se construyó un centro social, una cafetería, un museo de sitio, una capilla con un santo que nadie había escuchado antes y una tienda de souvenirs. Ya se ha iniciado la construcción de un planetario y un área de meditación trascendental.
Hoy está catalogado como un bien de la nación, protegido por el instituto de arqueología e historia del país.