Lo único constante es el cambio.
Heráclito (540 – 480 a. C.)
El año 2020 marca el 70 aniversario de la Declaración Schuman, considerada el documento fundacional de la Unión Europea (UE). Si bien se avizoraba como un año complejo ante la salida —por primera vez en la historia de la Unión— del Reino Unido, con la llegada de la COVID-19 los escenarios previstos cambiaron por completo.
Ante la emergencia de la pandemia, los países europeos han tenido que enfrentarse a diversos retos. En primer lugar, actuaron de forma individual en varias decisiones para enfrentar la crisis, como la decisión del cierre y apertura de sus respectivas fronteras. Así, mientras el coronavirus provocaba estragos sociales y económicos entre las poblaciones de los diversos países, muchos europeos sintieron que la UE no estaba respondiendo proporcionalmente a la magnitud de la contingencia.
Según una encuesta de Redfield & Wilton, el 70% de los italianos, el 60% de los alemanes y el 59% de los franceses manifestaron que la UE no había ayudado a su país durante esta crisis. Además, el 61% de los italianos, el 47% de los franceses y el 40% de los alemanes opinaron que la pandemia había debilitado a la UE. La mayoría de los ciudadanos encuestados declaró que los Estados miembros respondieron a la crisis del coronavirus sin cohesión y por separado: Italia 83%, Francia 73% y Alemania 71%.
Sin embargo, es bien sabido que la percepción no siempre es congruente con la realidad. La UE se movilizó para repatriar a cientos de miles de ciudadanos europeos mediante vuelos conjuntos; garantizó el suministro de equipos de protección médico; impulsó la investigación sobre tratamientos y vacunas contra el SARS-Cov-2; trabajó en emitir recomendaciones para coordinar la apertura de las fronteras, así como para definir criterios epidemiológicos de ingreso al espacio Schengen. Más aún, la Comisión Europea ha llevado a cabo negociaciones y ha alcanzado diversos acuerdos para contar con potenciales vacunas de forma oportuna y realizar una distribución justa de las mismas.
Y, sin lugar a dudas, el paso más decisivo dado por los 27 Estados miembros es el plan de recuperación acordado por 750 mil millones de euros. Esta medida no tiene precedente. La dimensión de la crisis, así como las largas negociaciones, lograron un hito histórico al emitir una deuda conjunta. Adicionalmente, el Consejo Europeo acordó aumentar el presupuesto de la Unión para 2020 con el fin de hacer frente a la crisis de COVID-19.
La pandemia del nuevo coronavirus seguramente significará un parteaguas en la evolución de la UE, además de haber impactado en la prioridad de los retos que enfrenta. El desafío inmediato es controlar la pandemia, para posteriormente administrar y superar sus consecuencias económicas y sociales. Quizá uno de los mayores cambios se dará a partir del debate sobre la necesidad de otorgar competencias en materia de salud a las instituciones europeas y así avanzar hacia una unión sanitaria.
Destaca que la COVID-19 ha sido un acelerador de tendencias en dos retos importantes: la digitalización y el cuidado del medio ambiente. La epidemia nos forzó a trabajar desde casa, a efectuar reuniones virtuales, a innovar y a utilizar más la tecnología. Con ello experimentamos menor tránsito vehicular con un fuerte impacto positivo en el medio ambiente de las grandes ciudades. El Pacto Verde Europeo tiene el objetivo de reducir los gases de efecto invernadero en 55% para 2030, con respecto a los niveles de 1990, y convertir a Europa en el primer continente climáticamente neutral para 2050.
Otro asunto que siempre representa un desafío para la UE, que polariza a la sociedad, pero cuya intensidad de discusión fluctúa conforme al aumento o disminución de los flujos, es la migración. Al inicio de la pandemia, la llegada de migrantes tuvo una caída natural por los confinamientos. Sin embargo, ha comenzado a incrementarse con el arribo de botes a Italia y a Malta, que se duplicó de junio a julio, acompañado de protestas de sectores de la población por el miedo a que los migrantes puedan ser portadores de COVID-19.
La solidaridad entre los Estados miembros es un elemento central, por lo que la Comisión Europea presentó un nuevo plan en materia de asilo y migración, que gestione mejor el reparto de los solicitantes.
También, el proceso de ampliación de la UE es un tema que ha generado posiciones encontradas. Mientras algunos consideran que no es conveniente aceptar por el momento a más miembros para fortalecer la cohesión entre los existentes, otros opinan que la ampliación sería positiva ante la creciente influencia de Rusia, Turquía y China en los Balcanes. Actualmente, los países candidatos con más posibilidades de adherirse a la Unión son Albania y Macedonia del Norte.
Un desafío reciente en la frontera del este de Europa es el surgimiento de la crisis en Belarús. Las constantes y multitudinarias manifestaciones en protesta por los resultados electorales presidenciales y la lucha por un Gobierno democráticamente electo han aumentado la tensión con Rusia.
La UE representa valores comunes como el Estado de derecho, la democracia, los derechos humanos y el multilateralismo, entre otros. En un orden mundial convulso, donde se reacomodan los liderazgos,su actuación cobra crucial relevancia geopolítica.
Una situación sin precedentes requiere medidas y decisiones sin precedentes. Las acciones de hoy darán ejemplo a la nueva generación europea de ver oportunidades en cada crisis y fortalecer sus capacidades de resiliencia para ser cada vez más fuertes juntos.
En tiempos de la COVID-19, vale la pena recordar a uno de los padres de la Unión Europea, Jean Monnet, que decía: “Europa se forjará en sus crisis y será la suma de las soluciones adoptadas en estas crisis”.
*Diplomática mexicana. Internacionalista por la UNAM. Trabaja en la Jefatura de Oficina de la Cancillería.