Se supone, solo se supone, que el poder Legislativo es un órgano de control de los excesos del poder Ejecutivo, en el sistema de pesos y contrapesos concebido desde los tiempos del liberalismo francés, archi-enemigo del absolutismo y el despotismo ilustrado.
En nuestro sistema no funcionan las cosas así; el poder Legislativo es prácticamente un apéndice del Ejecutivo y a través de los operadores políticos de este, se aprueban porque se aprueban las iniciativas de ley que envía el jefe máximo.
Este es sin duda uno de los excesos del poder; la iniciativa de leyes generalmente surge de la cámara baja, la Cámara de Diputados, la que una vez que se cumple el proceso (iniciativa, discusión, votación, aprobación) se envía para similar tarea a la cámara alta, es decir al Senado, y aprobada la propuesta por el Congreso, se envía al Ejecutivo para su correspondiente promulgación, o si acaso el veto, que es privilegio de éste.
La teoría así lo dice, pero la práctica es distinta; los operadores hacen su tarea y una vez que pasan a las comisiones ya están cabildeadas para aprobarse, salgo algunas reservas que son materia de discusión y no se diga cuando proceden de arriba, porque siguiendo sus precisas órdenes, no se les quita ni una coma y como salieron se aprueban.
Aquí es donde está la rama torcida del árbol. No hay separación de poderes. Las leyes emanan del Ejecutivo, lo que si bien es cierto se ajusta a la normativa legal porque le concede esa facultad, en la realidad se ha convertido también en legislador, lo cual es inadmisible en un sistema democrático porque técnicamente el pueblo es representado por el legislativo en tanto que el ejecutivo es el administrador de gobierno y si una sola persona reune ambas calidades, es incuestionable que se abandona el principio de la democracia para ingresar a los temas del estado controlador a través de un solo ente, lo cual en palabras muy simples es una dictadura.
Luego entonces, si se protesta porque el Ejecutivo promulga leyes, decretos, reglamentos a diestra y siniestra y trastoca el orden legal, es, -aplicando el refrán que da título a este artículo- el que mata la vaca, en tanto que el poder Legislativo, que como decía al principio, se supone es el órgano de control para que no haya excesos del Ejecutivo, se ha convertido en obediente aprobador de leyes, éste organo es el que le agarra la pata y el resultado es el que vemos, una decisión que emana de la jefatura máxima se obedece sin chistar, sin protesta alguna, y el pueblo queda reducido a cumplir aquella arenga del Virrey de La Croix, que decía: " ¡Callad bellacos! - Que vosotros nacísteis para callar y obedecer- " O lo que es lo mismo, regresamos a la época del despotismo ilustrado. El Estado soy Yo.