Un verdadero enfado estar escuchando en la radio, una y otra y otra y otra y otra vez, y una vez más, los mismos mensajitos “destinados exclusivamente a simpatizantes de este partido político”.
Alternativas existen obviamente. Apagar el radio, bajar el volumen, cambiar de estación. Su duración es corta y basta uno o dos minutos y continuamos con la música o la información, pero el meollo del asunto es otro. Al rato vuelta a lo mismo, oootra vez el mismo mensajito. Harta.
¿Por qué razón, si yo no soy ni simpatizante, ni miembro ni nada del instituto político que se está anunciando, cómo diantres osan perturbar mi derecho de seguir escuchando libremente la estación de mi preferencia, sin escuchar su sarta de sandeces?
Yo no tengo que disminuir el volumen de mi radio, ni distraerme cambiando de estación o apagando el aparato con tal de que el anunciante de marras no me endilgue su indeseado mensaje. Frente al derecho del político de dirigir su mensaje a “sus partidarios y simpatizantes”, está mi derecho a no escucharlo y a que no perturbe la tranquilidad de escuchar libremente mi estación preferida.
¿Como pueden decir que “este mensaje va dirigido exclusivamente a nuestros simpatizantes” si todos, lo seamos o no, tenemos que escucharlo a fuerzas? ¿Qué se creen?
Se aprovechan de las lagunas legales en la materia, para hacer sus tropelías, todos cortados por el mismo rasero y con el INE con las manos atadas debido a la colonización de que ha sido objeto por parte del Ejecutivo federal y sus adláteres, y lo pusieron a tono y a modo.
Y así será hasta poco antes del mes de junio del año próximo. Me esperan casi seis meses de mensajes enfadosos que cada vez irán subiendo de tono y no solo allí en la radio, los tendré siempre presentes en las redes sociales, en la prensa, en la televisión; como una maldición, me habrán de perseguir, día y noche, sin tregua, en la mañana, en el desayuno, al estarme bañando, a la hora de la comida, de la siesta, de la cena, rumbo al trabajo, de regreso a casa, a todas horas, sea simpatizante o no del “instituto político” anunciante. ¡Bendito Dios!
Y ni modo. Ah que campañitas tramposas. Por fortuna aún tengo el derecho de manifestar mi inconformidad gracias a que aún tenemos esta libertad conforme a la Constitución, mientras no me la cambien y ni modo, es el precio que inexorablemente deberé pagar para seguir “disfrutando” de más de lo mismo porque al paso que vamos las cosas seguirán igual… o peor.
