Por: Christy Thornton
Ilustración: Patricio Betteo, cortesía de Nexos
En los años posteriores a la Revolución, el tema económico más importante para el Estado mexicano era la deuda. Las suspensiones de pago del periodo revolucionario habían excluido a México de los mercados de crédito internacionales desde 1914, de manera que el país no podía acceder a los préstamos necesarios para su reconstrucción. En los años veinte, mientras que grupos de banqueros se organizaban para presionar a México con la esperanza de que el país reiniciara el pago de su deuda, varias comisiones bilaterales fueron formadas para negociar los términos de compensación. Tras acceder a —y luego renegar de— una serie de tratados con Estados Unidos, líderes mexicanos como Plutarco Elías Calles comenzaron a pensar su subordinación financiera en términos más ampliamente internacionales. Cuando la crisis de 1929 provocó que casi todos los países de América Latina cayeran en impago de su deuda externa, muchos en la región se vieron obligados a confrontar las condiciones que México ya había enfrentado por quince años. De la mano de estos nuevos compañeros de miseria, Calles volvió su mirada al escenario global para argumentar que todo el mundo, y no sólo México, necesitaba de un sistema económico más justo para solucionar el problema de la deuda.