Por Soledad Loaeza
Ilustración: Pablo García
En la Constitución mexicana que produjo la Revolución, la no reelección ha sido un principio intocable, primero, porque representa un vínculo poderoso entre el presidencialismo y el origen revolucionario del sistema político; durante décadas fue una fuente de legitimidad de la autoridad presidencial. Además, era prácticamente el único objetivo de la Revolución que se había alcanzado, una demanda popular que de manera excepcional había sido respetada. Cuando los presidentes se sometían al principio de la no reelección cumplían el compromiso de defender la Constitución, que es una obligación irrenunciable de todo presidente; el principio de no reelección fue sobre todo una fórmula efectiva para resolver la lucha por el poder que, si se desboca, puede causar graves estropicios.
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