Por: Laura Frade
Ilustración: Estelí Meza, cortesía de Nexos
Tanto el Plan de estudio 2022 que define las bases filosóficas, legales, epistemológicas, pedagógicas y didácticas de la Nueva escuela mexicana como los borradores de los avances de los programas sintéticos que determinarán los contenidos nacionales que deberán estudiarse en la educación básica cuentan con un enfoque emancipador, decolonial y transformador. Dicho de otra manera: buscan construir ciudadanía al liberar a los oprimidos y excluidos por razones de clase, género, identidad y pertenencia étnica, orientación o identidad sexual, capacidad o discapacidad; advierten que la educación mexicana, tal y como se ha brindado hasta la fecha, parte de un pensamiento único, eurocéntrico, patriarcal y heterosexual que no permite la inclusión y la diversidad que caracteriza a la población de nuestro país. Sin negar que efectivamente existen relaciones de poder y discriminación entre los diversos sectores sociales en México, a la vez que también se cuestiona que la educación mexicana solamente haya impulsado esta reproducción sin contar con otros avances, es importante observar que el planteamiento pedagógico que se identifica a lo largo de todos los documentos emitidos a la fecha se sustentan fundamentalmente en la educación liberadora de Paulo Freire, cuya pedagogía por naturaleza es andragógica, o sea, que está concentrada en la educación para adultos. Como se sabe, dicho autor teorizó y practicó lo que se demuestra en varias de sus obras sobre alfabetización de personas adultas. Y aunque existen adaptaciones a la niñez ya trabajadas por sus seguidores, éstas cuentan con ciertas dificultades.