Ciudad de México /
Por Michael K. Schuessler
Ilustración: Gonzalo Tassier
Si bien en aquel entonces Pita seguía conservando algo de su antigua fama, esto se debía sobre todo al estrafalario personaje que ella misma había construido, personaje que, según algunos, se había devorado a la poeta Guadalupe Amor. Como estudiante de la literatura del siglo de oro español, yo no entendía esta extraña fijación en su persona en detrimento de su gran obra lírica, casi abandonada y olvidada, repleta de imágenes espirituales —a veces místicas— y un ritmo musical perfecto, que hacía eco de las grandes estrofas de su estirpe literaria española: Garcilaso, Lope de Vega, Calderón de la Barca y, en México, sor Juana Inés de la Cruz.