El sorprendente cambio en el estado de ánimo de los mercados y en los precios durante la semana pasada es un testimonio de la inestabilidad subyacente en el entorno actual para los responsables de formulación de políticas y los inversionistas. Y es una inestabilidad que se intensificará en los próximos meses.
El catalizador de lo que muchos calificaron de “carnicería del mercado” el martes —pérdidas de entre 3 y 5 por ciento en un solo día en los principales índices bursátiles de Estados Unidos— fue, por supuesto, un feo informe sobre la inflación. Y las cifras de agosto fueron decepcionantes en muchos sentidos, incluido, sobre todo, un mayor aumento mes a mes y la ampliación de los impulsores de la inflación subyacente.
A juzgar por el espectacular aumento del rendimiento de los bonos del gobierno a dos años, así como por los movimientos en otros sectores de los bonos del Tesoro, los mercados luchan para fijar el precio en un momento “HFL”, es decir, tipos que suben (Higher), que llegan más rápido (Faster) y que permanecen más tiempo (Longer).
En esta ocasión, el retraso para que los inversionistas acepten que hay un cambio más rápido en el enfoque de gran apoyo a los mercados por parte de los bancos centrales tuvo poco que ver con la inclinación previa de los responsables de las políticas a debilitar el mensaje de las medidas antiinflacionarias. Esta tendencia contribuyó antes a mantener viva la esperanza de un aterrizaje suave e inmaculado y de un rápido giro para alejarse de un régimen de liquidez restrictivo.
Pero desde el discurso en Jackson Hole del presidente de la Reserva Federal de EU, Jerome Powell, los funcionarios del banco central estadunidense han sido inusualmente consistentes a la hora de declarar su compromiso incondicional de luchar contra una inflación inaceptablemente alta, así como a la hora de transmitir las implicaciones políticas.
Los responsables de la formulación de políticas y los inversionistas tendrán que asimilar más realidades en los próximos meses.
En primer lugar, la fragilidad del crecimiento mundial está aumentando. Europa todavía tiene que complementar la protección fiscal de los hogares frente a los altos precios con un enfoque de asignación de energía ordenado que minimice los daños estructurales inmediatos y a largo plazo de la economía.
China aún no encuentra una forma políticamente aceptable de salir de la trampa de “vidas contra medios de subsistencia” del covid que, si no se avanza en la vacunación efectiva de todo el país, socava la contribución de la nación a la demanda y la oferta en la economía mundial. Incluso EU, el más fuerte de los países de importancia sistémica, se enfrenta a vientos en contra del crecimiento interno. Y todo esto en un momento en que las presiones inflacionarias, y la destrucción de la demanda que conlleva, solo se van a disipar poco a poco.
A medida que esto se desarrolle, las inconsistencias del mercado serán más difíciles de sostener. Con el aumento de los rendimientos a corto plazo, la ventaja TINA (There Is No Alternative o No Hay Alternativa) que las acciones poseen desde hace mucho tiempo se está erosionando. Los bonos a largo plazo ofrecen una mejor protección contra una gran desaceleración mundial y las tensiones del sistema financiero. Y los riesgos económicos y financieros de un dólar tan fuerte, tanto a escala nacional como, sobre todo, a internacional, son más difíciles de eludir.
No hace falta decir que este no es un buen entorno para que los bancos centrales jueguen a ponerse al día. El riesgo de otro error de políticas, que ya es incómodamente alto, va en aumento.
Dadas las cifras de la inflación, la Fed no tiene más remedio que anticipar su respuesta política, incluido un tercer aumento consecutivo de 0.75 puntos sin precedente la próxima semana.
Mientras, el Banco Central Europeo tiene que incorporar las implicaciones de los esfuerzos de política fiscal para compensar el impacto de la crisis de energía en los hogares y las empresas.
La inclinación natural a suavizar la orientación de la política monetaria ante la fragilidad del crecimiento mundial y la inestabilidad de los mercados choca con la realidad de una inflación alta y la necesidad urgente de restablecer la credibilidad de la política. De hecho, el titubeo del banco central solo servirá para empeorar la escala y la complejidad de los retos económicos y políticos de 2023.
La agitación de los mercados de esta semana no se debe solo al choque entre el exceso de optimismo y las realidades económicas y políticas. También es un reflejo de que los inversionistas están asimilando mejor la compleja incertidumbre a la que se enfrentan tanto los responsables de las políticas como su propio enfoque de la asignación de activos.
La buena noticia radica en la doble perspectiva de que las economías dejen atrás un largo periodo de asignación ineficiente de recursos y de que se restablezca el valor de los mercados, muy distorsionados por la intervención prolongada de los bancos centrales. Para que estas perspectivas se hagan realidad, las economías y los mercados deben sortear la mayor posibilidad de errores políticos, tensiones en los mercados y las trampas de comportamiento que suelen acompañar a los cambios bruscos en la confianza de los inversionistas.