Colombia se prepara para ser la economía que más crezca este año en América Latina, ha tenido una de las recuperaciones más fuertes de la región después de la pandemia de covid-19. Sin embargo, sus ciudadanos acaban de elegir a un presidente de izquierda radical que quiere cambiar drásticamente su modelo económico.
Esta aparente paradoja se explica por un sentimiento de ira que se comparte en toda América Latina. El año pasado, Perú eligió como presidente a un profesor de primaria de un remoto pueblo andino, Pedro Castillo. Luego, Chile eligió a un antiguo líder de protestas estudiantiles, Gabriel Boric. Ahora Colombia eligió a Gustavo Petro, cuyos años de juventud los pasó como miembro clandestino de una guerrilla urbana ya desaparecida.
La decisión de Colombia es trascendental porque la nación nunca había elegido a un presidente de izquierda en su historia moderna. Sus partidarios consideran que su victoria, y la de su compañera afrocolombiana, Francia Márquez, es una prueba de que la democracia de Colombia alcanzó por fin la mayoría de edad.
A los críticos les preocupa que la promesa de Petro de poner fin a las nuevas exploraciones de carbón y petróleo, y de orientar a Colombia hacia la agroindustria y el turismo, perjudique a una economía que ya es vulnerable a los elevados déficits presupuestarios y de cuenta corriente.
Una lectura más acertada es que los votantes están castigando a los gobernantes en funciones; seguirán haciéndolo mientras no mejore el nivel de vida.
El mayor problema de Latinoamérica es un débil crecimiento sistemático y la falta de competitividad. La pandemia golpeó a la región con más fuerza, pero incluso antes de eso, estaba muy por detrás de otros mercados emergentes. La debilidad de las inversiones, las infraestructuras deficientes, la agobiante burocracia, los sistemas fiscales mal diseñados y la educación inadecuada son los principales responsables.
América Latina está en una posición ideal para beneficiarse de la geopolítica actual. Tiene combustible, alimentos, metales clave y energía renovable en abundancia. Está cerca del mercado estadunidense, pero lejos de conflictos graves. Pero no se beneficiará de estas oportunidades si no se llevan a cabo reformas estructurales de amplio alcance.
La elección de populistas o ideólogos no ayudará; lo que se necesita es un consenso paciente y decidido para diseñar y llevar a cabo reformas que se centren en el crecimiento durante varios gobiernos. Las políticas económicas orientadas a la exportación del sudeste asiático son un ejemplo a seguir para América Latina.
srgs