Dos fallos recientes de la Corte Suprema --una que pone fin a la acción afirmativa en las admisiones universitarias y otra que veta el plan de condonación de la deuda estudiantil de Joe Biden-- se han vuelto objeto de críticas por los progresistas como una prueba más de que el poder judicial está destruyendo Estados Unidos; sin embargo, casi todo tiene un lado positivo, y puedo ver uno aquí. La Corte elevó de manera involuntaria la cuestión de la desigualdad de ingresos y la necesidad de una reforma educativa basada en las clases sociales.
Empecemos con el primer fallo, que prohíbe la acción afirmativa, que durante más de medio siglo ha permitido a las universidades admitir a más estudiantes de minorías sobre la base de la raza. Sin duda esto contribuyó a que más gente de color acceda a las mejores escuelas, lo cual es bueno, pero el pequeño y sucio secreto de la acción afirmativa es que las escuelas también lo utilizan para ayudar a aceptar a estudiantes acomodados de todos los colores (y nacionalidades --nada dice “marca de lujo global” como un título de una universidad estadunidense de primer nivel). Esto significa que, si bien la educación superior se ha vuelto más diversa por su cultura y origen étnico, la brecha de ingresos ha crecido hasta ser el doble que la diferencia racial.
Como señala Richard D. Kahlenberg de Georgetown (autor de The Remedy: Class, Race and Affirmative Action), las preferencias raciales no han cambiado las estructuras de poder económico en EU. De hecho, es posible que se hayan endurecido, creando lo que puede llamarse una aristocracia arcoiris.
La investigación del economista Raj Chetty muestra que Harvard, por ejemplo, tiene 15 veces más estudiantes de la quinta parte más rica de la población que de la quinta parte más pobre. Además, los estudiantes negros, hispanos y de los nativos americanos recibieron un mayor impulso que los de bajos ingresos en las admisiones. No es de extrañar que 71 por ciento de esos estudiantes provengan de hogares con estudios universitarios con ingresos superiores al promedio nacional. Eso los coloca en la quinta parte superior del espectro de ingresos de sus propios grupos raciales. Muchas de las mejores escuelas tienen tendencias similares.

Todo esto termina enfrentando a estudiantes de bajos ingresos --sin importar cuál sea su color-- entre sí. Este fenómeno es, por supuesto, explotado por algunos conservadores con el fin de alimentar la ira entre los votantes blancos más pobres que el sistema está manipulado en su contra. Es un argumento eficaz porque en parte es cierto. El sistema está amañado contra los menos ricos.
Esto nos lleva al segundo fallo, prohibir el esquema de condonación de deudas de Biden para los estudiantes. Esto puede crear lo que un grupo de economistas creen que puede ser un viento en contra recesivo, ya que las 27 millones de personas que pidieron prestado para pagar sus títulos tendrán que empezar a hacer pagos de nuevo. Esto comenzará a disminuir su capacidad de gastar en otras cosas. La investigación de la Reserva Federal de Nueva York muestra que los niveles de deuda estudiantil son uno de los mayores riesgos estructurales a mediano y largo plazo para la economía estadunidense.
Creo que esta decisión también va a echar leña al fuego de un debate que ya está avinagrado sobre los ridículos niveles de inflación en la educación superior, y cómo frenar los costos al mismo tiempo que se mejora la propia educación. Esto sería algo muy bueno.
Entre 1979 y 2021, el precio por obtener un título de cuatro años de una universidad estadunidense (pública o privada) se triplicó, y eso es después de tener en cuenta la inflación normal. Estoy a punto de pagar el cuarto año de aproximadamente 80 mil dólares de matrícula universitaria para mi hijo mayor. Si no dispones de un montón de dinero en efectivo, o si no estás recibiendo una buena cantidad de ayuda financiera, solo tienes un par de maneras de hacer frente a esto.
En primer lugar, se pueden asumir montones de deuda (en realidad, los pagos de la deuda de los préstamos estudiantiles se inclinan hacia los hogares de altos ingresos, que son ricos en la ansiedad meritocrática que apoya los modelos de negocio de tantas escuelas). O puedes hacer algunos cambios importantes en el estilo de vida. Esto se está convirtiendo en un problema macro y microeconómico. Muchas personas que conozco trabajan más de lo previsto con el fin de pagar la educación de sus hijos, así como su propia jubilación. Eso distorsionará los mercados laborales y, por tanto, la economía en su conjunto.
Claramente este sistema no funciona. A menos que Biden pueda impulsar de alguna manera un jubileo de la deuda estudiantil en el futuro, creo que vamos a tener una amplia reforma de la educación universitaria. Eso significa que es probable que tengamos una conversación nacional que debió hacerse hace mucho tiempo, dado que la educación universitaria en Estados Unidos no se ha renovado de manera importante desde el final de la Segunda Guerra Mundial.
De hecho, esto ya está empezando a suceder. La enorme cantidad de dinero de estímulo que se está invirtiendo en la reindustrialización de Estados Unidos puso de nuevo de moda la educación profesional. La necesidad de reducir la carga general de los costos universitarios creó un viento favorable para las llamadas escuelas “6 en 4”, que ofrecen dos años de créditos universitarios en el contexto de una enseñanza media de cuatro años. Estas escuelas --que están ganando mucha popularidad no solo en EU, sino en muchas otras partes del mundo-- tienen el efecto de mejorar los planes de estudios de las escuelas preparatorias al tiempo que hacen que la universidad sea más corta y más barata.
La Corte no se propuso revolucionar la educación superior estadunidense matando la acción afirmativa y cancelando los planes de condonación de deuda de Biden, pero si ese es el resultado final, mucho mejor.
