Los historiadores van a considerar a Boris Johnson como uno de los políticos más significativos de Reino Unido. En términos del impacto que tuvo en su país, para bien o para mal, posiblemente no quede muy lejos de Clement Attlee y Margaret Thatcher entre los políticos de la posguerra.
El legado más importante de Johnson será “conseguir que se hiciera el brexit” y, por lo tanto, la transformación de la relación del país con la Unión Europea. Eso quizá no habría ocurrido sin él, a pesar de que Nigel Farage, líder del partido del brexit, y el ex primer ministro David Cameron también desempeñaron papeles importantes. También determinó la naturaleza del brexit. En la actualidad, la única opción que le dejó al país es entre un brexit ultra duro y “sin acuerdo comercial”.
Johnson insiste en que Reino Unido va a “prosperar inmensamente” bajo la segunda opción. A este comercio lo llama bajo los términos “australianos”, una etiqueta más elegante para las reglas de la Organización Mundial de Comercio (OMC). Pero Australia apenas envió a la Unión Europea 3 por ciento de sus bienes de exportación en 2019. Es posible que quiera un acuerdo comercial con la Unión Europea, pero no puede vivir sin uno. La posición de Reino Unido es diferente: envió 46 por ciento de sus exportaciones al eurobloque. Para Australia, el mercado que importa es China, que se llevó 38 por ciento de sus exportaciones. Por desgracia, Australia está aprendiendo la poca protección que puede darle la OMC contra una superpotencia enojada.
El mismo gobierno británico estima que la opción “sin un acuerdo” sobre el comercio reducirá el producto interno bruto (PIB) de Reino Unido en alrededor de 8 puntos porcentuales en 15 años en relación a lo que ocurrirá si se quedara en la Unión Europea. Esto puede equivaler a reducir a la mitad el crecimiento acumulado del PIB per cápita. El acuerdo de libre comercio que busca puede costar 5 puntos porcentuales, todavía demasiado, pero un poco menos.
Las cuestiones sobre las cuales el gobierno lucha con la Unión Europea son absurdas. Una es la pesca. Sin embargo, la “pesca y acuicultura” generan apenas 0.04 por ciento del valor añadido bruto de Reino Unido. Otro es la “igualdad de condiciones” en la competencia, a la que el primer ministro comprometió al país en la “declaración política” que acordó con la Unión Europea el año pasado. Ahora Johnson argumenta que a Reino Unido se le debe tratar como a Canadá, pero las importaciones de la Unión Europea de bienes procedentes de Reino Unido son 10 veces más que las que recibe de Canadá. Inevitablemente, no se consideran a los dos de la misma forma.
Un gran problema ahora es el protocolo sobre Irlanda e Irlanda del Norte que se acordó el año pasado, parte del cual ahora Reino Unido está legislando para deshacer. Romper su palabra es peor que algo malo, es tonto. Coloca un gran letrero brillante sobre Downing Street que dice “no confíes en mí o en mi país”.
Entonces, ¿por qué pensar en hacer esto? Tal vez Johnson desea culpar los inevitables dolores del brexit a la intransigencia de la Unión Europea. Esto puede ser una victoria a nivel interno, a pesar de que envenenará las relaciones con la Unión Europea de forma indefinida.
La combinación de un brexit impopular con la mano dura con la que se maneja fortalece la presión del Partido Nacional Escocés para su independencia. Por lo tanto, el resultado de que Johnson esté jugando con fuego con el nacionalismo inglés puede ser el final de la misma unión de Inglaterra y Escocia.
Además, tenemos un asalto sobre las instituciones y principios establecidos. En la mira de su populismo está la soberanía parlamentaria (en oposición de la popular), las empresas, la administración pública, el poder judicial, los abogados de derechos humanos, la BBC y la economía de libre mercado thatcherianas. En algunos de estos ámbitos existe una verdadera necesidad de una reforma, pero el enfoque conservador esperado sería considerar el cambio cuidadosa y meticulosamente: después de todo, es mucho más fácil empeorar las cosas que mejorarlas. Pero este no es el enfoque que se tomó.
Una vacuna puede rescatar a Reino Unido del desastre del covid-19, pero el desorden que hizo Johnson con el manejo de la pandemia es asombroso: los innumerables cambios de opinión, la estrategia confusa y la absurda fanfarronada. La aseveración de Johnson, para tomar un ejemplo notable, de que Reino Unido tendrá un sistema de pruebas y rastreo “que supere lo que hay a escala mundial” para el 1 de junio va a la par con su afirmación de que va a “prosperar inmensamente” sin un acuerdo comercial con la Unión Europea. Ninguna tiene una conexión con la realidad. El sistema de pruebas y rastreo aún no funciona bien. De forma vergonzosa, Reino Unido tiene la tasa total de mortalidad más alta por covid de todos los países de altos ingresos, después de Bélgica y España.
Boris Johnson no es un hombre serio. Es poco probable que alguna vez gobierne de manera competente. Incluso si la mentalidad del gobierno de “moverse rápido y romper las cosas” termina con la salida de Dominic Cummings, eso no va a cambiar. Johnson ya rompió grandes cosas que no puede volver a pegar. Esto lo convirtió en un político realmente importante pero, por desgracia, dañino.
El primer ministro, aislado por covid-19
El primer ministro británico, Boris Johnson, decidió aislarse tras haber estado en contacto con una persona que dio positivo a coronavirus, anunció ayer un portavoz. Johnson, quien padeció covid-19 en primavera, se encuentra “bien” y no tiene “ningún síntoma” de la enfermedad, precisó la fuente.
