Pleitos por herencias, familias divididas y empresas que desaparecen tras la muerte de su fundador: no es un guion de telenovela, es una realidad común en México. Aunque los casos más mediáticos suelen implicar a celebridades, la historia se repite entre personas comunes y familias empresarias. ¿Por qué el patrimonio, que debería unir, termina por fracturar?
Jorge Arellano, especialista en empresas familiares y autor del libro Empresas familiares que trascienden, lleva más de 17 años acompañando a familias mexicanas y estadunidenses en procesos de sucesión, profesionalización y blindaje patrimonial.
Desde su experiencia, asegura que "en general todo mundo, tiene apegos emocionales a las cosas. No solamente al tema físico, al tema material, sino también al tema de los nombres y los legados, por eso los apellidos tienen tanto valor".

"Cuando hay un problema con las herencias es precisamente porque no se dejó establecido con claridad quién quiere que se quede con ese legado, con la parte material, y eso genera siempre temas emocionales de cualquier ser humano. Enojos, miedos, rencores”, añade.
Arellano enlistó algunos de los errores más comunes: "Número uno es arrogancia, arrogancia de pensar que no te vas a morir, que tú vas a tener el control de la compañía durante mucho tiempo, que eres eterno; y número dos, miedo, miedo a que enfrentes a la familia y digas las cosas que piensas o sientes".
Esta combinación de arrogancia y temor da lugar a la postergación de decisiones críticas: "Postergan la decisión de hablar quién se va a quedar con la compañía, quién se va a quedar con la parte material, quién se va a quedar con el manejo de las regalías".
De acuerdo a estudios como Nivel de progreso de las Empresas Familiares del IPADE Business School, el 52% de las empresas familiares en México presenta riesgo de no subsistir a largo plazo, debido a prácticas deficientes en gobernanza, institucionalización y sucesión generacional.
Arellano se detiene también en el aspecto cultural: "En México sabes que vamos al Día de Muertos y vamos y convivimos con nuestros muertos, (...) pero tú le preguntas a un empresario, a un padre de familia, a una madre de familia que hay que hacer su testamento y nada más mencionas la palabra testamento y creen que se van a morir".
Esto se suma al secretismo en torno al dinero: "Es precisamente el tema cultural de no hablar del dinero... pero hablar del dinero es muy importante desde edades tempranas, es decir, tener esa financiera, educar a la familia respecto al tema porque el dinero, queramos o no queramos, es una herramienta muy importante, nos ayuda a tener una mejor calidad de vida".
¿Qué se puede hacer?
"Lo primero es sentarse los dueños de la empresa, con el primer gran dilema de hacerse la pregunta, ¿qué queremos que pase, que suceda con nuestra empresa, nuestra familia y nuestro legado?".
Las herramientas posibles son muchas: testamento, fideicomisos, asambleas de accionistas, consejos de administración, protocolo familiar.
"El protocolo familiar es una herramienta fundamental que pone de alguna forma los lineamientos de la relación de la familia con la empresa, la familia con la propiedad y la familia respecto a la operación de la compañía".
Arellano ha acompañado casos de éxito, como el de una familia con más de 70 años que inició el proceso con anticipación:
"Cuando tú logras ver que la familia, la segunda generación y ya los pequeños de la tercera, entienden el valor del legado de los fundadores, y no hablando del tema material, sino del tema de lo que significa el nombre de la familia, el nombre del corporativo de la empresa y sobre todo, del valor social que la empresa genera en la sociedad, en el entorno, en la comunidad, (…) pues obviamente estás preservando capital, riqueza, no solamente para la familia, sino para la misma comunidad, proveedores, etcétera, y para los empleados".

Pero también ha sido testigo de casos de ruptura:
“Me habló un cliente y me dijo: 'Jorge, me urge hablar contigo'. Le dije: 'Oye, pero si te urge es porque ya pasó algo'. Me dice: 'Sí, mi hermano falleció, mi papá falleció, mi hermano tomó control de la compañía, cambió las chapas de la empresa, no puedo entrar, ¿qué puedo hacer?'”. La respuesta fue clara: “Debiste haber hecho algo antes, cuando yo fui contigo hace ocho años”.
Casos como este, reconoce, son más frecuentes de lo que se cree. En su trabajo ha identificado una tendencia: la mayoría de las familias empresarias llaman cuando ya hay un problema, no cuando están a tiempo de prevenirlo.
“El dato duro es muy concreto, muy concreto: 70% de las empresas familiares en México no pasan a la segunda generación... es decir, estamos hablando que solamente el 30% tiene ese éxito del que estábamos hablando
Arellano insiste: "Si de todos modos alguien se va a quedar con tu dinero, o con tu empresa, con tu herencia, ¿por qué no planearlo con anticipación?".
Y aunque el tema puede ser incómodo, evitarlo solo garantiza una cosa: que lo no resuelto en vida se convierta en pleito tras la muerte.
EHR