Internacional

Phoebe Gates eligió la moda

The New York Times

Tendencias. La hija menor de Bill y Melinda dirige una plataforma especializada en comparar precios de artículos nuevos o usados entre miles de sitios en internet

En el último piso de un edificio cerca de Union Square, hay una pequeña oficina de paredes blancas repleta de veinteañeros agotados que comen Cinnamon Crunch y jelly beans. Un pizarrón blanco con un calendario de cuenta regresiva está tachado en rojo; en una estantería cercana, un busto romano tiene un globo rosa pegado en la boca, como una burbuja de chicle a punto de reventar. Afuera de la puerta se lee un cartelito que dice “Phia”, el nombre de una nueva herramienta de comercio electrónico ideada por dos estudiantes de Stanford en su dormitorio. Una empresa emergente básica. Excepto por una cosa: el factor Gates.

Phoebe y Sophia Kianni en el edificio de oficinas de Phia, en Nueva York. Alexandra Genova/ The New York Times
Phoebe y Sophia Kianni en el edificio de oficinas de Phia, en Nueva York. Alexandra Genova/ The New York Times

Phia, una aplicación/navegador de internet que salió el 24 de abril, busca ser el Booking.com de la moda; ofrece una comparación de precios entre miles de sitios para cualquier artículo, nuevo o usado, que te llame la atención.

Es la invención de Phoebe Gates, de 22 años, la hija menor de Bill Gates y su ex esposa, Melinda French Gates, y de su antigua compañera de piso, Sophia Kianni, de 23 años.

Phoebe es extremadamente competitiva y, como su padre, tiene trastorno por déficit de atención e hiperactividad. ALEXANDRA GENOVA / THE NEW YORK TIMES
Phoebe es extremadamente competitiva y, como su padre, tiene trastorno por déficit de atención e hiperactividad. ALEXANDRA GENOVA / THE NEW YORK TIMES

Ya es suficientemente complicado emprender un negocio como mujer joven, pero emprender uno relacionado con la tecnología siendo una mujer joven que comparte apellido con uno de los empresarios tecnológicos más famosos del planeta —y decimotercera persona más rica—, con todas las ideas preconcebidas y expectativas que ello implica, es un asunto espinoso.

“Al crecer, me di cuenta de que la gente siempre va a tener ideas sobre mí”, dijo Phoebe Gates recientemente. Caminaba con rapidez por el mercado de productos verdes desde su oficina hasta su apartamento, faltaban dos semanas para el día del lanzamiento; ella y Kianni no dormían mucho.
“Si el negocio tiene éxito, dirán: ‘Es por su familia’. Y en parte es cierto —confirmó Phoebe—. Nunca hubiera podido ir a Stanford, ni tener una educación tan increíble, ni sentir el impulso de hacer algo, si no hubiera sido por mis padres. Siento una enorme presión interiorizada”.

Sabe que la gente asumirá que su nombre es la forma en que ella y Kianni accedieron a la empresa de capital de riesgo que las respalda, y conocieron a sus inversores ángeles y mentores, como Kris Jenner, la madre de las Kardashian; Sara Blakely, de Spanx, y Joanne Bradford, ex presidenta de Honey. Por qué Alex Cooper accedió a incorporarlas en su naciente empresa de pódcasts para hacer el suyo, The Burnouts With Phoebe and Sophia, sobre ser empresarias veinteañeras y mejores amigas.

“Somos roomies que se pelean por la ropa; somos las chicas que buscan ofertas en los sitios web de compras. Hay miles de otras jóvenes como nosotras”.

De segunda mano

Phoebe Gates creció en Seattle y es la menor de tres hermanos. Su hermana es residente de pediatría y su hermano trabaja para un comité del Congreso.

Durante la preparatoria, pasó la mayor parte de los veranos en Ruanda. Es muy competitiva y, como su padre, tiene trastorno por déficit de atención e hiperactividad. Fue educada para dedicarse a la filantropía y no a Microsoft (su padre se retiró de la empresa cuando ella tenía seis años). A diferencia del resto de su familia, es extrovertida.

Phoebe es extremadamente competitiva y, como su padre, tiene trastorno por déficit de atención e hiperactividad.  Alexandra Genova / The New York Times
Phoebe es extremadamente competitiva y, como su padre, tiene trastorno por déficit de atención e hiperactividad. Alexandra Genova / The New York Times

De sus hijos, es la “más diferente a mí —dijo Bill Gates—, porque es muy buena con la gente. Cuando nos íbamos de vacaciones en alguna parte de la playa para estar solos, Phoebe caminaba, conocía a gente y la traía para presentárnosla”.

También es quien ama la moda. Vive en un departamento tipo loft de dos dormitorios con dos gatos ragdoll, un salón-comedor-cocina de planta abierta, techos de seis metros y un vestidor organizado por colores.

“Solía vestirme muy mal”, dijo Phoebe. Llevaba unos botines vintage Chanel, un vestido Reformation, un blazer Nili Lotan de Poshmark (es fan de los sacos) y unas joyas de Tiffany que compró en RealReal. Cuando llegó a la universidad, recordó: “Me vestía con Forever 21 y Shein. Sophia me vio y dijo: ‘Oh, chica, no’”.

Poco a poco descubrió cosas de segunda mano, y ahora compra la mayor parte de su ropa a través de la reventa, y su hermano le pide consejo sobre vestimenta. Los domingos arma sus atuendos de la semana y los cuelga en una barra para no tener que pensar en ellos por la mañana. Le encanta el rosa.

La habitación de su casa es rosa pálido. Sale con Arthur Donald, nieto de Paul McCartney, desde hace casi dos años. Se conocieron cuando ella y Kianni hicieron una colaboración con Stella McCartney, su tía. Él vive en California e intenta venir a Nueva York los fines de semana.

Está muy conectada a internet: tiene casi 500 mil seguidores en Instagram, donde publica fotos de su activismo y de noches de galas de premios con Donald, como los Premios Albie de la Fundación Clooney para la Justicia, y unos 242 mil seguidores en TikTok: uno de sus videos más populares fue un enfrentamiento con su padre por un té de burbujas.

La narrativa de Stanford

La idea de Phia, un acrónimo de Phoebe y Sophia, empezó cuando Gates (que en su día pensó que podría dedicarse a la salud de la mujer, el tema central de su filantropía) y Kianni (que quería ser abogada medioambiental) intentaron idear una propuesta para entrar en una clase de iniciativa empresarial.

Primero se les ocurrió trabajar en un tampón inteligente por Bluetooth, que supiera lo que te pasaba con las hormonas, el nivel de hierro y demás; también idearon hacer “la versión Gen Z de LinkedIn”. Entonces, pensaron en lo que tantas mujeres que crearon sus propias marcas de moda habían pensado: su propia experiencia.

Gates recordó haber visto un vestido de Area que había comprado por 500 dólares, revendido por 150 en RealReal y haberse sentido “tan tonta”. Kianni, quien es iraní-estadunidense, creció en Washington D. C. y fundó una organización sobre el cambio climático, Climate Cardinals, cuando estaba en la preparatoria (traduce artículos sobre el clima a 100 idiomas), ya era una dedicada compradora en reventa.

Pensaron que tenía que haber otras personas como ellas: “Chicas listas, de 25 a 30 años, que quieren comprar como genias y conseguir el mejor precio con un solo clic”, dijo Phoebe. Estaban tan entusiasmadas con la idea que querían abandonar los estudios y empezar de inmediato, pero sus madres intervinieron.

Las dos decían: “Eso no va a pasar”. Aun así, se graduó en tres años en lugar de cuatro, para que pudieran mudarse a Nueva York, “donde está la moda”, y comenzar.

Consejos, más que dinero

Cuando le dijo a su padre que ella y Kianni querían entrar en el nicho del comercio electrónico, su reacción fue: “Mucha gente lo ha intentado, y hay algunos grandes ahí”. Le preocupaba que ella le pidiera dinero.

Habría ayudado a financiar a Phia, dijo Bill en un pódcast. “Y entonces la habría mantenido a raya y habría estado haciendo críticas de negocios, lo que me habría parecido complicado, y probablemente habría sido excesivamente amable, pero ¿me habría preguntado si era lo correcto?”. Por suerte, nunca ocurrió”. Ella recurrió a él para pedirle consejos, sobre todo en cuestiones de personal.

Su madre, a quien llama su “roca”, le dijo que tenía que reunir el capital por su cuenta. “Lo vio como una verdadera oportunidad para mí de aprender y fracasar”, compartió Gates. Ella y Kianni empezaron con 100 mil dólares de Soma Capital y una subvención de Stanford de 250 mil dólares de un programa social de emprendimiento. Tras muchos rechazos, finalmente consiguieron el respaldo de una empresa, incluidos otros 500 mil dólares de inversores ángeles. Y cuentan con su red de mentoras poderosas.

Ahora Phia emplea a cuatro personas enfocadas en ingeniería a tiempo completo, así como a una directora de operaciones y a una diseñadora que cursa su último año en la Universidad de Rutgers. Todos los empleados tienen acciones, y los ingresos provendrán de enlaces de afiliados. (Hay 40 mil sitios, nuevos y de reventa, vinculados a la plataforma Phia, que no solo muestra las prendas que coinciden, sino también las que son similares, por ejemplo, en la paleta de colores de una temporada anterior o en una talla diferente).

Gates y Kianni están especialmente orgullosas de su gráfico de precios: un sencillo indicador que aparece cuando miras una falda, por ejemplo, para decirte al instante si el costo es justo, alto o bajo, y si la pieza conservará su valor en el mercado secundario.

Ni siquiera alguien como Gates podría haber previsto lo buena que sería esa información, que llega en medio de la confusión mundial sobre la guerra de aranceles que desató Trump.


Google news logo
Síguenos en
Vanessa Friedman
  • Vanessa Friedman
Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de Notivox DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de Notivox DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.