La historia más conocida sobre el papa Pío XII, cuyo mandato en el Vaticano se extendió de 1939 a 1958, ocurrió durante su funeral.
Debido a que en vida pidió no ser sometido al método de embalsamiento tradicional, su médico implementó una técnica muy poco ortodoxa: sumergió el cuerpo en una mezcla de aceites y hierbas, con la intención de desoxidarlo, y lo envolvió después con papel.
Con la inmersión del cadáver en aquellos aceites se pretendía preservar al sumo pontífice en las mejores condiciones posibles, pero el resultado fue completamente opuesto. Al no haberse extraído los órganos, el cuerpo de Pío XII acumuló una serie de sustancias que aceleraron su descomposición.
Aunado a lo anterior, los gases provocados por el proceso no podían escapar de forma natural, ya que los restos permanecían envueltos dentro del ataúd cerrado. Esta suma de factores provocó que el cadáver sufriera un estallido interno, lo que orilló a la Iglesia a ocultarlo de la vista pública, contra todo protocolo.
Aunque la explosión suscitada durante los ritos fúnebres es el episodio por el que más se le recuerda a Pío XII, este hombre tuvo una gran relevancia en el dogma romano, pues fue el encargado de gobernar el Vaticano durante la Segunda Guerra Mundial.
El proceso para convertirlo en un santo católico inició apenas un par de meses después de su muerte, confirmada el 9 de octubre de 1958. Sin embargo, la canonización no se ha podido concretar casi cinco décadas después. ¿Por qué? En MILENIO te contamos.
Las controversias que envuelven la figura de Pío XII
Pío XII, nacido como Eugenio María Giuseppe Giovanni Pacelli, se convirtió en jefe de la Iglesia Católica en marzo de 1939, seis meses antes de la invasión alemana a Polonia con la que se decretó el inicio de la Segunda Guerra Mundial.
Previo a ocupar el trono de San Pedro, Pacelli fue cardenal y secretario de Estado de la Santa Sede. En dicho puesto, fue el encargado de firmar un concordato —es decir, un tratado de reconocimiento mutuo— con Franz von Papen, diplomático al servicio de Adolf Hitler.
El documento pretendía regular las relaciones entre la Iglesia Católica y la nación alemana, en donde la mayor parte de la población ejercía el protestantismo. En el primer artículo del concordato, el Reich se comprometía a garantizar la libertad de profesión y ejercicio público de los católicos, así como a reconocer su independencia para administrar sus asuntos. La Santa Sede, por otro lado, ofrecía asistencia espiritual al ejército a través de un obispo militar.

Para quienes han criticado la actuación de Pacelli, el tratado establecido con el Reich "permitió que el nazismo pudiera asentarse sin encontrar la oposición de la más poderosa comunidad católica del mundo", según las consideraciones vertidas por el periodista John Cornwell en su libro El papa de Hitler.
Contrario a la postura que tomó su predecesor —Pío XI— de condenar públicamente la violencia ejercida por Alemania, Pío XII tuvo un carácter más reservado durante su mandato. En una entrevista con la cadena BBC, el monseñor Vicente Cárcel Ortí aseguró que Pío XII había optado "la política del silencio para salvar vidas".
Durante los años en que su papado coincidió con la guerra, Pío XII emitió ocho encíclicas —cartas dirigidas a la comunidad católica mundial—, pero en ninguna criticó la persecución y exterminio ejercidos por la Alemania nazi. Según las investigaciones de Ortí, Pío XII ordenó abrir iglesias y conventos en Roma para ocultar a los judíos. Además, se presume que en secreto le ordenó a obispos y sacerdotes que rescataran a millares de perseguidos.
Por otro lado, Kertzer declaró en una conversación con La Vanguardia que resultaba "absurdo" pensar en que las palabras de Pío XII sobre el holocausto hubieran provocado que Hitler "tuviera más ganas de asesinar a todos los judíos de las que ya tenía".
Acorde con las valoraciones del periodista británico, el principal motivo por el cual Pío XII omitió cualquier tipo de condena pública fue que eso pudo haber provocado un enorme disgusto de Hitler hacia la Iglesia Católica.
Aunque los detractores de Pío XII reconocen que nunca hubo una manifestación explícita de simpatía hacia el líder nazi, su silencio ha sido interpretado a lo largo de los años como un símbolo de complicidad, en especial tras la desclasificación de una carta, fechada en diciembre de 1942 y dirigida al secretario personal del pontífice, en la que se relataban las atrocidades cometidas en tres campos de concentración.
El tropezado proceso para canonizar a Pío XII
Los primeros avances en el camino hacia la santificación de Pío XII datan del año 1967, cuando el sacerdote Peter Gumpel inscribió una causa en este sentido. Fue declarado siervo de Dios durante el papado de Juan Pablo II y en diciembre de 2009 se autorizó el decreto para nombrarlo venerable, por decisión de Benedicto XVI.
El hecho de aprobar las "virtudes heroicas" de Pío XII hizo que el Vaticano se hiciera acreedor de múltiples críticas por parte de la comunidad hebrea en Italia y Alemania, dada la pasividad que caracterizó su mandato durante la guerra.
La agencia de noticias ACI Prensa, con sede en Perú, reveló en 2013 que el papa Francisco habría mostrado interés por avanzar hacia la beatificación de Pío XII, incluso sin la necesidad de un milagro, como lo dicta el protocolo tradicional. Sin embargo, esto no ocurrió.
Han pasado casi 50 años desde la muerte de Pío XII y, pese a contar con una sólida base de seguidores, los debates alrededor de su papel como pontífice en el marco del conflicto bélico han frenado el avance de su canonización.
BM.