Los programas de entrevistas de medianoche, o late night shows, no siempre fueron la punta de lanza
Durante la mayor parte de su historia, este género distintivamente estadunidense le presentó al público hombre trajeado y bien educados del medio oeste que arrullaban a los telespectadores con chistes apolíticos y charlas con famosos.
Los que generaban polémica abordando temas candentes eran los comediantes de stand-up como Lenny Bruce, George Carlin o Dave Chappelle; pero los contadores de chistes que han surgido como los críticos de más alto perfil del segundo gobierno de Donald Trump —y los más atacados— son esa especie supuestamente en peligro de extinción: los presentadores de programas de medianoche de las cadenas televisivas. ¿Cómo se han politizado tanto estos personajes del establishment?

Postura de los conservadores
Los conservadores han argumentado que los presentadores de programas de medianoche de las cadenas se encerraron en su propia burbuja liberal y que su cambio hacia críticas más patentes contra Trump estuvo motivado por la política, no por intereses comerciales.
Otros apuntan al presidente Trump, quien tiene el toque de Midas para politizar todo lo que toca. Ninguna de las dos explicaciones es del todo correcta.
Para entender cómo los presentadores de los programas de medianoche de las cadenas se convirtieron en críticos de Trump hay que tener una visión a largo plazo, porque sus comentarios cada vez más políticos precedieron al actual presidente y se produjeron gradualmente.
Se puede seguir la evolución con bastante claridad a lo largo de la carrera de Jimmy Kimmel, quien ha pasado del humor de chico de fraternidad de The Man Show de principios de la década de 2000 a ser el insólito rostro de la resistencia, que defendió con seriedad la libertad de expresión y la independencia periodística en su regreso a la televisión el martes por la noche, después de que Disney hubiera suspendido su programa de ABC, ¡Jimmy Kimmel Live!, bajo presión del gobierno de Trump.

¿Qué pasó con las acciones viscerales?
La influencia más importante en Kimmel siempre ha sido su héroe de la infancia, David Letterman (“mi Jesús”, llamó una vez a la estrella de mayor edad) y algunas de sus acciones reflejan ahora la irreverencia visceral hacia la autoridad que el programa Late Night With David Letterman exhibía regularmente en la década de 1980.
Pero buscar el momento de conversión de Jimmy Kimmel no nos llevará muy lejos. El cambio hacia lo político de la franja de medianoche —y de Kimmel— comenzó con el influyente programa que se emitía después de The Man Show en Comedy Central: The Daily Show With Jon Stewart.
Por supuesto, ya había habido comedia política popular en la franja de medianoche antes de Stewart: desde episodios polémicos de The Dick Cavett Show en las décadas de 1960 y 1970 hasta Politically Incorrect, de Bill Maher, en la década de 1990 (que se emitió en ABC y fue sustituido por, quién lo diría, ¡Jimmy Kimmel Live!
Pero el éxito de Stewart dio origen a un género totalmente nuevo de comedia de superioridad moral. No se limitaba a comentar las noticias. Para muchos, era una fuente de noticias sustituta.
Stewart se burló implacablemente del gobierno de George W. Bush durante el período previo a la guerra de Irak, pero fue igualmente mordaz y persistente ridiculizando la superficialidad de la cobertura mediática.
Hay una línea directa entre el éxito de Stewart a la hora de vincularse con sus espectadores por medio de la burla despectiva de los medios políticos y lo que hace Joe Rogan en su pódcast antes de considerar teorías alternativas sobre las vacunas o la Segunda Guerra Mundial.
Stewart cultivó una plantilla de corresponsales (John Oliver, Samantha Bee, Stephen Colbert, entre otros) que se convirtió en una importante fuente de futuros presentadores de programas de entrevistas. Se impuso sistemáticamente a Conan O’Brien en los premios Emmy, lo que, en retrospectiva, mostró cierto sesgo hacia la idea errónea de que la comedia política es la más ambiciosa.
Pero la razón principal por la que Stewart cambió la franja de medianoche es sencillamente que su programa atraía al público, sobre todo a los jóvenes.
Se empezó a ver cómo presentadores como Letterman se volvían más abiertos en sus declaraciones políticas, no solo al enfrentarse a una candidata a la vicepresidencia, Sarah Palin, sino también al invitar regularmente a un empresario sin filtro llamado Donald Trump a soltar disparates sobre las noticias del día.
Cuando Letterman se jubiló, la CBS lo sustituyó por Colbert, quien tuvo un comienzo difícil, pero encontró su lugar tras las elecciones de 2016, cuando empezó a comentar las noticias con más pasión. Finalmente, consiguió lo que Letterman no pudo: superar a The Tonight Show en audiencia año tras año. Sin embargo, ser el líder de audiencia no impidió que el programa de Colbert perdiera dinero o fuera cancelado.

Programas de entrevista a la baja
Dejando a un lado las consideraciones políticas, el modelo económico de los programas de entrevistas se hundió por la misma razón que el de los medios impresos: internet. Las tarifas publicitarias cayeron en picado.
Las redes sociales hacían los chistes de actualidad antes que los programas de medianoche. Y la creciente fragmentación de la cultura cambió el cálculo de lo que resonaba. Johnny Carson atraía a una vasta audiencia nacional en parte porque los espectadores no tenían mucho más que ver.
Ahora todo el mundo se ha fragmentado en silos culturales y no comparten los mismos puntos de referencia. Uno de los pocos temas por los que personas de edades y orígenes muy diversos tienen un interés común fiable es, casualmente, la política presidencial.
Este es el mundo en el que compite Jimmy Kimmel. El mejor chiste que hizo la última vez que presentó los Oscar fue una respuesta improvisada a un insulto que Trump publicó en las redes sociales.
Uno de los monólogos más apasionantes de Kimmel fue una discusión personal sobre la atención a la salud, que pronunció después de que su hijo fuera operado de urgencia a corazón abierto. Estos momentos resuenan porque son auténticos; aunque el combate político siempre ha atraído la atención, también surgen en un contexto específico.
La época de la comedia tópica dirigida a una amplia monocultura ha pasado. Para quien no le gusten los liberales o los medios de comunicación dominantes, no faltan artistas que mezclan el comentario conservador con la burla, desde Greg Gutfeld en Fox News hasta el presentador de pódcasts conservador Steven Crowder, pasando por innumerables cuentas en X.
El stand-up ya no es lo mismo
Lo sorprendente del panorama de la comedia de stand-up este año es que pocos especiales en las principales plataformas de transmisión en continuo han intentado siquiera enfrentarse al gobierno actual y captar el zeitgeist político.
No está claro si esto se debe a que Trump se ha convertido en un tema aburrido, a que no ha pasado suficiente tiempo o a que los artistas y ejecutivos están actuando con cautela. El último gran productor de especiales resulta ser Hulu, propiedad de la misma empresa que suspendió a Kimmel.
Esto no presagia nada bueno para el futuro de la comedia política en los especiales de monólogos de la plataforma. Todo esto se suma a un mercado que ahora mismo está abierto a las críticas liberales de comedia contra el poder.
Los presentadores de los programas de medianoche han llenado ese nicho. Los críticos que han estado diciendo incesantemente que la franja de medianoche ya no importa van a tener que ponerse al día.
El gobierno no persigue a los artistas porque sean irrelevantes. Ahora mismo, se piense lo que se piense de la política o del sentido del humor de Kimmel, no se puede negar que su monólogo del martes por la noche fue el acontecimiento de comedia imperdible del año.
Empezó con un homenaje a la historia de la rebeldía de espíritu libre en el género de los programas de medianoche que seguramente a la mayoría de su público le pasó desapercibido.
Citó la primera frase pronunciada por Jack Paar, el presentador del Tonight Show en 1960, cuando este volvió al aire tras salir abruptamente en mitad de un programa: “Como iba diciendo antes de que me interrumpieran”.
La salida precoz de Paar fue una protesta contra la censura de la cadena con una importancia nacional menos obvia: una referencia al retrete.
Hay que recordar que Trump apareció en programas de entrevistas de cadena durante décadas. Le encantaba que lo invitaran. Así que quizá tenga un cierto sentido paradójico que solo él pudiera tener la oportunidad de hacer lo imposible: hacer a los programas de medianoche grandiosos de nuevo.
RM