“Misión cumplida”, repitió una y otra vez el general William Kaliman durante su discurso de despedida de la jefatura de las Fuerzas Armadas de Bolivia.
Serio, estoico y firme ante las decenas de asistentes al Palacio Quemado, y cobijado por sus compañeros de la milicia, tomó el micrófono para defender la sugerencia que le hizo a Evo Morales para que renunciara a la presidencia que, a su consideración, “está sujeta y avalada por la Constitución”.
Atrás quedó el militar con más de 35 años de servicio que apenas el 24 de diciembre del año pasado tomó protesta al cargo que ahora deja, al igual que su “hermano” Evo Morales.
En aquella ocasión, nervioso y trastabillando saludó: “Muy buenos días, hermano Evo Morales, presidente constitucional del estado plurinacional de Bolivia y capitán general de las Fuerzas Armadas... el mayor privilegio de mi vida se me concede el día de hoy”.
El honor lo hizo en la Case Grande del Pueblo, porque Evo Morales, ahora exiliado en México, odiaba hacer actos protocolarios en el Palacio Quemado; sin embargo, 10 meses más tarde el privilegio que sintió Kaliman cambió por indignación, al grado de sugerirle que dimitiera a la presidencia de Bolivia, como si tratara de una anécdota contemporánea de Caín y Abel.
Esa situación la supo aprovechar la presidenta interina, Jeanine Áñez, quien ha coqueteado con la milicia desde el primer minuto de su provisional mandato: en redes sociales y prensa nacional e internacional lo que más circula es la fotografía en la que un soldado le coloca la banda presidencial, no por nada en su primer mensaje a medios la ex senadora agradeció a las fuerzas armadas su disposición y ayuda al pueblo boliviano.
Ante la Biblia, presidenta tomó protesta a militares
Luego de 13 años y nueve meses, ayer desde muy temprano el Palacio Quemado, cerrado durante el mandado de Evo Morales, reabrió sus puertas y tuvo como invitados de honor a soldados engalanados con colores verde olivo y blanco.
Pasado el mediodía los mandos militares fueron llegaron poco a poco, algunos sonrientes, otros en grupo y platicando sobre el futuro del país, unos más intercambiaban ideas sobre la conferencia de Evo Morales en Ciudad de México.
Ya en el salón principal una cruz y una Biblia los vigilaron. Pasaron varios minutos hasta que la presidenta interina, Jeanine Áñez bajó de su oficina y tomó asiento detrás de las sagradas escrituras y el crucifijo.
Instantes después tomó la palabra el general Kaliman, quien afirmó que en un año de servicio “cumplió la misión” de dejar una institución cohesionada con la única finalidad de servir a la Patria.
Luego, en su parte de guerra, afirmó que “cumplió la misión” de mejorar la vida de los soldados y marinos, de sus instituciones. Indicó que las decisiones que han tomado las fuerzas armadas en los últimos días están enmarcadas en la constitución, en las leyes y reglamentos militares, pero sobre todo, “en el respeto a la vida y la unidad a la Patria”.
“Misión cumplida”, repitió, “terminamos exitosamente nuestra gestión convencidos de que las fuerzas armadas estamos creciendo y transformándonos para ser respetadas en todo el mundo”.
Y a su sucesor, el general Carlos Orellana, le dejó una última instrucción: “El rumbo está marcado, les dejamos unas fuerzas armadas cohesionabas, disciplinadas, respetadas y admiradas por todos los bolivianos; unas fuerzas armadas ligadas a la Constitución Política del Estado. Solo sigan la estela de nuestro trabajo, mejoren lo que hemos hecho con más ahínco, les toca ser protagonistas de nuestra institución”.
Los militares estallaron en aplausos, pero la que sin duda aplaudía más era la propia Áñez, quien consumaba su nueva relación con la milicia boliviana.
Luego, con la Biblia y una cruz blanca de testigos, tomó protesta al jefe de Estado Mayor, Pablo Arturo Guerra Camacho; al comandante del Ejército, el general Iván Patricio Inchauste; al comandante de la Fuerza Aérea Boliviana (FAB), Ciro Orlando Álvarez Guzmán, y al comandante de la Armada, el contraalmirante Moisés Orlando Mejía Heredia.
Protestas en Bolivia se recrudecen
En las calles del centro de La Paz, los militares que hace 10 meses juraron lealtad a Evo Morales y hoy a Áñez lanzaban gas lacrimógeno a los manifestantes y los replegaban de las calles donde se habían mantenido desde hace varias semanas.
“Ustedes también son pueblo, no nos lastimen, dejen que regrese nuestro presidente, no traicionen a la Patria”, arenga con rabia y llorando una mujer a un militar, quien la empuja para retirarla de la Avenida Camacho.
Otras más se hincan ante ellos y les piden clemencia y misericordia, pero los soldados y policías no están prestos para el diálogo, sólo quieren recuperar las calles.
Por momentos el centro de La Paz pinta como un ojo de huracán, en el que todo está en calma, pero sólo hace falta una palabra, una arenga, para que ese huracán social estalle.
“Somos hermanos bolivianos, no nos repriman”, expresa un hombre ya con los ojos irritados por el gas. Aquí, en Bolivia, todos se llaman hermanos, igual que el general Kaliman y Evo Morales.
Sin embargo, los militares acatan la instrucción de Áñez, quien afirma que a Evo Morales solo lo apoyan aquellos “amigos” que no respetan la democracia ni las libertades, por lo que no permitirá que sus seguidores desestabilicen el país.
RLO