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La Navidad de Felipe

Don Felipe, como nos lo hizo saber entre susurros, desde que tuvo uso de razón recuerda haber trabajado, más que por una obligación por placer.

El día que se sentía más cansado, Felipe Guzmán se levantó a las 5.30 de la mañana para preparar su canasto de productos. Había pensado quedarse en casa a descansar pues el ligero golpeteo de la llovizna sobre su hogar le hizo dudar de salir, y por un instante lo consideró, pero al recordar que tenía que juntar para la cena navideña, tomó su sombrero de paja y su canasto que ya había cubierto con una bolsa negra para que no se humedeciera, y partió a su trabajo.

Don Felipe, como nos lo hizo saber entre susurros, desde que tuvo uso de razón recuerda haber trabajado, más que por una obligación por placer, pues asegura le ayuda a desenredar sus ideas y a ejercitar sus piernas. Antes en el campo, hoy en el cruce de las avenidas Guadalupe y López Mateos Sur vendiendo dulces, sobre todo chicles, y cigarros.

Le va bien, dice con una honesta sonrisa, sin ahondar en el presupuesto. Solo que ahora, prácticamente todas sus ganancias se van al "guardadito" para complacer a su esposa con la tradicional cena de Nochebuena. Ella no lo sabe, ni siquiera lo sospecha, pues dice entre risas, anda pregúntele y pregúntele ¿qué van a cenar?. Pese a animarle para que esclareciera el llamado de su acompañante de hace más de 50 años de vida, él insistió en que era una sorpresa. "Ya me había dicho que quería tamales y ponche, con una buena suerte y se le va a cumplir", aclaró.

El anciano de 82 años de edad, complexión delgada y tez morena tiene grandes cualidades, de esas que más de uno quisiera poseer: sabe disfrutar de su trabajo y de la vida, todavía piensa en lo que debe de hacer "para mantenerse en forma". Para él, su trabajo resulta un auténtico rito. Todos los días, desde las 8:00 hasta las 16:00 horas labora entre el cambio de colores del semáforo, que por cierto, apenas si se prolonga en rojo por 32 segundos. Hay algunas luces que se salta porque sus piernas ya no responden igual que hace 30 años, pero aún así todos los días se esfuerza por regalar una sonrisa a sus clientes y llevar sustento económico a su familia, que ahora solo se conforma por él y su esposa, pues sus dos hijas ya están casadas.

Camina entre los coches y sin mediar palabra, solo dirige sus productos a los ojos de sus clientes, los observa y cuadra una venta. Cuando escucha el motor encender de los automóviles, se mueve lo más rápido que puede entre ellos y camina hacia el parabús ubicado frente al Hotel RIU, donde permanece sentado hasta el siguiente cambio de verde a rojo.

¿Se le hace pesado?, se le cuestionó "¿qué se le hace?", respondió, luego de enfatizar que "no es carga, es ejercicio, porque me siento, luego me paro y agarró fuerzas para poder caminar".

Comenta que todavía el 24 y 25 de diciembre trabajará. La noche de ambos días la pasará con su esposa, en casa. Pero el año nuevo, emocionado narra que estará todo el día con sus hijas y por fin, después de tanto trabajar, descansará.

"Es una bonita época, mejor que todas las demás épocas", concluyó sonriente.

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Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de Notivox DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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