En punto de las 10:00 de la mañana del domingo, la Catedral de Santiago abrió sus puertas a una de las tradiciones más sentidas de Saltillo: el descenso del Santo Cristo de la Capilla.
Entre plegarias, campanillas, cantos y un profundo silencio de respeto, la imagen fue bajada con sumo cuidado por los Caballeros de Colón, mientras cientos de fieles observaban con el corazón en la mano.

La ceremonia, que tiene casi 90 años de historia, marcó el inicio de las celebraciones religiosas más importantes del año en la ciudad. El acto no sólo fue solemne, también fue profundamente humano: hubo lágrimas discretas, miradas que no se despegaban de la imagen y un recogimiento colectivo que envolvía el aire.
La figura del Cristo crucificado fue colocada en un camastro de cristal cubierto con terciopelo. El Obispo de Saltillo, Hilario González García, y el Obispo Emérito, Raúl Vera López, se acercaron para besar los pies de la imagen y esparcir incienso, gesto que fue seguido por un prolongado aplauso por parte de los presentes.
Con movimientos pausados, la imagen fue llevada por el pasillo central hasta el atrio de la Catedral, donde fue sostenida en lo alto y luego introducida nuevamente al templo, ahora como centro visible de la veneración popular.
Por la noche, a las 21:00 horas, se programó su colocación en el Altar Mayor, donde permanecerá durante los días de Semana Santa.
La escena fue un retrato vivo de la fe que habita en Saltillo: una fe que se camina, que se carga en hombros y que se expresa en silencio, en cantos y en oraciones que se repiten generación tras generación.
aarp