Espectáculos

Las guerreras K-pop, un símbolo multicultural

Este éxito de taquilla mundial no es la obra descuidada y occidentalizada que yo había supuesto, es la prueba de que vivimos en un mundo postmulticultural.

Al principio no tenía intención de ver la superproducción de Netflix, Las guerreras K-pop, una película de animación sobre una banda femenina del género musical que debe salvar a sus fans de un grupo de demonios que han adoptado la forma corpórea de una banda de chicos de K-pop, como haría cualquier demonio inteligente. 

No tenía ninguna razón para creer que sería de mi agrado, y mucho menos culturalmente relevante para alguien cercano a mi edad.

Que a veces escriba sobre K-pop no significa que quiera escucharlo.

Su propósito es proteger el Honmoon, membrana entre nuestro mundo y el inframundo. Especial
Su propósito es proteger el Honmoon, membrana entre nuestro mundo y el inframundo. | Especial

¿Qué esperaba de la película?

La película contiene muchas cosas que normalmente detesto, incluidas yuxtaposiciones aparentemente por el simple hecho de yuxtaponer; por ejemplo, ¿no sería divertidísimo que unas idolas asiáticas de dibujos animados, guapas y con piernas largas masacraran monstruos? 

No me interesaba mucho averiguar qué tipo de auto extinción cultural, blanqueamiento y dilución tuvo que tolerar la producción, en gran parte norteamericana, para atraer a las masas.

Empezó a emitirse en junio y desde entonces se ha convertido en la segunda película original de Netflix más taquillera de todos los tiempos. 

Su sencillo Golden—letra: “We’re goin’ up, up, up, it’s our moment / You know together we’re glowing” (Me elevo más, más, más, es mi momento / Juntos brillamos más fuerte)— es número uno en el Billboard Top 100

Su puntuación en Rotten Tomatoes —97 por ciento— es similar a la de El Padrino y La lista de Schindler

Además, a diferencia de estas dos últimas reliquias, este dibujo animado se proyecta en los cines de Estados Unidos, el Reino Unido y Australia para que la gente cante mientras lo ve. Y, sin embargo, aquí estamos.

Se trata de una película sobre una banda femenina de K-pop de tres integrantes llamada Huntrix, que representa la iteración actual de una línea interminable de cantantes femeninas/cazadoras de demonios. 

El propósito de su vida es proteger el llamado Honmoon, la delgada membrana entre nuestro mundo y el inframundo lleno de demonios, que se parece al sombrío Upside Down de la serie de Netflix Stranger Things

Cada generación de cazadoras de demonios designa a sus sucesoras. ¿Queda claro?

El éxito de la fandustria

¿Por qué estos cazadores de demonios tienen que ser un grupo de chicas y no un bufete de abogados o algo así? Porque sus poderes sobrenaturales proceden enteramente de su base de fanáticos.

Cuanto mayores sean los gritos, las ventas de álbumes y la participación en las redes sociales, más preparado estará Huntrix para defender el universo. 

Así que cuando Gwi-ma, el demonio jefe (al que pone voz en inglés y coreano Lee Byung-hun, actor de El juego del calamar), quiere superar la barrera de Honmoon, su estrategia es obvia: crear una banda de chicos competidora aún más sexy llamada Saja Boys, que son tan atractivos que hacen que los ojos de las chicas se conviertan temporalmente en palomitas (de verdad). Roba las fans, roba el mundo.

Esta idea es una metáfora un tanto ingeniosa de la “fandustria” del K-pop, un portmanteau de “fan” e “industria”, que es la verdadera salsa secreta del éxito duradero del K-pop. 

La “fandustria” lleva la expresión: “No somos nada sin nuestros fans” a un nivel literal.

La película imita la evolución de las identidades culturales de los jóvenes y su convergencia en una mezcla de estilos. | Especial
La película imita la evolución de las identidades culturales de los jóvenes y su convergencia en una mezcla de estilos. | Especial

Un ejemplo: los fans estadunidenses del K-pop gastaron en 2023 2.4 veces más dinero en mercancía de sus grupos favoritos que los fans del pop en general, según un estudio realizado en 2024 por la empresa de análisis del entretenimiento Luminate.

Ahí reside una gran clave del éxito de Las guerreras K-pop: la película sugiere que el futuro del mundo no es la IA ni la oligarquía demoníaca ni ningún grupo en particular. Son los fans. Somos tú y yo. ¿Cómo puede no ser embriagador?

En otras palabras, la película imita la evolución de las identidades culturales de los jóvenes de todo el mundo y su convergencia en una mezcla de estilos que no privilegia a unos sobre otros, ni asume que haya un centro en ninguna parte.

Lo cual no quiere decir en absoluto que todos los seres humanos de cualquier raza o etnia se lleven bien.

Lo que sí significa, sin embargo, es que los blancos finalmente han perdido su centralidad. Y no por la invasión de los coreanos ni de ningún otro grupo, sino por el fandom, o comunidad de seguidores.

Heroínas de otro mundo

Los protagonistas de la película, al igual que los cantantes de K-pop en la vida real, no parecen ni coreanos ni blancos ni de hecho de ninguna otra raza; parecen extraterrestres. 

Algunos de los personajes no son ni humanos ni demonios, sino una mezcla de ambos. 

Las canciones están en un extraño híbrido de inglés y coreano que ni siquiera alterna limpiamente los idiomas por verso o frase. 

En su lugar, hay una inclusión entrecortada de ciertas palabras coreanas en momentos arbitrarios.

Por ejemplo, una línea de la canción Soda Pop, interpretada por Saja Boys, dice así: “Han-mok-um-eh, you hit the spot” (“Han-mok-um-eh, das en el clavo”). 

Esa primera parte significa en coreano “de un sólo trago” (“in just one gulp”, en inglés). 

Qué raro que los compositores sintieran la necesidad de decir esa frase en coreano; han-mok-um-eh tiene el mismo número de sílabas (cuatro) y el mismo significado que “in just one gulp”, así que no se pierde nada en la traducción.

La mezcla es tan confusa que, aunque hables coreano e inglés, es difícil de seguir, y, sin embargo, los fans del K-pop, y la Generación Z en general, han aceptado todo lo anterior como un estado perfectamente natural del ser. 

No es TDAH; es ver el mundo moderno de frente como el caos que es en realidad. Sin ironía.

Como asiática que canta canciones inquietantemente blancas como Cherry, Cherry, de Neil Diamond, en el karaoke asiático; que habla francés con acento alemán, alemán con acento francés y coreano con acento estadunidense, me siento identificada.

Claro que el multiculturalismo y la globalización existen desde hace mucho tiempo. 

Pero de forma general se representaba en relación con una “normalidad” de la que se desviaba.

Una forma en que la cultura respondía a un mundo cuyas referencias no eran sólo estadunidenses o europeas era siendo irónica, señalando las incongruencias y riéndose de ellas.

Ese disfrute dependía totalmente de la alteridad: algunas personas, las correctas, eran los árbitros de la cultura, y otras —las de fuera— eran graciosas porque no lo eran. 

Jugaba con los firmes prejuicios del público de que ciertas cosas eran sencillamente ridículas. Significaba que algunas personas estaban en la broma y otras no. 

Eso nos dio a Apu en Los Simpson. Por poner un ejemplo reciente, uno de los chistes recurrentes en el éxito de las décadas de 2000 a 2010, Community, era que un asiático estadunidense (interpretado por Ken Jeong) enseñaba español. ¿Entiendes? ¡Un asiático enseñando español! ¡Y se llama Señor Chang! Perdona, ¿dónde está el chiste?

Fue una época divertida para la auto-referencialidad y la mezquindad, pero aunque no lo supiéramos entonces, su atractivo tenía fecha de caducidad.

Las guerreras K-pop me hizo suspirar de alivio: los híbridos, las mezclas, como quieras llamarlo, ya no son un espectáculo de fenómenos que sólo puede disfrutarse irónicamente. 

Esta cinta animada es un signo de los tiempos: estamos en un final de la historia post multicultural, post ironía y post autorreferencial. Bendito sea este caos.



KL

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