Desde Temporada de patos (2004) y hasta Club Sandwich (2013), Fernando Eimbcke ha construido un universo cinematográfico donde la adolescencia no es solo una etapa de transición, sino un territorio para explorar dudas, deseos y contradicciones.
En Olmo, seleccionada en el Festival Internacional de Cine de Toronto (TIFF), retoma esa mirada, pero ahora en un contexto que combina la intimidad familiar con la nostalgia setentera.
“El adolescente es para mí el personaje perfecto, ya que como su nombre lo dice adolece de algo. También me fascina su lucha entre ser un niño y su deseo de ser adulto. Además, hay en ellos una fuerte pulsión sexual que ni ellos mismos terminan de entender”, nos comparte el director sobre su interés en volver a este universo.
Una familia en los 70
Ambientada en 1979, la cinta sigue a Olmo (Aivan Uttapa), un chico de 14 años que vive en una familia mexicoamericana en Las Cruces, Nuevo México. El padre, Néstor (Gustavo Sánchez Parra), lleva años postrado a causa de la esclerosis múltiple. La hermana mayor, Ana (Rosa Armendáriz), y la madre, Cecilia (Andrea Suárez Paz), cargan con la mayor parte de los cuidados. Por diferentes circunstancias, Olmo y su amigo Miguel se ven obligados a cuidar al padre.
Las tensiones aumentan cuando Nina (Melanie Frometa), la vecina adolescente que Olmo admira, los invita a una fiesta con la condición de llevar el estéreo más valioso de la familia. Lo que parecía una velada rutinaria se convierte entonces en un viaje de autodescubrimiento, deseo y responsabilidad, que obliga a Olmo a comprender que su adolescencia no podrá ser tan libre como la de sus pares.
“A la guionista, Vanesa Garnica, y a mí nos interesaba hablar sobre el impacto que tiene una enfermedad en una familia. Después nos dimos cuenta que situar a esta familia lejos de su red de apoyo, fortalecía el conflicto no solo del personaje principal sino de toda la familia”, explica Eimbcke.
“Filmamos en Las Cruces, Nuevo México. Siendo una historia tan íntima no teníamos ningún interés ni necesidad de recurrir a planos extremadamente abiertos. La fotógrafa Carolina Costa y yo trabajamos en una puesta en cámara muy precisa evitando movimientos de cámara (que la historia no requería). El Diseñador de Producción Lorus Allen era de Las Cruces y supo con pocos elementos generar la atmósfera de esa época. Otra persona que fue crucial en la creación de esta época fue la vestuarista Cailey Brennan. De hecho ¡ella fue la de la idea de las botas de Miguel!”, rememora.
Al final, lo que Eimbcke anhela es que la historia de Olmo resuene sin importar la edad del espectador.
“Solo espero que el espectador de cualquier edad tenga la disposición a que se le cuente una historia. Creo en la fuerza de las historias. Las historias nos conectan con lo humano. Nuestros antepasados se reunían alrededor del fuego a contar historias, hoy nos reunimos en una sala cinematográfica”, indica.
Para él, esa conexión es la que da sentido a todo el esfuerzo colectivo detrás de la cinta.
“Es una película en la que te ríes y cuando menos te das cuenta estás llorando. Es una película íntima, tierna y humana. Suena mal que lo diga yo, pero es que toda película es un esfuerzo colectivo y ésta, nos quedó hermosa”, considera.
Más allá de lo emocional, el cineasta también quiso dejar espacio para una reflexión que trasciende la pantalla y conecta con la realidad social actual.
“El cine como arte no está obligado a dar mensajes. Como decía Chaplin, ‘si quieres dar un mensaje, utiliza el podio’. Así que tan solo una reflexión: ¿qué hubiera sido de Olmo y Miguel en un país en el que los mexicanos son perseguidos, aterrorizados, detenidos y deportados solo por ser mexicanos como está sucediendo hoy en los Estados Unidos?”, concluye.
Humor y ternura
La película logra un balance entre ternura, humor y momentos de descubrimiento, pero para su director, el humor fue clave para que esta historia no se volviera ni sentimental ni distante.
“Cuando repartimos el guion con el equipo de rodaje todos se acercaban a Vane y le confesaban cómo se habían identificado con el guion, ya que la enfermedad forma parte de la vida de toda familia. El retrato familiar con un padre enfermo al que hay que cuidar en lucha con el despertar sexual de un adolescente generaba un conflicto muy potente. Nuestro termómetro para equilibrar la historia era el humor, un humor que se va sumando hasta llegar al clímax de la historia, momento dramático en el que la risa se convierte en llanto.
“Mi colega Carlos Cuarón alguna vez me dijo que en la escritura de guiones lo importante no era el género, sino el tono. Después leí de algún director (no recuerdo quién) que decía que el trabajo del director era ser un guardián del tono. La manera de mantener ese tono fue siempre con el humor. La risa es una de las manifestaciones más humanas y transparentes. Cuando reímos no reflexionamos, algo o nos hace reír o no. La risa a su vez nos permite empatizar con el personaje. La influencia más clara para mí en esta película fue el trabajo de Charlie Chaplin”, detalla.
El hallazgo
El proceso de casting fue extenso. Gracias a la colaboración con Plan B y Teorema, se realizaron audiciones en las principales ciudades de Estados Unidos.
“Susan Shopmaker y Jennifer Schwalenberg hicieron una búsqueda exhaustiva. Yo volaba a Los Ángeles y Nueva York para trabajar con los candidatos. Había chicos maravillosos que pudieron hacer un gran papel, pero cuando vimos la audición de Aivan Uttapa, supimos que era él. El productor Jeremy Kleiner que estuvo muy involucrado en el casting me llamó y en cuanto contesté los dos dijimos: ‘¡ya tenemos a Olmo!’ Pero una audición puede ser engañosa así que ese mismo día volé a Los Ángeles para reunirme con Aivan y su mamá. Desde el primer momento tuvimos un entendimiento muy profundo, no solo con él sino también con su mamá que puso su confianza en mí y en el equipo”, recuerda

Influencias y referentes
Aunque Olmo tiene ecos de las comedias juveniles de finales de los setenta y ochenta, Eimbcke buscó un tono más realista.
“Uno de mis directores preferidos es John Hughes. Crecí viendo sus películas. The Breakfast Club fue una gran influencia en mi primera película Temporada de patos, mientras que Ferris Bueller's Day Off lo fue para Olmo. Pero algo de ese tono fársico que tanto me fascinaba en las películas de Hughes fue dejándome de interesar como tono rector. Lo realista se fue imponiendo porque cuando se hace cine sin grandes presupuestos hay que adaptarse a lo que hay en la realidad, incluso en una película de época. Y la realidad es FASCINANTE.”
Otros referentes fueron la película Buenos días de Yasujiro Ozu y el libro de fotografías The New Mexicans 1981-83, además de los cuentos de Junot Díaz para la construcción de personajes.
Música, deseo y objetos
Uno de los ejes más poderosos de la trama es el estéreo familiar, convertido en símbolo de deseo adolescente.
“Amo la música y ésta forjó mis vínculos más fuertes, pero además en el cine los objetos son la manera más contundente de representar un deseo. En esta película el estéreo representaba la fantasía erótica de Olmo. Ver un inserto de una aguja caer en el vinilo ya es un cliché pero después escuchar a todo volumen la quinta de Beethoven en versión disco… supongo que era una de las tomas que más tenía ganas de hacer”, agrega.
AJR