Benjamín Salinas Sada no solo juega golf, lo vive, lo respira y lo usa como herramienta para cambiar vidas. El vicepresidente del Consejo de Administración de Grupo Salinas decidió apostar fuerte por este deporte en México, no como un capricho personal, sino como una forma de abrir puertas y crear oportunidades donde casi nadie las ve.
Desde septiembre de 2023, a través del Proyecto de Alto Rendimiento Azteca (ARA), trabaja para que los jóvenes talentos de América Latina no solo sueñen, sino que también lleguen a las grandes ligas:
“El talento está en todos lados, especialmente en América Latina, pero las oportunidades no. Nuestra visión es apoyarlos para que logren competir a nivel mundial”, dice sin rodeos.
Su impulso ya se refleja en nombres como Abraham Ancer y Carlos Ortiz, quienes dejaron de ser promesas para convertirse en realidades. Verlos triunfar no es solo motivo de orgullo profesional, también es algo personal:
“Son mis amigos, verlos aquí es como ver a tu amigo de toda la vida compitiendo contra los mejores”, cuenta con una sonrisa genuina.
Pero Benjamín Salinas no se queda ahí. Uno de sus grandes sueños es democratizar el golf en México. ¿Cómo? Con más campos públicos, aunque el camino no ha sido precisamente un green parejito: “No es solo la tierra y el diseño, necesitamos permisos de impacto ambiental, de agua, y hasta para talar árboles. Sin el visto bueno del gobierno no se puede avanzar, y hoy en día no hay voluntad suficiente para hacerlo”, señala, entre resignado y combativo.
Actualmente, México tiene alrededor de 220 campos de golf, pero pocos están abiertos al público. Si queremos ser una potencia, dice Salinas, hay que empezar por ahí.
Un torneo, una fiesta
Benjamín también es el principal impulsor del torneo de LIV Golf en el Club de Golf Chapultepec, que no solo busca quedarse tres años, sino instalarse como una tradición de dos décadas si las cosas salen bien: “Queremos que la gente venga, aunque no juegue golf. Hay espectáculos, conciertos, actividades para niños, buena comida. Esto es entretenimiento, no solo golf”, afirma con entusiasmo.
El golf en su ADN
Ahora bien, ¿de dónde viene este amor tan intenso por el golf? De casa. De infancia. De momentos que no se olvidan. “Fue de chiquito, la verdad. Mi papá me enseñó a jugar golf, aunque nunca tomé una clase formal hasta como los 20 años. Aprendimos solos, cargando maletas y compartiendo momentos familiares que todavía guardo con mucho cariño”, recuerda.
Para él, el golf tiene algo que otros deportes no logran: juntar a un niño de 7 años con un veterano de 80 en el mismo campo, compitiendo de tú a tú.
Y más allá de los swings, las tarjetas y los birdies fallados, el golf le ha enseñado mucho sobre la vida: “Cada vez que juegas es una lucha interna. Tienes días malos, días buenos, igual que en la vida. Lo importante es cómo enfrentas esas situaciones”, reflexiona.
En tono de broma, suelta una verdad que seguro muchos ejecutivos compartirían:
“Es más fácil convencer a un comité ejecutivo que meter un birdie, por mucho”.
En su casa, el golf también es un termómetro de carácter: “Mi hijo de 7 años, mi papá, cualquiera se puede frustrar con un mal golpe. Ahí es donde ves el carácter de cada quien”.
Más que golf, una filosofía de vida
Para Salinas Sada, el golf no es un deporte de élite, ni un simple pasatiempo. Es una escuela de valores, una vía para fortalecer la resiliencia, la paciencia y el trabajo en equipo.
Y si algo tiene claro es que México tiene todo para convertirse en una potencia mundial, siempre y cuando se abran más puertas para todos.