Cultura

Julio Berthely busca unir el mito de Fausto y la esquizofrenia en su primer largometraje

Yo, Fausto aborda premonitoriamente una preocupación patente después de casi dos años de aislamiento de la población mundial a causa de covid-19: sus secuelas psicológicas.

Julio Berthely (Ciudad de México, 1985) leía La trágica historia del doctor Fausto, de Christopher Marlowe, mientras preparaba el guion de su primer largometraje y decidió así “reinterpretar” el mito dentro de la historia de una familia que se desintegra, pero en especial, con enfermedades mentales.

Yo, Fausto (2019) se rodó y concluyó antes de la pandemia, y aunque apenas se estrenó a mediados de noviembre pasado, su tema aborda premonitoriamente una preocupación patente después de casi dos años de aislamiento de la población mundial a causa de covid-19: sus secuelas psicológicas.

“Quise contar una historia muy contenida, sin muchos personajes ni conflictos que fueran más allá de un conflicto familiar. Pero al querer hacer un drama alrededor de una familia y que todo eso se viera a partir de un suceso que fragmentaría la familia, tomé la decisión que sería una enfermedad durísima, la esquizofrenia, que fuera el catalizador”, explica en entrevista el guionista, editor, director y productor.

El filme aborda la historia de Fausto (Christian Vázquez), un joven sometido a la voluntad de su padre (Carlos Aragón) y con una madre depresiva, Gilda (Arcelia Ramírez), internada en un siquiátrico por intento de suicidio, quien deja su carrera de médico en Ciudad de México y a su novia Ana (Adriana Llabrés) para irse a Barcelona a estudiar fotografía, donde conoce a Carmen (Amparo Barcia), con quien procrea una hija y debe regresar al “averno” que es México a casarse y trabajar con su padre.

Berthely asegura que decidió incorporar como alegoría en su película el mito fáustico —el hombre que vende su alma a Mefistófeles a cambio de sabiduría y placeres— al encontrar similitudes, en cuanto a motivaciones, con la forma en que, por coincidencia, estaba contando su historia en el guion.

“Pensé: ‘Voy a intentar hacer una historia que tenga esta estructura trágica y que pueda usar de alegoría el mito fáustico’. Inició como una coincidencia narrativa y decidí llevarlo ahí y explotarlo”, señala sobre la cinta de 120 minutos editada por él, fotografiada por Daniel Blanco, con diseño de producción de Georgina Martínez y sonoro de Gabriel Coll Barberis, y música de Franco Medina-Mora.

Su elenco final también “fue cosa del destino”, porque después de un casting con por lo menos 250 aspirantes a Fausto, el actor elegido ya no pudo trabajar por un tema de agenda, por lo que él optó por ver películas mexicanas con actores que tuvieran el rango de edad y características de su protagonista, y así se enfocó a Christian Vázquez, actor de otra exitosa opera prima, Leona (2018), de Isaac Cherem.

En el filme, Ana, la novia abandonada por Fausto, sostiene que “los lugares influyen en las decisiones importantes” que uno toma en la vida. Berthely justifica así el viaje-huída hacia Barcelona.

“Yo necesitaba que Fausto tuviera este ímpetu de querer alejarse de todo, él tenía la necesidad de huir de su vida en México, y entre más lejos mejor. Pero, también tenía que cumplir esta otra agenda: no solo huir sino buscar un sueño. Y, como está planteado que él quiere ser fotógrafo y una ciudad donde pueda desarrollarse artísticamente, donde no halle limitaciones artísticas como en otras ciudades, escoge Barcelona, que por eso se convierte en un lugar muy importante, porque representa el lugar donde él busca encontrar su felicidad y el lugar que lo escupe y lo regresa al averno, por así decirlo”.

Para Amparo Barcia, quien ya había trabajado en el cortometraje Por piedad, Alejandra (2015) con Berthely, la violencia física y psicológica que sufren en Yo, Fausto las mujeres, en especial su personaje de Carmen, también está relacionada con otros mitos, los de la tragedia griega clásica.

“Cuando los personajes creen que se están alejando de lo que quieren evitar, más se acercan sin saberlo; así ocurre con Fausto, con su mamá Gilda, con Carmen. Y así pasa con los mitos, los personajes se van acercando a su destino y ellos creen que se están alejando de una catástrofe. Carmen se aferra a Fausto. Es una chica sin familia, que está en una ciudad por trabajo, no tiene ilusiones, pero sí muchos desengaños laborales; para ella, México es un lugar exótico con una nueva vida y nuevas ilusiones, cree huir pero lo que hace es acercarse cada vez a un destino fatal".

“Ella no entiende lo que le pasa a Fausto, por qué cada vez es más violento, más agresivo; ella le habla y él no escucha, cada vez es más extraño. Toda esa impotencia de ver que todo lo que ella va a hacer para mejorar esa situación o creer que la mejora, a él le desata cada vez más rabia y frustración. Son dos personajes que están en esa lucha cada vez”, dice en entrevista la también actriz de la serie Luis Miguel.

Para ella, el principal reto de su personaje fue transmitir muchas emociones, sin caer en el melodrama.

“Mi personaje no consigue penetrar ni permear en el alma de Fausto, que se supone que es tu confidente, tu amigo, tu amante, en quien confías, la persona que está a tu lado. No puede acercarse como ella quiere, todo lo que ella tiene en su cabeza sobre qué quiere hacer no se plasma. Ella también está muy frustrada, se siente como que todo le sale mal. Cuando a uno le pasa eso tiene esa rabia por dentro. Es un reto actoral porque son muchísimas emociones por transmitir, y Julio nos insistió mucho en que no quería melodramatismo, sino emociones auténticas”, explica Barcia, que encarna la tragedia.

Adriana Llabrés interpreta a Ana, novia abandonada por Fausto, y subraya en entrevista la importancia de abordar el tema de las enfermedades mentales como leit motiv de la película.

“Fausto no trae una depresión (como su madre Gilda), es algo más fuerte. Me parece súper importante que hablemos de la salud mental, y normalizar la plática sobre ésta coloquialmente, no como tabú; me parece espectacular, importante, necesario y trascendental, que estemos hablando de eso ahorita”, dice.

Barcia coincide con Llabrés y va más allá al considerar premonitoria la película, en relación con los problemas de salud mental que ha agudizado la pandemia por covid-19 y los confinamientos.

“Fue un poco una premonición a lo que venía. Es más relevante que nunca hablar de salud mental, a partir de la pandemia y los distintos confinamientos en dos años. Todo mundo ha sufrido un cambio en mayor o menor grado en sus vidas, en la forma de hacer las cosas, en los puntos de vista, en como vemos a la gente que queremos. Ha influído muchísimo. Lo veo más relevante que nunca, ad hoc con la situación, es importante hablar sin tapujos, este fenómeno ha afectado a todo el planeta”, expone.

El director y guionista añade que aunque es una coincidencia que el estreno de su filme ocurre después de casi dos años de la pandemia decretada el 11 de marzo de 2020, cuando Yo, Fausto estaba concluida aborda varias “subtemáticas emocionales” que son más vigentes que nunca: la depresión, el encierro.

“La pandemia definitivamente trajo esta plática sobre la salud mental a la mesa, mucha gente se está cuestionando las terapias más que antes. En Yo, Fausto resuenan estos temas”, sostiene.

Para Llabrés Yo, Fausto combina con congruencia lo contenido con lo explosivo, mientras que para Barcia es un filme que no dejará indiferente a nadie y todo mundo puede sentirse identificado. Berthely, en cambio, rescata una definición que escuchó en los públicos de los diferentes festivales donde se exhibió su largometraje: “Puedo decir que es una película que confronta, que invita a reflexionar, pero me robo la definición contundente y agresiva que decían en los festivales: es moderna en su narrativa”.

PCL

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José Juan de Ávila
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  • Periodista egresado de UNAM. Trabajó en La Jornada, Reforma, El Universal, Milenio, CNNMéxico, entre otros medios, en Política y Cultura.
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