“Me contagié del virus SARS-CoV-2 el domingo 31 de mayo de 2020. Hasta ahora, aunque han pasado poco más de siete meses desde que aquello ocurrió, no había contado la experiencia de cuanto viví sino apenas a un puñado de familiares y amigos”.
Estas son las primeras líneas de Almas flexibles (Turner, 2021), el testimonio de Fernando Fernández de un proceso complejo, doloroso a veces, escrito desde la experiencia, aun cuando sus propias lecturas conduzcan al relato por diferentes caminos filosóficos, poéticos o artísticos.
“Lo que he estado reflexionando es que no tengo la distancia suficiente para decir nada definitivo, ni mucho menos. No podría decir de momento si me cambió la vida: un fenómeno como este, a nivel personal o de la sociedad, requiere de más tiempo para entender qué nos pasó y cuáles son sus consecuencias. Por eso mi texto se dedica a contar exclusivamente lo que viví, sin sacar conclusiones, porque no sé cuáles son”, cuenta el poeta y ensayista.
Desde su perspectiva, lo que plantea Almas flexibles puede ser útil para quien estudia la enfermedad, para quien la padece o para quien va a padecerla, más allá de que cada uno lo experimente a su manera, como sucede con la pérdida del gusto y del olfato, explica Fernando Fernández.
“Se pierde el olfato de aromas llamativos y fuertes, como puede ser el olor de una naranja o de un perfume, pero el virus viene con sus propios olores. Mi experiencia directa, no puedo comprobarlo, pero tampoco habrá quien me lo niegue, el virus tiene un olor penetrante, triste, oscuro, desagradable. Y se percibe otro tipo de aromas, así que el hecho de que se cancele toda sensación olfativa no es verdad en mi experiencia directa”.
Así, el escritor se propuso hacer un relato casi como de viajero inglés del siglo XVIII y XIX, contando lo que vio, pensó y sintió, aunque sin sacar conclusiones del hecho, porque como muchos otros también fue a dar al hospital y enfrentó un largo proceso de convalecencia, si bien halló en la escritura una herramienta no para explicar, sino para tratar de entender a la pandemia.
“Me arrolló de tal manera el virus y entré en una circunstancia tan brumosa y tan caótica, que sí sentí la necesidad de poner un poco de orden en lo que me había ocurrido. Tomé muchas notas, pude recurrir a los mensajes que mandé al médico o a Verónica (Chicurel), a mi familia, y gracias a eso pude reconstruir el día a día y, en algunos casos, el hora a hora de lo que fui viviendo”.
Poner orden a las ideas te da mucha tranquilidad; es como cuando se arregla un librero por orden alfabético o por temas, se logra mucha serenidad y hasta una modesta alegría al ver que ya se consiguió el orden, porque el “orden consuela, da tranquilidad”, en palabras de Fernando Fernández.
“Una vez que el libro está publicado siento que no fue tan injustificado haber vivido lo que viví. El haber dado un orden a ese caos me hace sentir que todo tuvo un sentido y eso tranquiliza: fue bastante curativo el poder ordenarlo y tratar de entenderlo. Al mismo tiempo pienso que puede ser un libro útil, en tanto que traté de contarlo de la manera más clara y más fiel a los hechos posible”.
PCL