Cultura

El violonchelista y director de orquesta Marc Coppey, en la sala Nezahualcóyotl

Marc Coppey (Estrasburgo, 1969) considera su instrumento una extensión de sí mismo, su voz: “Puedo crearme una mejor voz con mi cello y, con suerte, muchas más voces”.

Marc Coppey vino por primera vez a México en octubre de 2003, a la sala Ollin Yoliztli; también en el Festival Internacional Cervantino en Guanajuato y en Monterrey; regresó en 2019 para participar en el Festival Internacional de Cello de Puebla. Ahora vuelve para debutar en la sala del Centro Cultural Universitario con la Ofunam, bajo la batuta de Sylvain Gasançon, en el tercer programa de la segunda temporada, que se completa con Flammes enlacées (Llamas entrelazadas), de Aurés Moussong (1984) y cierra con Las estaciones, opus 67, de Alexander Glazunov (1865-1936).

“De cierto modo el cello es una continuación del cuerpo. Uno de los objetivos del intérprete, al menos así lo concibo, es tener una relación lo más armoniosa posible con su instrumento para que, de alguna manera, se convierta en tu voz. Espero que mi violonchelo tenga una voz más agradable que la mía”, dice Coppel en entrevista exclusiva para MILENIO.


“Si no soy Maria Callas o Dietrich Fischer-Dieskau, entonces puedo crearme una mejor voz con mi instrumento y, con suerte, más voces diferentes para expresar sentimientos y estéticas musicales muy diferentes”, expone Coppey en vísperas de sus presentaciones en la sala Nezahualcóyotl, el sábado 31 de mayo y domingo 1 de junio, para interpretará el Concierto para violonchelo en mi menor, de Edward Elgar, con la Orquesta Filarmónica de la UNAM (Ofunam).

Emocionado por su primera colaboración con la Ofunam y con Gasançon, el artista francés habla de lo que significa para él esta visita a México y sus dos instrumentos: el chelo y su voz.

¿Cómo se siente en su debut con la Ofunam en la sala Nezahualcóyotl?

Estoy súper feliz de estar aquí con esta maravillosa orquesta y con su director musical, que es un músico increíble. Acabo de conocer la sala, uno de los mejores lugares para hacer música, con muy bonita acústica.

¿Por qué escogió el concierto de Edward Elgar con el gran repertorio que tiene?

Fue una discusión con Sylvain Gasançon. Pensamos que el concierto de Elgar era maravilloso para hacer música juntos, ambos lo amamos. Es uno de los conciertos para chelo más hermosos y una de las mejores piezas de Edward Elgar (1857-1934). Lo compuso justo después de la Primera Guerra Mundial. Ya era bastante viejo, y se había alejado de la composición debido a los tiempos difíciles de la guerra. Es una música muy conmovedora, muy profunda y apasionante, y también extremadamente noble y que cuenta con muchas historias. También con historias con mucho humor, muy ligeras. Es una pieza contrastada y apasionante.

¿Qué impacto tuvo la guerra en Elgar para componer su concierto?

La guerra ha tenido efectos muy diferentes en los artistas. Algunos han estado componiendo, a otros los ha alejado de la composición; ese es el caso de Claude Debussy, que tuvo muchas dificultades para componer, compuso, por supuesto, un par de piezas, pero no tantas. En el caso de Elgar, que casi no compuso nada durante la guerra, entre 1918-1919, justo después de la guerra, compuso este concierto para violonchelo.

De alguna manera, creo que Elgar dice en él adiós a un mundo perdido, el del siglo XIX, que sabemos que después de la Primera Guerra se ha ido. Empezaba una nueva era, la del siglo XX. Creo que compuso una suerte de obra de melancolía y un adiós al romantismo, y también con un montón de expresiones vivas, muy humorísticas y contrastadas. No solo está el aspecto dramático profundo, aunque tal vez tenga un carácter dominante.

Ese dramatismo de la grabación clásica de Jacqueline du Pré del concierto de Elgar.

Sí, claro. La legendaria Jacqueline du Pré fue una estrella brillante del violonchelo en el siglo XX. Mucha gente, y es completamente normal, asocia ese concierto con ella porque lo hizo muy famoso. Pero también hay otras grabaciones. Por ejemplo, una (de 1928) con el propio Edward Elgar dirigiendo la London Symphony Orchestra con la violonchelista británica Beatrice Harrison. Hay muchas grabaciones históricas. La interpretación de Jacqueline du Pré es muy especial porque hizo universalmente conocido el concierto. Y, ciertamente, hay una imagen de la música romántica tardía asociada, lo cual está totalmente justificado. Como decía antes: es, en cierto modo, la culminación del romanticismo.

Debuta en la sala del Centro Cultural Universitario con la Ofunam, bajo la batuta de Sylvain Gasançon.
Debuta en la sala del Centro Cultural Universitario con la Ofunam, bajo la batuta de Sylvain Gasançon. FOTO: Jean Baptiste Millot

¿Cómo decidió hacerse director de orquesta?

Siempre fue un sueño de niño; toqué mucho en orquestas de niño y de adolescente, también estuve en una del conservatorio donde estudiaba, en la orquesta francesa, en la de la Unión Europea. Nunca me opuse a ser solista, dada la importancia del repertorio y la orquesta. Pero, claro, estaba ocupado con otras cosas.

Hace unos 15 años, unos amigos me pidieron que dirigiera algunas orquestas. Me alegré de que viniera de mis colegas. Empecé con la de Zagreb, un maravilloso conjunto de cuerdas. A partir de entonces, tuve otras oportunidades para ampliar el repertorio. Es un reto maravilloso para los violonchelistas, ya que el repertorio es extremadamente rico y variado, pero hay aspectos que no podemos abordar como violonchelistas. Es una excelente manera de afrontar nuevos retos y explorar más música.

Vino a Puebla en 2019 a ofrecer clases magistrales. ¿Por qué es tan importante para usted esa parte académica, pedagógica, de su carrera?

Desde que nació mi carrera siempre ha sido importante; empecé a enseñar justo después de terminar mis estudios, cuando tenía unos 20 años, primero como asistente y luego como profesor. Probablemente sea la idea de que la música es un continuo de transmisión y que no hay música sin la transmisión del compositor, de los compositores, de los grandes intérpretes del pasado. Me gusta más que la idea de tradición, la idea de transmisión, en cierto modo.

Tuve la oportunidad de conocer y trabajar con grandes músicos, y siento la responsabilidad de transmitir lo que escuché de ellos. También quiero conectar con los jóvenes, porque cuanto más pasa el tiempo, más importante es acercarse a las nuevas generaciones. Quizá porque espero tener algo que transmitirles, y porque siempre me interrogan; en cierto modo, nunca me dejan en paz. Y también aprendo mucho de los estudiantes y de muchas preguntas sobre lo que dices y sobre la evolución del mundo. Para mí, la pedagogía es una actividad central.

¿Qué lo llevó a encontrarse con el violonchelo y a convertirse en un profesional?

Era muy joven, tenía cuatro años, y me llevaron a un concierto con un gran sexteto de cuerdas: dos violines, dos violas, dos violonchelos. No sé por qué, era muy joven; solo sé que quien tocaba, que luego se convirtió en mi profesor, era un violonchelista maravilloso. Y Johannes Brahms, quien sigue siendo uno de mis compositores favoritos. Los niños tienen un instinto muy definido sobre lo que les gusta, no necesariamente por qué, lo interesante es que, sin saber por qué, sigo amando el violonchelo con la misma intensidad.

Probablemente ahora pueda explicar mejor por qué, porque ya comenté sobre el concierto de Elgar: tiene muchas voces. Tiene una voz agradable, pero no solo una. Tiene la capacidad de expresar muchísimas cosas diferentes y es un instrumento que ha evolucionado maravillosamente desde el siglo XVII hasta la actualidad. El repertorio y la capacidad de expresar diversas estéticas han hecho del violonchelo un instrumento cada vez más importante a lo largo de la historia. Pero, es una forma de exploración en general. Por mucho que me guste el violonchelo, es la música que amamos y la que nos impulsa a crecer. Se trata de usar el violonchelo como instrumento musical.

¿Cuál es la historia de su violonchelo, maestro?

Tengo mucha suerte porque toco un hermoso instrumento veneciano de Matteo Goffriller, fabricado en 1711, en Venecia. Junto con Stradivarius, Goffriller es probablemente uno de los fabricantes de violonchelos más populares y queridos por nosotros. Su instrumento tiene mucha belleza, pero también me gusta que pueda adaptarse a lo que desees; se convierte en parte de ti y se convierte en tu voz. Eso es lo que decía antes. Y este instrumento me ayuda mucho en ese sentido.

Cuando conocí ese violonchelo, tuve la sensación de conocer a alguien. Fue en una tienda. No buscaba un violonchelo. Antes tenía uno bueno, pero, de repente, vi este instrumento en un rincón y fue como una llamada, como si alguien me llamara y tuviera una cita con alguien. Fue una experiencia muy perturbadora e interesante. Y desde entonces, ha sido mi compañero.

El maestro mexicano Carlos Prieto ha hecho algo muy especial para la música: ha comisionado como 200 conciertos u obras para chelo a compositores, principalmente de América. ¿También usted encarga obras para ampliar el repertorio?

Me parece maravilloso. Lo que Carlos Prieto hace es un ejemplo maravilloso. Como el violonchelo no tenía un repertorio tan extenso, era hermoso, pero no era como el de para piano o violín, gracias a las figuras de los instrumentos, se ha ampliado. Y sí, desde adolescente, siempre tuve muchos amigos compositores y estrené bastantes conciertos nuevos para violonchelo, así como piezas solistas. También organizo un festival en Francia y cada año encargamos nuevas piezas. Para mí, es fundamental que la música sea un arte vivo y que conectemos con los maravillosos compositores actuales.

En su vasto repertorio, ¿hay alguna obra que quiera tocar y que no haya podido hacerlo?

Hay algunas piezas que me encantan y que aún no he grabado. Por ejemplo, no he grabado la Sinfonía concertante para violonchelo, de Serguei Prokófiev, que es uno de mis conciertos para violonchelo favoritos. Así que quizás esa sea mi respuesta. La toqué muchas veces, pero nunca la grabé. Y es una de las obras clave para violonchelo. Así que quizá esa sea mi respuesta: Prokófiev

¿Cómo es su relación con los chelos en la orquesta cuando está como director?

No debería ser diferente a la de cualquier otro instrumento. Claro, saben que soy violonchelista y quizás pueda hacer una digitación o algo así. Un director también debe ser capaz de comprender la técnica de cada instrumento; es un rol muy importante, así que también debería sugerir una digitación o un arco para los violines o las violas. Y, por supuesto, hay que conectar con los instrumentos de viento metal y madera. Así que hay, al mismo tiempo, una conexión especial y otra no especial, porque se conecta con todos los músicos por igual en una orquesta. Es uno de los aspectos más importantes.

¿A qué violonchelista le gustaría dirigir en este Concierto de Elgar, por ejemplo?

Hay muchos violonchelistas que me gustan mucho. Tengo muchos amigos y alumnos maravillosos a los que podría invitar. Así que no los nombraré para no causar envidia ni nada, porque se me ocurren algunos de mis alumnos que serían solistas fantásticos, pero también hay violonchelistas maravillosos hoy en día. Pienso, por ejemplo, en mi colega alemán Alban Gerhard, que es maravilloso. Pienso en Kian Soltani, un músico joven y talentoso. Y podría nombrar muchos más.

Tiene una gran grabación de las Suites para violonchelo de Bach. ¿Se añade complicación a una obra con su transcendencia, su popularidad, que todo el mundo ya tiene una idea de ella?

A veces, en la música, cuanto más simple, más difícil. Así que si tocas el Preludio de la Primera Suite, que es una especie de idea del nacimiento del violonchelo, es muy simple. Son tres notas y es algo universalmente conocido y apreciado por un público muy amplio. Claro, esto es muy difícil porque no es fácil ser simple, pero al mismo tiempo, también te enseña que la simplicidad es uno de los aspectos importantes de la música. Incluso cuando la música es muy compleja, debes tener la capacidad de conectar con ella con un sentido de simplicidad, en última instancia, porque así es como te comunicas con el público y también porque es la forma, probablemente, de encontrar un mayor equilibrio en la interpretación. Pero a veces es extremadamente difícil, por supuesto, lograrlo.

¿Quién es Marc Coppey en este momento de su carrera?

Me has hecho algunas preguntas que me permitieron decir que siempre se trata de la música y de mi pasión por ella, pero intento equilibrar lo mejor posible todas las etapas de la música: ser solista de orquesta, tocar música, desde el barroco hasta la música contemporánea, desarrollar la dirección y buscar el ritmo para los jóvenes. Así soy yo. Probablemente sea alguien que no quiere estar relacionado con una sola actividad de lo que significa ser músico. Para mí, la definición de ser músico es comprometerse con cada una de las cosas que acabo de mencionar.

MGR

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José Juan de Ávila
  • José Juan de Ávila
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  • Periodista egresado de UNAM. Trabajó en La Jornada, Reforma, El Universal, Milenio, CNNMéxico, entre otros medios, en Política y Cultura.
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