Cultura

Síndrome de Stendhal | Por Avelina Lésper

Casta diva | Nuestras columnistas

Dejar que la belleza posea la mente, los sentidos y el espíritu es una experiencia que otorga un sentido a la existencia.

El Síndrome de Stendhal, es mi adicción al arte y la belleza.

No es una patología clínica, yo digo que es una patología intelectual, es hipersensibilidad al experimentar la belleza. Existe antes de ser diagnosticada, es parte de la historia del arte y de la vida de aquellos que se involucran en la contemplación de la belleza.

En 1809 Stendhal visita Italia como parte de su viaje por Europa como exsoldado y funcionario Napoleónico. Hasta entonces no había iniciado su carrera literaria, tenía una gran sensibilidad al arte y parte de su fuga de la realidad eran los viajes. Italia fue su gran inspiración, visita Milán, Nápoles, Roma y llega a ese museo a gran escala que es Florencia. Estaba escribiendo sus impresiones de estos viajes, que se convertirían en sus primeros escritos como autor. Al visitar la Iglesia de Santa Croce, contemplar los frescos de Giotto di Bondone que representan la vida de San Francisco de Asís. Contienen la pureza de las obras de Giotto, su elegancia y emoción. También se encuentra con las pinturas de Baldassare Franceschini, Il Volterrano, pintor del Barroco, en la Capilla Niccolini. La iglesia es una reunión de estilos arquitectónicos y pictóricos, es sepulcro de Maquiavelo y Miguel Ángel, posee una atmósfera de irrealidad y misticismo cultivada por la búsqueda de la belleza, presente en sus cúpulas y sus muros. Stendhal la observó con su gran sensibilidad, con el pasado de las guerras en su memoria, al enfrentarse con la absoluta presencia de la creación de lo bello como fin último, con la misión de albergar al ser humano, eso lo trastornó. Se arrodilló y comenzó a rezar. Dice “Alcancé el éxtasis, un punto de emoción que encuentra las sensaciones celestiales que dan las bellas artes y la pasión. Al dejar Santa Croce tenía palpitaciones cardíacas irregulares, la vida escapaba de mí, y tenía miedo de desvanecerme”.

La doctora italiana Magjerini publicó en 1989 un estudio sobre su observación de más de 100 turistas de distintas nacionalidades, que padecían desmayos, palpitaciones, emociones incontroladas, ahogos, ante la presencia de ciertas obras de arte en Florencia, incluso el sentimiento de tratar de destruirla, y le llamó “Síndrome de Stendhal”.

Cuando contemplé el cartón de Leonardo, Santa Ana y La Virgen en la National Gallery, en Londres, dimensioné que la belleza existe, es real, va más allá de las decisiones, estaba ahí en un dibujo, en un conjunto de líneas y esfumado. Comencé a llorar. Eso viví y es impredecible, llega, como un fenómeno de la sensibilidad. Es parte de la contemplación. Al cultivar la sensibilidad, viendo arte, escuchando música, leyendo poesía, se adquiere esa disposición, nos volvemos receptivos, como Stendhal, y la belleza te posee.

El mayor riesgo que podemos tomar es dejarnos llevar por la contemplación, abandonarnos, dejar que la belleza posea la mente, los sentidos, el espíritu, es una experiencia que otorga un sentido a la existencia.

AQ

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Avelina Lésper
  • Avelina Lésper
  • Es crítica de arte. Su canal de YouTube es Avelina Lésper
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Laberinto es una marca de Milenio. Todos los derechos reservados.  Más notas en: https://www.notivox.com.mx/cultura/laberinto
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