Por Babygirl: deseo prohibido, Nicole Kidman obtuvo el premio que otorga el jurado del Festival Internacional de Cine de Venecia a la mejor actriz. La película, sin embargo, inicia con un cliché: Kidman gime con placer aparente. Hemos visto a Juliette Binoche, Isabelle Huppert y a la misma Kidman en esta posición en una serie de películas que se remontan al soft porn de los años de 1980 y que se configura ya en este siglo en dos pilares: la inefable Cincuenta sombras de Gray del 2015 y Babygirl.
La pregunta que debe guiar al espectador es esta: ¿la directora y guionista de Babygirl está reconstruyendo el sistema de actores luego de la debacle #MeToo o está coqueteando con el escándalo para ofrecer un discurso legítimo y necesario? No es casual que la productora de Babygirl sea A24, heredera de Miramax cuando Weinstein estalló los cimientos de Hollywood. Estamos hablando de poder. Y de eso trata esta película que está en la frontera ente el soft porn de los 1980 (como American Gigolo) o un cuestionamiento como Pecadores de Ryan Coogler.
Si uno ha seguido el derrumbe del sistema de Hollywood verá que la directora de Babygirl está parodiando a Weinstein, pero invirtiendo los roles: Nicole Kidman hace a la mujer poderosa mientras que Harris Dickinson es el muchachito que juega a hacerse la víctima. Y sí, como en lo mejor y lo peor del método Stanislavski todo se reduce a un complejo juego actoral que se llama A-B. El personaje A quiere algo y el personaje B se lo da o no se lo da. Lo decide el actor con ayuda del director.
Lo que estamos haciendo se trata de consentimiento entre adultos, ¿no?, pregunta el muchachito ambiguo que domestica perras furiosas (textual). ¿De qué?, responde Nicole Kidman y lanza una risita muy auténtica al actor. Como diciéndole: sostenme la mirada. Y él, Dickinson, a diferencia de Cruise en Ojos bien cerrados consigue domesticar a la bestia que en el sistema de estudio no es un personaje sino la actriz misma, el Vogue hollywoodense, la diva que en estos duelos de actuación es directamente Kidman tratando de humillar a Dickinson de verdad. ¿Ella está domesticándolo a él? Esta pregunta encarna en Babygirl tanto en la ficción como en la realidad que emana de la pantalla. Ella se ríe para descolocar a Dickinson, como actor y como personaje, pero él, como actor, no se deja domar. ¿Y en tanto personaje? Eso hay que ver.
En Ojos bien cerrados de Stanley Kubrick, el director humillaba a Cruise, pero aparentemente todo provenía de Kidman misma. Ella era quien estaba todo el tiempo desafiando, en tanto icono hollywoodense, a otro icono hollywoodense. Sostenme la mirada treinta y seis tomas, parece decir Kidman. Y Cruise no pudo. En cambio, Dickinson sí. Y eso lo cambia todo. En Ojos bien cerrados y en Babygirl el único momento de verdad que brilla en la pantalla no es como en el soft porn cuando la excitación parece real sino cuando Kidman se está pitorreando de Dickinson sosteniéndole la mirada. Y ella no puede más y suelta una risita de hembra dominante y nada más. Todo esto es más que chisme, es el germen del monstruo llamado Hollywood pues el duelo actoral es también un duelo no artístico sino de poder, de dominio, de Weinstein reconstruyéndose desde el interior de los estudios de California. O tal vez no. Hay una afroamericana que le dice a Kidman: yo pensé que cuando las mujeres tuviéramos poder seríamos distintas. ¿Cambió el monstruo o ahora es una mujer?
¿Dónde ver Babygirl: deseo prohibido?
La película de Halina Reijn, con Nicole Kidman y Harris Dickinson en los papeles protagónicos, se puede ver en la plataforma Prime Video.
Babygirl: deseo prohibido
Halina Reijn | Estados Unidos | 2024
AQ