“Para mí la escritura se parece mucho a hilar o a entretejer. No la siento como un bloque de construcción, sino como un entramado que tengo que ir conectando con todos los sentidos y hasta que se genera un gran tapiz”, dice a MILENIO Fernanda Trías (Uruguay, 1976), quien presenta su nueva novela El monte de las furias, publicada por Random House.
La escritora y traductora vive en Bogotá, Colombia, desde hace 10 años y se encuentra en México realizando una residencia artística en Casa Snowapple MX.
“El libro nace en la pandemia; estaba atrapada y lo único que podía ver era la montaña por mi ventana, así que decidí tejer la historia de una mujer que dice no vivir en la montaña sino con ella, y esto cambia toda la manera de pensar de cómo nos relacionamos con el entorno. Pensé en ella y la manera en la que compenetra con la montaña entablando una comunicación, aprendiendo de ella y escuchando sus mensajes”, comenta.

En El monte de las furias se relata la historia de una mujer que vive en la ladera de la montaña con la misión de cuidar los alrededores y avisar al celador de cualquier anomalía. Ella escribe en sus recuerdos lo que sucede y sobre su vida hasta que un día, la montaña comienza a “escupir” cuerpos y las cosas cambian.
Dos protagonistas
Trías agrega que estar mirando a la montaña durante la pandemia le ayudó a transportarse fuera de sus cuatro paredes: “Todo mediante la imaginación, y puedo decir que eso también me salvó durante la pandemia. Viajé y encontré un refugio de la misma manera que la protagonista de mi novela va encontrando un refugio, con sus amenazas, pero un refugio al fin”.
Comenta que la novela arranca de una manera tranquila, pero leemos cómo la protagonista, sin saberlo, comienza su transformación a través de escribir, que es su primer acto de rebeldía en la vida.
“Es la historia de una mujer en un entorno rural, haciendo sus tareas, y poco a poco este tema de la comunión con la montaña podemos verlo como un tema místico o simplemente como una locura total”.

En la novela, la montaña tiene una voz y el mismo protagonismo que la mujer.
“Quería darle su espacio y que ambas pudieran narrarse a sí mismas su historia y mirarse en una especie de juego de espejos. Por eso eran importantes los capítulos donde la montaña también cuenta su historia. Puse en el centro la naturaleza, no como telón de fondo o paisaje, sino como elemento central, detenerme a observar y a pensar cómo podría ser relacionarse con la naturaleza como si fuera un ser vivo que está ahí, y cómo cambia la manera en que nos relacionamos si empezamos a pensar así”.
La escritora pensó en su montaña como un ser vivo, con historia y una memoria distinta a la humana, pero una memoria al fin.
“Está marcada por esas capas geológicas de todo lo que ha atravesado; tiene su propia historia y van quedando marcas de su propio pasado e historia en el cuerpo de la roca, como a nosotros nos quedan las cicatrices y las marcas también de lo vivido y del tiempo que pasa. Era entender a la montaña como una entidad viva que tiene cuerpo, pero que también tiene una historia, un pasado y un futuro, y de esa manera, trastocar la manera en que nos paramos frente a ella”.
Trías trató a la montaña como cualquiera de sus personajes y de una manera compleja: “No es blanco o negro. Construyo a mis personajes mediante capas y complejidad y a la montaña también. Es hostil para el ser humano porque el ser humano es vulnerable, pero también es protectora, da, pero toma, recicla, limpia, y es indiferente de alguna manera ante la vida y la muerte de nosotros y de todos los seres. Entiende el tiempo de otra manera y es agresiva, pero también te da frutos y da casa a montones de otros animales, aunque no sean los humanos”.
¿En la novela hay una conciencia ambiental?
No sé si lo es, pero el tema de la naturaleza me importa. Tenemos que entender cabalmente que es un ser vivo, y a medida que lo hagamos, es más natural cuidarlo. Siento que desde las representaciones del arte y la literatura podemos hacer algo para ir sembrando ese cambio de conciencia, es decir, miremos de otra manera esto.
También profesora de creación literaria, comenta que la escritura se ha convertido en una obsesión: “Es pensar cómo narramos, cómo nos contamos historias, hasta dónde se puede comunicar lo que queremos mediante la escritura. He pensado y trabajado mucho en mis libros sobre el tema del silencio, de cómo todo eso que no se dice tiene un peso en el relato, en el libro. Me importa el acto de escribir como también una manera de construir nuestra propia identidad”.
Cerrando ciclos
Fernanda Trías explica que El monte de las furias puede ser la conclusión de una trilogía que comenzó (sin darse cuenta) con La azotea y Mugre rosa.
“Aquí hay algo que sí agoté. Son tres mujeres las que aparecen en esas novelas, mujeres encerradas; aunque en esta última la ubique en una montaña, un encierro particular y mental. Me sigue interesando pensar en el tema de la naturaleza, la mujer y los cuerpos, pero tengo que encontrar otro ángulo porque también siento que con esta novela se cerró un ciclo”.
“He escuchado a algunos escritores declarar: ‘Este es mi mejor libro’. Yo siempre pensaba: ‘¡Qué locura! ¿Cómo alguien puede decir que es su mejor libro con esa seguridad?’, pero a mí me pasó con El monte de las furias y dije: ‘¡Este es mi mejor libro!’ (risas) Y también hay una sensación de clausura. Ahora veré para dónde agarrar, y este momento, aunque pueda parecer desesperante, no deja de ser muy estimulante, porque es el más creativo y donde puedes tomar para cualquier parte.