Cultura

Galería Hilario Galguera presenta exploración del papel en el arte contemporáneo

Arte

La exposición muestra una rica diversidad de expresiones visuales que van desde el retrato y el paisaje hasta la abstracción.

La Galería Hilario Galguera inaugura la exposición colectiva Índex VI: Intus Foris, una ambiciosa muestra que reúne a más de 20 artistas nacionales e internacionales para replantear el papel no como simple soporte, sino como un medio artístico autónomo, versátil y profundamente simbólico. La exposición estará abierta al público en la sede de la galería en la colonia San Rafael.

Con obras que abarcan técnicas como litografía, serigrafía, óleo, acrílico, pastel, grafito, impresión y más, Índex VI: Intus Foris presenta una rica diversidad de expresiones visuales que van desde el retrato y el paisaje hasta la abstracción.

Participan los artistas Gilberto Aceves Navarro, Marcos Acosta, Willem Boel, James Hd Brown, Marie Cloquet, Stijn Cole, Israel González “Matador”, Athina Ioannou, Enrique Jezik, Kikyz1313, Francisco Larios, Daniel Lezama, Oliver Marsden, Bernardo Montgomery, Gabriel O’Shea, Roberto del Río, Serge Barbeau, Issa Salliander, Bosco Sodi y Natalia Sosa Molina.

Para Gabriel O’Shea (Estado de México, 1998), el papel en su obra no es un simple soporte, sino un cuerpo vivo, frágil y vulnerable. Trabajar con carboncillo sobre papel le permite explorar la tensión entre control y accidente, entre precisión y error. Dice que le interesa empujar el material al límite, saturarlo hasta casi colapsar, y revelar en ese desgaste una forma de belleza. Considera que usar técnicas tradicionales en un contexto que valora la rapidez es también una forma de resistencia. En lugar de nostalgia, ve en este regreso al dibujo una elección consciente, una manera de reconectarse con la memoria y el oficio. Tanto el papel como el carboncillo —material que nace de lo que ya se ha quemado— cargan una historia de impermanencia, y le permiten trabajar con la idea del vestigio: algo que intenta perdurar, aunque inevitablemente tienda a desaparecer.

El título Intus Foris, que en latín significa “adentro – afuera”, marca la pauta conceptual de la exposición: una reflexión sobre el papel como espacio de tránsito entre lo interior y lo exterior, entre lo íntimo y lo público, entre la idea y su manifestación física. Esta edición forma parte de la serie Índex, exposiciones colectivas que a lo largo de los 19 alos de historia de la galería han dado visibilidad a múltiples voces artísticas mediante un hilo conductor temático o material.

La pieza de gran formato de Roberto del Río es fruto de un proceso de seis años que inició en Tatashuba, Brasil, donde fue sumergida en la confluencia del río con el mar, y continuó su transformación natural durante trece años expuesta a la intemperie, tanto en el Amazonas como en México. Su primer ensayo expositivo fue en Salón ACME, sin intención de venta, fiel a la práctica del artista de mostrar obras en constante evolución. Del Río trabaja en sitios con carga energética, siguiendo líneas de ley como las de Cobá o Marrakech. Esta es la primera vez que la obra se presenta con intención de venta, idealmente para una fundación o espacio que le permita seguir resignificándose.

“El papel, en mi práctica, no es solo un soporte: es cuerpo, territorio, espejo. Es un universo en sí mismo, donde todo puede suceder. En él no hay lugar para el engaño; refleja con crudeza lo que uno es, sin filtros. Su fragilidad no lo debilita, al contrario, es su verdadera fuerza: aquello que conoce su vulnerabilidad tiene una potencia auténtica. Para mí, el papel permite resistir y revelar al mismo tiempo, sin necesidad de elegir entre opuestos. Es una herramienta para abrazar la dualidad y, en esa aceptación, encontrar verdad. Además, el papel guarda una relación íntima con la memoria. No solo como archivo histórico o personal, sino como invocación sensorial, como una forma de recordar desde la intuición más que desde la lógica. Cada trazo sobre él es una huella de existencia, una traducción imperfecta de la experiencia en un nuevo orden. El dibujo no reproduce lo vivido, sino que lo transforma; da lugar a una realidad que sólo existe ahí, sobre ese cuerpo blanco que respira y se transforma con nosotros”, comparte el artista argentino Marcos Acosta

El papel, históricamente asociado a la fragilidad, la fugacidad o lo efímero, cobra aquí un peso contradictoriamente sólido. Lejos de ser una superficie pasiva, se revela como cuerpo vivo: absorbe, resiste, guarda huella. Desde su invención en China en el siglo II, el papel ha sido soporte de memorias individuales y colectivas, vehículo de revoluciones, portador de lo cotidiano y lo trascendental. En Índex VI, ese legado cobra nuevas dimensiones al convertirse en protagonista de gestos contemporáneos profundamente corporales, materiales y poéticos.

“Aunque el papel aparece en mi práctica principalmente como soporte fotográfico, me interesa llevarlo más allá de lo técnico, transformándolo en un cuerpo sensible. A través de intervenciones con bordado, palabras o materia, las imágenes impresas dejan de ser solo visuales para volverse táctiles, heridas, latentes. No busco en el papel una resistencia, sino una forma de revelar: revelar la fragilidad de la acción performática, de ese instante efímero donde el cuerpo se expone al territorio, al riesgo, a lo inestable. En ese sentido, el papel se convierte en archivo, en testigo de lo que ya fue, pero que sigue resonando. Trabajo desde lo que llamo fotografía performática: imágenes que siguen latiendo, que prolongan el gesto incluso cuando el cuerpo ya no está. Cada intervención—ya sea con hilo, metal, caucho o cerámica—responde a lo que la acción o el territorio demandan. El papel no es el fin, sino una transición: un lugar donde la memoria sensorial, afectiva y política se activa, y donde el cuerpo sigue hablando, incluso en su ausencia”, expresa Natalia Sosa Molina (CDMX,1981)

La exposición estará abierta al público en la sede de la galería en la colonia San Rafael. (Foto: Especial)
La exposición estará abierta al público en la sede de la galería en la colonia San Rafael. (Foto: Especial)

Por su lado, Daniel Lezama (CDMX, 1968), galardonado con el Premio de Adquisición de la X Bienal Tamayo en describe la litografía como una técnica que le brinda una relación íntima entre el gesto y la superficie, una conexión que no encuentra en otros medios. Para él, el papel —por su porosidad y fugacidad— se convierte en un espejo de la humanidad misma, donde cada trazo vibra con la fragilidad y la intensidad del instante. Considera que en esta técnica la repetición no es meramente un recurso técnico, sino una insistencia emocional: cada marca sobre la piedra funciona como una memoria que se transfiere al papel con la densidad de lo vivido. En las obras que presentó en Índex 6: Intus Foris, afirma que el cuerpo desnudo y la luz no ilustran, sino que revelan. Son presencias suspendidas entre lo efímero y lo eterno, sugeridas más que afirmadas. Según Daniel, la litografía —al absorber y al mismo tiempo resistir— permite que esa narrativa visual cobre vida desde la vulnerabilidad del soporte. En su visión, el papel no es solo fondo, sino cuerpo: portador de memorias, de peso, de esfuerzo y de luz.

A lo largo del recorrido, el visitante se enfrenta a obras donde el papel es herido, acariciado, doblado, saturado o dejado en blanco. Cada pliegue, cada trazo o ausencia son afirmaciones visuales que subrayan su potencia expresiva. El papel no sólo sobrevive al tiempo: lo archiva, lo encarna, lo transforma.

La obra de Bernardo Montgomery surge del proceso de cuidar a su perrita María Cerveza, quien tras un accidente quedó inmovilizada. Apostar por su recuperación lo conectó con su propia historia personal, cuando sus padres lo cuidaron tras un accidente grave en su infancia. Las arrugas del papel y los relieves aluden al paso del tiempo, a la imperfección del amor y del cuidado, mientras que las 34 grapas que María Cerveza llevó en el cuerpo están representadas en la pieza. Más que una mascota, es para el artista una compañera de vida. La obra reflexiona sobre el amor, la fragilidad, la muerte y la compasión

Otro ejemplo es el de Israel González Mataró, cuya práctica sobre papel trasciende el gesto técnico para convertirse en un acto de conexión íntima con lo sensorial y lo inconsciente. Cuando el papel deja de ser un simple soporte y se transforma en cuerpo, la obra adquiere vida propia, convirtiéndose en un ente con personalidad. Su aproximación, intuitiva y receptiva, permite que sea el propio material quien guíe el proceso. Prefiere papeles de alto gramaje y texturas rugosas por su capacidad de absorción y expresividad, estableciendo así un diálogo directo con la fragilidad y lo efímero.

El visitante se enfrenta a obras donde el papel es herido, acariciado, doblado, saturado o dejado en blanco. (Foto: Especial)
El visitante se enfrenta a obras donde el papel es herido, acariciado, doblado, saturado o dejado en blanco. (Foto: Especial)

En su obra, el papel —medio primario y fundamental— no solo da lugar a bocetos y composiciones, sino que se convierte en un espacio de memoria sensorial, donde emergen formas, símbolos y sueños que operan como revelaciones del inconsciente. Sus piezas evocan amuletos, mandalas u objetos sacros, en los que lo espiritual prevalece sobre lo material. La textura, elemento central en su lenguaje plástico, activa la percepción del espectador y lo invita a una contemplación profunda. De este modo, cada obra sobre papel se convierte en un territorio de resistencia, revelación y presencia.

Índex VI: Intus Foris me deja una reflexión persistente en la que el arte contemporáneo, en su multiplicidad de formas, aún encuentra en el papel un espacio de revelación. Un lugar donde lo delicado resiste, donde la memoria se deposita capa por capa y donde lo humano, en su fragilidad, encuentra eco. Frente al bullicio de los medios digitales, el papel —con su historia, su tacto y su persistencia— vuelve a reclamar un lugar central en la experiencia estética.

PCL

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