El director y dramaturgo José Luis Cruz emprendió la tarea de rendir tributo al premio Nobel irlandés Samuel Beckett (1906-1989), con el montaje de sus dos obras más representativas, más una más como homenaje con fragmentos de piezas, en el Foro de las Artes del Centro Nacional de las Artes (Cenart).
“Beckett cobra una enorme actualidad porque él está planteando un poco en sus obras un universo apocalíptico, y eso es lo que estamos viviendo en este momento. Los textos de Beckett cobran una enorme función, sobre todo crítica, ante la crisis de la civilización completa”, comenta a Notivox Cruz, que dirige en el Foro de las Artes Esperando a Godot, Final de partida y su propio Tributo a Beckett.

“Estamos viviendo una época de terror con amenazas latentes de caos, de crisis del capitalismo salvaje, con dictadores por todos lados en el mundo, con una extrema derecha que ha llegado al poder y está amenazando con la destrucción masiva. Hace poquito estuvimos en una crisis en Medio Oriente que estuvo a punto de reventar, con amenazas de bombas atómicas”, agregó en alusión al genocidio que Israel está perpetrando contra palestinos y al ataque de este país a Irán, que le respondió con misiles.
Esperando a Godot se presentará del jueves 7 al domingo 10 de agosto; Final de partida, del jueves 14 al domingo 17, y se cierra con el Tributo a Beckett, del jueves 21 al viernes 29, en el Foro de las Artes.
Cruz apunta que Beckett es uno de sus autores preferidos en el teatro y ha estudiado su dramaturgia desde hace muchos años, por lo cual plantea las tres puestas en escena en un ámbito actual, moderno.
“El panorama no es muy halagüeño. Beckett eso plantea en Esperando a Godot y Final de partida, porque escribió su teatro en la posguerra, después de la Segunda Guerra Mundial y la bombas atómicas que Estados Unidos arrojó sobre las ciudades japonesas de Hiroshima y Nagasaki”, expone el director.
Agrega que los personajes beckettianos son marginales totalmente, como Vladimir, Estragón Pozzo y Lucky, de Esperando a Godot (1952), o Hamm y Clov, de Final de partida (1957), porque no tuvieron ninguna salida positiva por ningún lado y viven aislados o en un encierro absolutamente circular, con el que están planteando un problema de la relatividad del tiempo, que Beckett describe con inteligencia.
La tercera obra, Tributo a Beckett, escrita y dirigida por Cruz, es una mezcla de escenas o pasajes de Esperando a Godot y Final de partida, en la que “hay una alegoría delirante”, un juego llevado al extremo del absurdo de Beckett. Y con el tema principal de la incomunicación, la no comunicación, porque son personajes en ambas obras maestras que andan por el mundo con monólogos permanentes.
“En cada época Beckett cobra una significación distinta y con mayor profundidad. Establecemos un diálogo con este autor. Y en este diálogo, el actor juega un papel primordial porque nos metemos en lo más profundo del planteamiento beckettiano, que es esta decadencia de la humanidad”, agrega Cruz.
En Esperando a Godot actúan Sergio Acosta, Evaristo Valverde, Gerardo Martínez y Angélica Lara, más la niña Alicia Jiménez; En Final de partida van Carlos Mendoza, Evaristo Valverde, Ainé Martelli y Guillermo Díaz. Y en Tributo a Beckett estarán los nueve actores de las dos obras del Nobel 1969.
En la primera obra no hay escenografía, es un espacio vacío, con iluminación, todos los juegos actorales muy lúdicos, fársicos, llevados hasta lo grotescto; todo enfocado a los actores, con su voz, su sudor, su desplazamiento, expresión corporal. Es el actor el que llena el espacio, con el lenguaje y metalenguaje. En Final de partida son unos tambos de basura donde habitan los personajes marginados de la marginación, que son los padres del protagonista Hamm, un viejo loco y ciego que vive en su pequeño reino, no se puede mover, y experimenta todo a través de un esclavo, un poco su hijo, Clov.

El ciclo concluirá con Tributo a Beckett, dirigido y adaptado por Cruz, que fusiona las obras Esperando a Godot y Final de partida, en el que se dialoga con la estupidez de la vida contemporánea en las redes sociales y el vacío provocado por estas en el modo de vida que se convierte en un monólogo delirante.
Cruz ve a Beckett como un autor muy crítico, irónico y despiadadamente cómico ante un sistema social que no conduce a nada y sus obras son farsas trágicas que requieren la habilidad, destreza y talento de actores con experiencias muy profundas y con edad, que han vivido historias desgastadas por el tiempo.
Subraya que a los personajes de ambas obras los tienen que interpretar actores de la tercera edad con experiencia, porque a su juicio los jóvenes no llegan a las profundidades que exige el teatro de Beckett.
“Requieren entrenamiento muy profundo, una disciplina brutal de ensayos, que los lleva a reconstituir su ser, sus recursos como histríones, a reconstruir sus historias, sus pasiones, sus inhibiciones, su subconsciente, dejarlo fluir para que se puedan interpretar a estos personajes a través de la paradoja y la violencia. Estos actores se prestan a llegar a estadios del espíritu humano en decadencia muy brutales.
“Requieren de experiencia vital y que tengan todas estas vivencias a través de la cultura, de la recusación de la sociedad. Sólo un actor de más de 40 años con estas experiencias y con disciplina impecable puede hacer a Beckett, si no todo se queda en la superficie. Y ya no hay estos actores. Los que tenemos en esta obra son egresados de la UNAM y de Bellas Artes, con mucha experiencia recorrida en cine, radio, televisión y, sobre todo, teatro, son actores muy entrenados”, dice.
Apunta que los textos tienen que ser encarnados a través del análisis y reflexiones filosóficas que se unen con el nihilismo de autores como Arthur Schopenhauer, Martin Heidegger o incluso Emil Cioran.
PCL