La exposición El Discreto Encanto, de la artista Karla Goudinoff se presenta en la galería estilo speakeasy C3 Art Gallery, un espacio dedicado a experiencias inmersivas que apuestan por el arte como vehículo de transformación.
La muestra —compuesta por una serie de retratos fotográficos y acompañada por un libro en proceso de publicación— ofrece una reflexión visual y poética sobre el busto femenino, resignificándolo como símbolo de feminidad, sanación y liberación. A través del retrato íntimo de diversas mujeres, el proyecto propone una mirada compasiva sobre el cuerpo, rompiendo con tabúes heredados y visibilizando temas urgentes como el cáncer de mama.

“El busto para mí es la parte más femenina de la mujer y mostrarlo en su desnudez como parte de lo que venimos a hacer en esta vida es lo que marcó el inicio de este proyecto. Es como resignificarlo y darle un lugar simbólico más allá de su indiscutible belleza”, afirma la artista
El proceso de creación partió de un vínculo profundo de confianza entre la artista y las mujeres retratadas.
“Fue como si cada una hubiera llegado a mí sin previo aviso, por el simple hecho de mostrarse y abrirse a una posibilidad de verse por primera vez sin máscaras”, relata Goudinoff.
Algunas de las historias retratadas están marcadas por el dolor y la resiliencia: una de las participantes vivía con cáncer de mama y decidió retratarse como una forma de documentar y resignificar su experiencia vital. El libro que acompaña la muestra está dedicado, además, a la amiga más cercana de la artista, quien falleció por cáncer de piel.

Desde la curaduría, el compromiso con esta narrativa fue claro. “El Discreto Encanto desafía de manera frontal las normas visuales que durante demasiado tiempo han dictado cómo debe representarse el cuerpo femenino”, señala la francesa residida en México Carine Capitolo, directora de C3 Art Gallery.
Lejos de buscar agradar, el proyecto conmueve, incomoda y despierta.
“No encontré resistencias sino una profunda honestidad y una necesidad de liberarse de ellas mismas. El pecho es lo que más nos hace sentir por dentro cuando nos permitimos sentir placer y dolor”, comparte Karla.
Para ella, su propio cuerpo ha sido punto de partida y puente para establecer intimidad:
“El hecho de vivir reconciliándome constantemente con mi cuerpo ha sido fundamental para brindar confianza al momento de cada shooting”.

Desde su visión artística, el cuerpo femenino no es solo campo de lucha, sino también espacio de gozo, ternura y expresión auténtica.
“Me parece un punto importante darle al cuerpo femenino un espacio más que de lucha de liberación y más que una causa feminista, otorgarle a la mujer la posibilidad de ser femenina”, reflexiona Karla.
La exposición está atravesada por esa mirada sensible, que también se manifiesta en la galería:
“Mi mayor interés es que puedan lograr sumergirse en cada imagen y puedan, en la medida de lo posible, dialogar con cada una de ellas, como si pudieran descifrar a cada mujer en cada silueta, en cada movimiento y en cada reflejo” comparte Carine cuya intención se sostiene en una curaduría consciente.
“Representar cuerpos femeninos en el arte contemporáneo implica una responsabilidad profunda, tanto ética como política. No se trata solo de mostrar, sino de cómo se muestra, quién mira y desde dónde”, apunta Capitolo.

En este caso, “el dolor se transforma en acción y en creación. El libro tiene como fin recaudar fondos para apoyar los cuidados de otras mujeres en situaciones similares.
“Mi responsabilidad como curadora es asegurar que estas imágenes —profundas, vulnerables, potentes— no sean percibidas como una exposición más del cuerpo femenino, sino como una afirmación radical de vida, de memoria y de sororidad”, finaliza la galerista.
La artista reconoce la influencia de referentes como The Pillow Book de Peter Greenaway —por su exploración del cuerpo como lienzo—, del body painting, de los libros de fotografía, y de Anaïs Nin, “una mujer adelantada a su época que vivió su sensualidad como lo haría una mujer completamente plena y libre en estos tiempos”.

Esa herencia sensible e intelectual se condensa en cada retrato, que Karla imagina como legado:
“Me gustaría que fuera atemporal. Que pudieran abrirlo mis nietos y dijeran: 'Ella fue mi abuela: una mujer libre y sensual que no pretendía más que ser ella misma'”.
El Discreto Encanto no busca ser un manifiesto ni un panfleto. Su fuerza reside en la honestidad con la que se sostiene cada imagen, en el respeto por la mirada ajena y en la delicadeza de hablar de lo íntimo sin disfrazarlo. Como afirma Carine:
“Cuando la obra nace del duelo, del amor, del deseo de cuidar a otras, entonces no hay espectáculo: hay verdad”. Y en esa verdad, el cuerpo vuelve a ser hogar, testimonio y posibilidad de reconciliación.
La muestra, ubicada en Lago Iseo 240 en la colonia Anáhuac, reconfigura y se atreve a mostrar el cuerpo no como un producto de consumo, sino como un territorio de intimidad, de poder, de dolor, de deseo, y sobre todo, de subjetividad propia.
PCL